7/04/2019, 18:29
(Última modificación: 7/04/2019, 18:31 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Roga aceptó sus disculpas. Daruu sonrió y asintió, conforme. Mejor. No quería que en su primera misión con un subordinado ya le cogiesen manía. Sin embargo, Roga no se limitó a aceptar sus disculpas y arremetió con... algo totalmente inesperado. ¿Un mensaje de Tsukiyama Daigo, el chico que conoció en el Torneo de los Dojos y junto al que recibió una brutal paliza de alguien que, por no ser shinobi, no podía presentarse a la competición?
—Al parecer, ese chico fue uno de los tantos involucrados junto a varios shinobis de la hierba en un altercado con otros de la espiral durante el examen chuunin. Y sin embargo, pese a que actualmente las aldeas mantienen cierta tensión, mostró interés por ti, en saber si estabas bien— Se mantenía sereno todo el tiempo al explicar. —Ya que él no tiene medio para contactarte, me pidió favor que te transmitiera su preocupación si alguna vez me cruzaba contigo— Remató.
Daruu rio y se cruzó de brazos, mirando al cielo y dejando que la lluvia bañara su rostro.
—¡Aahh, Daigo, todavía te acuerdas de mi! —dijo, como hablándole a la nada—. Pero si tanto te acuerdas deberías saber que no se me mata tan fácilmente. —Miró a Roga—. Bueno, pues muchas gracias, Roga. Si me lo encuentro le diré que recibí su mensaje de tu parte.
»Ahora continuemos, no vaya a ser que se nos haga de noche antes de tiempo.
Roga y Daruu reanudaron la marcha, ambos más animados. El asunto de Daigo había permitido limar un poco las asperezas del primer encuentro. Al cabo de un par de horas de travesía, divisaron al fondo el gran bosque de tumbas del Cementerio del Gobi. Aunque Daruu no era un creyente fervoroso, y menos en las tonterías de espíritus y fantasmas, no pudo evitar sentir un sobrecogedor escalofrío. La realidad era suficientemente oscura como para sentir miedo por las fantasías.
—Dios... ¿cuántos muertos debe haber aquí? ¿Cientos? ¿Miles? —«Kokuo, pese a que puedas tener razón en muchas, muchas cosas. Todo esto es obra tuya. Todo. ¿Cuántas familias habrás roto?»
—Al parecer, ese chico fue uno de los tantos involucrados junto a varios shinobis de la hierba en un altercado con otros de la espiral durante el examen chuunin. Y sin embargo, pese a que actualmente las aldeas mantienen cierta tensión, mostró interés por ti, en saber si estabas bien— Se mantenía sereno todo el tiempo al explicar. —Ya que él no tiene medio para contactarte, me pidió favor que te transmitiera su preocupación si alguna vez me cruzaba contigo— Remató.
Daruu rio y se cruzó de brazos, mirando al cielo y dejando que la lluvia bañara su rostro.
—¡Aahh, Daigo, todavía te acuerdas de mi! —dijo, como hablándole a la nada—. Pero si tanto te acuerdas deberías saber que no se me mata tan fácilmente. —Miró a Roga—. Bueno, pues muchas gracias, Roga. Si me lo encuentro le diré que recibí su mensaje de tu parte.
»Ahora continuemos, no vaya a ser que se nos haga de noche antes de tiempo.
Roga y Daruu reanudaron la marcha, ambos más animados. El asunto de Daigo había permitido limar un poco las asperezas del primer encuentro. Al cabo de un par de horas de travesía, divisaron al fondo el gran bosque de tumbas del Cementerio del Gobi. Aunque Daruu no era un creyente fervoroso, y menos en las tonterías de espíritus y fantasmas, no pudo evitar sentir un sobrecogedor escalofrío. La realidad era suficientemente oscura como para sentir miedo por las fantasías.
—Dios... ¿cuántos muertos debe haber aquí? ¿Cientos? ¿Miles? —«Kokuo, pese a que puedas tener razón en muchas, muchas cosas. Todo esto es obra tuya. Todo. ¿Cuántas familias habrás roto?»