12/04/2019, 16:50
(Última modificación: 19/04/2019, 16:56 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Akame asistió, impasible como una estatua, a la presentación de aquel curioso personaje que no se limitó a decirle su nombre, sino que lo escenificó de una forma un tanto dramática. Allí, entre los bambúes, el músico puso en práctica lo que parecía una coreografía bien ensayada, que sin embargo no pareció llegar en absoluto al renegado. «Humpf, supongo que serán cosas de artistas. Al fin y al cabo, para componer música has de ser muy creativo... Y tener algún que otro tornillo flojo», se dijo el Uchiha.
—¿King? —repitió Akame, sorprendido—. Bueno, eso sí que es un apellido peculiar. ¿De dónde eres, King Rōga?
Entretanto, las manos del renegado se habían introducido en su yukata, buscando algo que no tardaron en hallar: una cajetilla de tabaco de marca y una caja de cerillas. Akame sacó un pitillo, se lo colocó en los labios y luego prendió una cerilla con la que lo encendió. Aspiró un par de hondas pitadas y luego dejó escapar el humo. Sintió un leve mareo —por contradictorio que pareciese, su vida de indigente en Tanzaku Gai le había forzado a prácticamente dejar de fumar en favor de otros placeres más culpables— y la boca seca, pero agradeció el sabor amargo del tabaco en la garganta. Era como volver a nacer. Akame estaba luchando por quitarse del omoide y reducir el consumo de alcohol, pues su nueva vida no le permitía semejantes lujos, y reemplazarlo por un viejo amigo había resultado una mitigación sorprendentemente efectiva.
—No te tengas en tan alta estima, King Rōga —contestó el Uchiha mientras daba otra pitada a su cigarro—. Hay muchos en Oonindo con la habilidad de leer, y de escuchar. Sólo se necesitan esas dos cosas para aprender un idioma.
El renegado examinó con curiosidad a aquel muchacho que vestía como un hombre, pero debía tener no más de doce o trece años.
—¿Te diriges a Murasame? —quiso saber—. Si es así, entonces podrías caminar conmigo, y cantarme alguna otra de tus canciones. Hace mucho que no escucho música.
—¿King? —repitió Akame, sorprendido—. Bueno, eso sí que es un apellido peculiar. ¿De dónde eres, King Rōga?
Entretanto, las manos del renegado se habían introducido en su yukata, buscando algo que no tardaron en hallar: una cajetilla de tabaco de marca y una caja de cerillas. Akame sacó un pitillo, se lo colocó en los labios y luego prendió una cerilla con la que lo encendió. Aspiró un par de hondas pitadas y luego dejó escapar el humo. Sintió un leve mareo —por contradictorio que pareciese, su vida de indigente en Tanzaku Gai le había forzado a prácticamente dejar de fumar en favor de otros placeres más culpables— y la boca seca, pero agradeció el sabor amargo del tabaco en la garganta. Era como volver a nacer. Akame estaba luchando por quitarse del omoide y reducir el consumo de alcohol, pues su nueva vida no le permitía semejantes lujos, y reemplazarlo por un viejo amigo había resultado una mitigación sorprendentemente efectiva.
—No te tengas en tan alta estima, King Rōga —contestó el Uchiha mientras daba otra pitada a su cigarro—. Hay muchos en Oonindo con la habilidad de leer, y de escuchar. Sólo se necesitan esas dos cosas para aprender un idioma.
El renegado examinó con curiosidad a aquel muchacho que vestía como un hombre, pero debía tener no más de doce o trece años.
—¿Te diriges a Murasame? —quiso saber—. Si es así, entonces podrías caminar conmigo, y cantarme alguna otra de tus canciones. Hace mucho que no escucho música.