4/04/2019, 22:30
El Sneju quedó tan sorprendido ante la situación como el Inuzuka. La verdad, éste tipo de sucesos no eran de lo mas frecuente dentro de la aldea, y mucho menos en contra de unos shinobis. Son parte de las fuerzas de protección de la villa. Lo normal es no meterse en problemas con la autoridad, por mucho que fuesen novatos en ese camino.
El ambiente se caldeó, sobre todo para cuando el hombretón sacó las monedas de la mano del otro chico de un mero guantazo. Hasta el chico, que momentos atrás había quedado sin palabras, reaccionó en pos de reclamar lo que era suyo por derecho. Conforme las voces se alzaban, el dueño de la tienda terminó por asomar hacia afuera, intrigado por lo que pudiere pasar. No era el único interesado, las miradas comenzaron a cernirse sobre los tres implicados. Las miradas no sabían muy bien a quién apoyar, pues nadie se había fijado en el suceso hasta ese mismo instante. Abuelos, niños, mujeres que aún tenían las bolsas de la compra entre manos, jovenzuelos que buscaban liar con un grupo de chicas en el bar de al lado...
Público no les faltaba.
El hombre comenzó a sudar un poco, no se esperaba quizás que los chicos se atreviesen a llevarle la contraria. Nervioso, lanzaba constantes miradas a su alrededor, temiéndose seguramente un rapapolvo. Por suerte o por desgracia, por la cercanía no parecía haber ningún chunin o jounin que les ayudase a salvar la situación.
—Vamos, devuelve las monedas y olvidamos el asunto. Además, no te dan ni para una borrachera... no empieces una guerra por una lucha perdida...
El estómago del hombre comenzó a rugir, mucho. Demasiado, a decir verdad. No parecía normal, desde luego que no. Observaba aún mas su alrededor, aún más nervioso si es que cabe la opción. Cerró los ojos, se llevó las manos a la cabeza, casi parecía querer tirarse de los pelos... aunque no tenía.
—¡AAAAAAHHHH! —el hombre estalló, no literalmente. —¡I naiyō haishutsu!
Y tremendo pedo se tiró.
Literalmente el hombre se vació, con un pedo que cubrió todo el lugar en una nube de tono entre marrón y grisáceo. Si para los allí presentes el olor era asquerosamente insoportable, no habría palabras para definir lo que el Inuzuka sintió pasando por sus fosas nasales.
Una arcada. Con lágrimas en los ojos, y las manos en la boca, logró evitar que floreciese a modo de vómito. Una segunda arcada. De nuevo, hizo de tripas corazón, y pudo evitar que fuese a más.
La nube tóxica desapareció en apenas un par de segundos, al igual que el hombre.
Sin embargo, el efecto había sido aterrador. La técnica del hombre era tremenda, despiadada, sin escrúpulos... y más aún para un Inuzuka, con su maldito olfato superdesarrollado. La tercera arcada llegó, y el chico hasta clavó las rodillas en el suelo. Se retorcía del propio malestar que ese olor le había producido.
—L-la madre... q-que... que lo ¡PARIÓ! —escupió el chico, realmente enfadado.
¡Plunch!
Clavó su puño contra el suelo, aún intentando recuperarse. El Inuzuka seguramente sería el último de los afectados capaz de recomponerse... aunque el resto no es que hubiesen salido impunes.
El ambiente se caldeó, sobre todo para cuando el hombretón sacó las monedas de la mano del otro chico de un mero guantazo. Hasta el chico, que momentos atrás había quedado sin palabras, reaccionó en pos de reclamar lo que era suyo por derecho. Conforme las voces se alzaban, el dueño de la tienda terminó por asomar hacia afuera, intrigado por lo que pudiere pasar. No era el único interesado, las miradas comenzaron a cernirse sobre los tres implicados. Las miradas no sabían muy bien a quién apoyar, pues nadie se había fijado en el suceso hasta ese mismo instante. Abuelos, niños, mujeres que aún tenían las bolsas de la compra entre manos, jovenzuelos que buscaban liar con un grupo de chicas en el bar de al lado...
Público no les faltaba.
El hombre comenzó a sudar un poco, no se esperaba quizás que los chicos se atreviesen a llevarle la contraria. Nervioso, lanzaba constantes miradas a su alrededor, temiéndose seguramente un rapapolvo. Por suerte o por desgracia, por la cercanía no parecía haber ningún chunin o jounin que les ayudase a salvar la situación.
—Vamos, devuelve las monedas y olvidamos el asunto. Además, no te dan ni para una borrachera... no empieces una guerra por una lucha perdida...
El estómago del hombre comenzó a rugir, mucho. Demasiado, a decir verdad. No parecía normal, desde luego que no. Observaba aún mas su alrededor, aún más nervioso si es que cabe la opción. Cerró los ojos, se llevó las manos a la cabeza, casi parecía querer tirarse de los pelos... aunque no tenía.
—¡AAAAAAHHHH! —el hombre estalló, no literalmente. —¡I naiyō haishutsu!
Y tremendo pedo se tiró.
Literalmente el hombre se vació, con un pedo que cubrió todo el lugar en una nube de tono entre marrón y grisáceo. Si para los allí presentes el olor era asquerosamente insoportable, no habría palabras para definir lo que el Inuzuka sintió pasando por sus fosas nasales.
Una arcada. Con lágrimas en los ojos, y las manos en la boca, logró evitar que floreciese a modo de vómito. Una segunda arcada. De nuevo, hizo de tripas corazón, y pudo evitar que fuese a más.
La nube tóxica desapareció en apenas un par de segundos, al igual que el hombre.
Sin embargo, el efecto había sido aterrador. La técnica del hombre era tremenda, despiadada, sin escrúpulos... y más aún para un Inuzuka, con su maldito olfato superdesarrollado. La tercera arcada llegó, y el chico hasta clavó las rodillas en el suelo. Se retorcía del propio malestar que ese olor le había producido.
—L-la madre... q-que... que lo ¡PARIÓ! —escupió el chico, realmente enfadado.
¡Plunch!
Clavó su puño contra el suelo, aún intentando recuperarse. El Inuzuka seguramente sería el último de los afectados capaz de recomponerse... aunque el resto no es que hubiesen salido impunes.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~