8/04/2019, 00:36
El viento soplaba, anunciando con su fuerza que la lluvia comenzaba a acentuarse. Aunque en realidad se acercase el verano, la primavera daba sus últimos coletazos del año. Los presentes sentirían como se humedecía su ropa, y en breves segundos, las pestañas comenzarían a achicar el agua que caía en la cabeza para llegar a los ojos. Nada con lo que no pudiesen, pues todo ninja de Amegakure estaba especialmente acostumbrado a las precipitaciones. Raitaro estaba ciertamente emocionado. Su esfuerzo de varios años como autodidacta habían llegado donde él esperaba: Hacer lucir los resultados de su entrenamiento. Era evidente que ésto era así, pero su rostro no mostraba la mínima pizca de felicidad por uno de los momentos cumbre de su vida. Su mirada mostraba determinación, lo que todo soldado de Raijin debía sentir en el momento previo a un choque. En su mente se dibujaba multitud de resultados, pero sabía que, pasase lo que pasase, iba a ganar algo: La experiencia de sentir lo que, necesariamente, todos y cada uno de los héroes del pasado que, como él, sentían correr por sus venas el orgullo de su linaje.
Rompía el silencio con la estridente voz del muchacho de Yukio. Pronto, el sonido de los relámpagos chocaron con el tranquilizante sonido del caer de la lluvia, pudiendo atraer curiosos que tramiten los alrededores del lago. Aquél destello era el reflejo de todo su esfuerzo, el amor por su pasado y sus tradiciones residían en aquél cúmulo de relámpagos benditos por Raiden-sama, el cuál mediría el poder de dos chicos entregados a una misma misión: honrar su nombre. Raitaro lo había dicho, y así lo creía... 'El resultado nos honrará a ambos'. Ganase quien ganase, el simple hecho de medir el lariat ante el de otro Yotsuki, ya era señal de orgullo. El lariat estaba listo, y no sin poder sentir el de su compañero centellear la tierra, no debía lanzarse. Éste gesto se debía extender, demostrando que el lariat no iba a flaquear. Dando mayor dramatismo, pareciese que invocado por el poder de ambos, siendo pura casualidad del momento (y qué casualidad), un relámpago resonó en el cielo - ¡Niño, siéntete orgulloso! ¡Kaminari-sama nos observa! - exclamó en éxtasis el grandullón - ¡Lanza el mejor lariat que hayas lanzado nunca! - sentenció a la espera de que su rival estuviera preparado.
- ¡¡GYAAAAAAAAAH!! -
Rompía el silencio con la estridente voz del muchacho de Yukio. Pronto, el sonido de los relámpagos chocaron con el tranquilizante sonido del caer de la lluvia, pudiendo atraer curiosos que tramiten los alrededores del lago. Aquél destello era el reflejo de todo su esfuerzo, el amor por su pasado y sus tradiciones residían en aquél cúmulo de relámpagos benditos por Raiden-sama, el cuál mediría el poder de dos chicos entregados a una misma misión: honrar su nombre. Raitaro lo había dicho, y así lo creía... 'El resultado nos honrará a ambos'. Ganase quien ganase, el simple hecho de medir el lariat ante el de otro Yotsuki, ya era señal de orgullo. El lariat estaba listo, y no sin poder sentir el de su compañero centellear la tierra, no debía lanzarse. Éste gesto se debía extender, demostrando que el lariat no iba a flaquear. Dando mayor dramatismo, pareciese que invocado por el poder de ambos, siendo pura casualidad del momento (y qué casualidad), un relámpago resonó en el cielo - ¡Niño, siéntete orgulloso! ¡Kaminari-sama nos observa! - exclamó en éxtasis el grandullón - ¡Lanza el mejor lariat que hayas lanzado nunca! - sentenció a la espera de que su rival estuviera preparado.