10/04/2019, 02:13
El caminar les llevo hasta un grupo de pequeñas colinas a las afueras del pueblo. La tormenta se cernía sobre ellos, pequeña en la escala de los sabios del cielo e inconmensurable en la escala del hombre común. Las oscuras nubes retumbaban cual festival de tambores, y la tierra vibraba a su ritmo; lo difícil era el adivinar si lo hacía por miedo o acaso por emoción.
—El aire se siente un poco extraño —dijo Kazuma, sin saber que se estaba refiriendo a la alta energía acumulada en el ambiente—. Quizás es un poco tarde para preguntar, pero, ¿no esto un poco peligroso?
El corazón de la tempestad aún se hallaba lejos, pero la frecuencia de sus latidos iba en aumento, anticipando el inminente relámpago. Solo era cuestión de tiempo, como cuando el encanto de la música logra estallar el ánimo de las personas en las grandes festividades estacionales.
Y de pronto el relámpago, un blanco purísimo que ocupo todo su campo de visión durante un instante, para diluirse hasta revelar en el horizonte un rayo violáceo que hacía de puente entre el cielo y la tierra. Luego vino el trueno, más lento, pero con fuerza suficiente como para hacerle vibrar los pulmones y el aire que estos contenían.
—El aire se siente un poco extraño —dijo Kazuma, sin saber que se estaba refiriendo a la alta energía acumulada en el ambiente—. Quizás es un poco tarde para preguntar, pero, ¿no esto un poco peligroso?
El corazón de la tempestad aún se hallaba lejos, pero la frecuencia de sus latidos iba en aumento, anticipando el inminente relámpago. Solo era cuestión de tiempo, como cuando el encanto de la música logra estallar el ánimo de las personas en las grandes festividades estacionales.
Y de pronto el relámpago, un blanco purísimo que ocupo todo su campo de visión durante un instante, para diluirse hasta revelar en el horizonte un rayo violáceo que hacía de puente entre el cielo y la tierra. Luego vino el trueno, más lento, pero con fuerza suficiente como para hacerle vibrar los pulmones y el aire que estos contenían.