20/04/2019, 19:54
«La espada todavía, pero, ¿¡mi vendaje!? ¿Que a esta gente no les gustan los heridos o qué? Hmpf, menudo poblado de capacitistas», pensó Akame tras resoplar como un borrico, molesto. Entendía que su aspecto solía suscitar más desconfianza que otra cosa, pero le gustaba pensar que la visión de su rostro desfigurado era mucho peor que la de unos cuantos vendajes sucios por el polvo del camino. Igualmente, tomó el comentario de Rōga y lo tragó, dejando que el silencio fuera su única respuesta.
Mientras veía al muchacho hablar con un anciano que parecía más receloso que los demás, Akame se tomaba unos momentos para rebuscar entre sus ropas un último cigarrillo. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su rostro cuando lo encontró, y antes de lo que un kusareño gritaba "me rindo", tenía el pitillo encendido entre los labios. Cuando Rōga volvió con la información que necesitaban, el renegado se limitó a asentir y seguir su estela.
Pasaba en ese momento una comitiva un tanto peculiar; Akame se detuvo y observó, con el tabaco prendido entre los dientes y un hilillo de humo gris ascendiendo por la cabeza anaranjada del mismo. «¿Una procesión noble?», se preguntó el Uchiha. Descartó la hipótesis tan pronto vio el vestido de novia de la chiquilla que llevaban en volandas. «¿Qué mierda...?» Rōga verbalizó sus pensamientos casi al momento.
—Hmpf, de modo que éste es uno de esos lugares —masculló Akame, sin dejar de sujetar la boquilla del cigarro con los dientes—. A veces, en los pueblos muy rurales como este, hay reglas que no valen... O que cambian. Pobre muchacha.
No quedaba muy claro si la explicación iba dirigida al muchacho de la Tormenta o era un pensamiento en voz alta. Akame fumó una honda calada y retuvo el humo unos segundos.
—¿Te sientes afortunado hoy, Rōga-san? Si te queda algo más de ese estilo tuyo, podrías averiguar qué diablos con esta procesión tan siniestra —dejó caer la posibilidad como si no fuese más que una idea dicha a viva voz—. Aunque algo me dice que los lugareños no van a estar tan dispuestos a contarte sobre sus tradiciones, y yo tengo hambre. Tal vez podemos preguntar en el hostel.
Mientras veía al muchacho hablar con un anciano que parecía más receloso que los demás, Akame se tomaba unos momentos para rebuscar entre sus ropas un último cigarrillo. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su rostro cuando lo encontró, y antes de lo que un kusareño gritaba "me rindo", tenía el pitillo encendido entre los labios. Cuando Rōga volvió con la información que necesitaban, el renegado se limitó a asentir y seguir su estela.
Pasaba en ese momento una comitiva un tanto peculiar; Akame se detuvo y observó, con el tabaco prendido entre los dientes y un hilillo de humo gris ascendiendo por la cabeza anaranjada del mismo. «¿Una procesión noble?», se preguntó el Uchiha. Descartó la hipótesis tan pronto vio el vestido de novia de la chiquilla que llevaban en volandas. «¿Qué mierda...?» Rōga verbalizó sus pensamientos casi al momento.
—Hmpf, de modo que éste es uno de esos lugares —masculló Akame, sin dejar de sujetar la boquilla del cigarro con los dientes—. A veces, en los pueblos muy rurales como este, hay reglas que no valen... O que cambian. Pobre muchacha.
No quedaba muy claro si la explicación iba dirigida al muchacho de la Tormenta o era un pensamiento en voz alta. Akame fumó una honda calada y retuvo el humo unos segundos.
—¿Te sientes afortunado hoy, Rōga-san? Si te queda algo más de ese estilo tuyo, podrías averiguar qué diablos con esta procesión tan siniestra —dejó caer la posibilidad como si no fuese más que una idea dicha a viva voz—. Aunque algo me dice que los lugareños no van a estar tan dispuestos a contarte sobre sus tradiciones, y yo tengo hambre. Tal vez podemos preguntar en el hostel.