20/04/2019, 16:17
(Última modificación: 20/04/2019, 20:21 por King Roga. Editado 2 veces en total.)
—¡Tonterías!— replicó con extremo positivismo. —Si no les gustan los viajeros, yo los haré cambiar de opinión— De eso se trataba su arte, de hacer reflexionar a la gente y tocar corazones. —Además mírate, que con esos vendajes y esa arma es normal que alguien conservador no dudase— El Yotsuki tampoco era que luciese más de fiar, pero al menos entendía los motivos por los cuales guardaban distancia.
Si tenía que meterse a la boca del lobo para ello, pues que así fuera. Más que espíritu aventurero y ciega confianza, era el anhelo de verse envuelto en el misticismo del aire para comprenderlo mejor. Tenía el deseo de descubrir que era esa aura rara de misterio en aquel lugar, bajo la capa de cotidianidad. ¿Inocencia de niño? Parece mentira que aún le quedase algo de eso.
—Oh~ Dalo por hecho— contestó desafiante antes de irse dando saltitos.
Un nombre de edad un tanto avanzada se hallaba barriendo el empedrado enfrente de la puerta de su casa con tranquilidad, pero se frenó en cuanto observó al niño vestido como hijo de jefe de la mafia acercarse. Se le hubiesen puesto los pelos de punta, de no ser porque ya no había cabellera ahí arriba. Tembló unos instantes y se arrimó la escoba, encogiéndose un poco ante su presencia.
De lejos, Akame vería al de cabellos tricolor persuadiendo al anciano mientras este hablaba y señalaba al camino. Cuando terminó de hablar, el anciano hizo una tímida reverencia y continuó barriendo con nerviosismo, mientras Rōga regresaba con una sonrisa de oreja a oreja.
—Hay un hostal girando sobre esta calle, sólo tenemos que seguir el camino serpenteante en curva— señaló la vereda y caminó al frente, tomando el liderato de la marcha.
Mientras caminasen por ahí, verían una extraña procesión en su ruta. Era un grupo cómo de seis personas, llevando un palanquín de sedas transparentes que dejaban a la vista una jovencita vestida con un kimono de novia shiramuko. Y sin embargo, era tan pequeña que fácilmente podrías deducir que no superaba los trece años. No era posible ver su mirada al estar escondida por el wataboshi, pero sus labios curvados hacia abajo dejaban entrever que no estaba muy feliz.
—¿Qué demonios? ¡Pero si tendrá mi edad!— Pensó en voz alta aquel que minutos atrás estaba intentando fumar.
Si tenía que meterse a la boca del lobo para ello, pues que así fuera. Más que espíritu aventurero y ciega confianza, era el anhelo de verse envuelto en el misticismo del aire para comprenderlo mejor. Tenía el deseo de descubrir que era esa aura rara de misterio en aquel lugar, bajo la capa de cotidianidad. ¿Inocencia de niño? Parece mentira que aún le quedase algo de eso.
—Oh~ Dalo por hecho— contestó desafiante antes de irse dando saltitos.
Un nombre de edad un tanto avanzada se hallaba barriendo el empedrado enfrente de la puerta de su casa con tranquilidad, pero se frenó en cuanto observó al niño vestido como hijo de jefe de la mafia acercarse. Se le hubiesen puesto los pelos de punta, de no ser porque ya no había cabellera ahí arriba. Tembló unos instantes y se arrimó la escoba, encogiéndose un poco ante su presencia.
De lejos, Akame vería al de cabellos tricolor persuadiendo al anciano mientras este hablaba y señalaba al camino. Cuando terminó de hablar, el anciano hizo una tímida reverencia y continuó barriendo con nerviosismo, mientras Rōga regresaba con una sonrisa de oreja a oreja.
—Hay un hostal girando sobre esta calle, sólo tenemos que seguir el camino serpenteante en curva— señaló la vereda y caminó al frente, tomando el liderato de la marcha.
Mientras caminasen por ahí, verían una extraña procesión en su ruta. Era un grupo cómo de seis personas, llevando un palanquín de sedas transparentes que dejaban a la vista una jovencita vestida con un kimono de novia shiramuko. Y sin embargo, era tan pequeña que fácilmente podrías deducir que no superaba los trece años. No era posible ver su mirada al estar escondida por el wataboshi, pero sus labios curvados hacia abajo dejaban entrever que no estaba muy feliz.
—¿Qué demonios? ¡Pero si tendrá mi edad!— Pensó en voz alta aquel que minutos atrás estaba intentando fumar.