18/04/2019, 22:16
(Última modificación: 19/04/2019, 16:58 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
«Un autodidacta con talento, vaya...»
Akame escuchaba atentamente las explicaciones de su inusual compañero de travesía. Parecía que Rōga no tenía ningún impedimento en saciar la curiosidad del vendado, despachando una a una sus preguntas con la misma facilidad con la que cantaba los versos de sus particulares tonadas. El Uchiha había conservado intacto su sentido de la curiosidad, de modo que aquella conversación le estaba resultando muy gustosa. Tenía presente, no obstante, que pese a no encontrarse cerca de Tanzaku Gai, debía mantener un perfil bajo si quería pasar desapercibido. «¿Habrá levantado ya la liebre esa condenada metiche?»
Mientras fumaba un par de pitadas de su propio cigarro, Akame observó con una media sonrisa la duda del muchacho. Si bien era consciente de que aquel chico se trataba de alguien muy joven como para andar fumando, para el Uchiha aquella suerte de cánones morales hacía tiempo que habían perdido casi todo —si no todo— su significado.
—Es sencillo, y más fácil todavía encariñarse con estos pequeños cabrones —respondió—. Te lo pones en la boca por el lado de la boquilla, pero no lo mames, porque la mojarás y cuando aspires perderás gran parte del sabor. Dale.
Cuando Rōga se lo hubiese colocado entre los labios siguiendo sus indicaciones, Akame sacaría una cerilla de su caja con movimientos de dedos expertos y la prendería antes siquiera de que el joven músico pudiera darse cuenta. Arrimándole el fósforo encendido a la cabeza del tabaco, el Uchiha le indicaría cómo proceder con el tono de un auténtico maestro.
—Ahora tienes que encenderlo. Arrima la cerilla a la cabeza y aspira... —luego apagó el fósforo y lo arrojó al suelo—. Para fumar, aspiras el tabaco, cuando tengas el humo en la boca te lo tragas, y luego lo dejas ir.
Como ejemplo, el renegado le dio una buena calada al suyo. El sabor amargo del tabaco le inundó la boca y el humo salió por sus fosas nasales unos instantes después.
—Así que el "Rey Colmillo de Lobo"... Es un apodo un tanto pretencioso para un simple cantautor, ¿no? —inquirió, con una media sonrisa que hizo estirarse algunas de las vendas que cubrían parte de su rostro calcinado—. Tienes razón, tienes razón. Las normas básicas de cortesía exigen que una persona dé su nombre antes de preguntar por el de otros. Qué despiste el mío...
»Me puedes llamar Akame.
¿Qué sentido tenía mentir si uno era pésimo en ello? El Uchiha lo sabía y por eso ni siquiera se molestaba en ocultar su verdadero nombre. No, su auténtico subterfugio estaba en las vendas que le tapaban medio rostro... Y en que todos los que le habían conocido podrían jurar sobre lo más sagrado que aquel joven shinobi había muerto. «O al menos, así debería ser...»
Akame escuchaba atentamente las explicaciones de su inusual compañero de travesía. Parecía que Rōga no tenía ningún impedimento en saciar la curiosidad del vendado, despachando una a una sus preguntas con la misma facilidad con la que cantaba los versos de sus particulares tonadas. El Uchiha había conservado intacto su sentido de la curiosidad, de modo que aquella conversación le estaba resultando muy gustosa. Tenía presente, no obstante, que pese a no encontrarse cerca de Tanzaku Gai, debía mantener un perfil bajo si quería pasar desapercibido. «¿Habrá levantado ya la liebre esa condenada metiche?»
Mientras fumaba un par de pitadas de su propio cigarro, Akame observó con una media sonrisa la duda del muchacho. Si bien era consciente de que aquel chico se trataba de alguien muy joven como para andar fumando, para el Uchiha aquella suerte de cánones morales hacía tiempo que habían perdido casi todo —si no todo— su significado.
—Es sencillo, y más fácil todavía encariñarse con estos pequeños cabrones —respondió—. Te lo pones en la boca por el lado de la boquilla, pero no lo mames, porque la mojarás y cuando aspires perderás gran parte del sabor. Dale.
Cuando Rōga se lo hubiese colocado entre los labios siguiendo sus indicaciones, Akame sacaría una cerilla de su caja con movimientos de dedos expertos y la prendería antes siquiera de que el joven músico pudiera darse cuenta. Arrimándole el fósforo encendido a la cabeza del tabaco, el Uchiha le indicaría cómo proceder con el tono de un auténtico maestro.
—Ahora tienes que encenderlo. Arrima la cerilla a la cabeza y aspira... —luego apagó el fósforo y lo arrojó al suelo—. Para fumar, aspiras el tabaco, cuando tengas el humo en la boca te lo tragas, y luego lo dejas ir.
Como ejemplo, el renegado le dio una buena calada al suyo. El sabor amargo del tabaco le inundó la boca y el humo salió por sus fosas nasales unos instantes después.
—Así que el "Rey Colmillo de Lobo"... Es un apodo un tanto pretencioso para un simple cantautor, ¿no? —inquirió, con una media sonrisa que hizo estirarse algunas de las vendas que cubrían parte de su rostro calcinado—. Tienes razón, tienes razón. Las normas básicas de cortesía exigen que una persona dé su nombre antes de preguntar por el de otros. Qué despiste el mío...
»Me puedes llamar Akame.
¿Qué sentido tenía mentir si uno era pésimo en ello? El Uchiha lo sabía y por eso ni siquiera se molestaba en ocultar su verdadero nombre. No, su auténtico subterfugio estaba en las vendas que le tapaban medio rostro... Y en que todos los que le habían conocido podrían jurar sobre lo más sagrado que aquel joven shinobi había muerto. «O al menos, así debería ser...»