22/04/2019, 12:13
«Heh, Rōga-san... Si algo no me falta en esta nueva vida, son motivaciones», pensó para sí el Uchiha mientras sus labios maltrechos formaban una sonrisa un tanto indescifrable. Dejó que aquellos pensamientos quedaran prisioneros. Luego, comenzó a caminar siguiendo la estela del misterioso séquito.
Cuando, en un momento dado, Rōga sugirió seguir a la comitiva escondidos entre los bambúes —Akame supuso, por la actitud de los lugareños, que sería mal visto el andar husmeando cerca de aquel palanquín y sus porteadores—, el Uchiha se limitó a asentir e imitar al muchacho. «Vaya vaya, Rōga-san, eres bastante diestro para ser un simple artista», pensó con malicia el renegado al advertir la forma de caminar sigilosamente de su acompañante, nada propia de un civil no instruído.
Luego, tras un rato, la comitiva pareció llegar a uno de los puntos claves del camino. Akame observó la escena, curioso, especialmente interesado por las dos ancianas invidentes; «deben ser monjas o sacerdotisas, tal vez parte de este curioso cortejo matrimonial. ¿Y qué con los gallos?» Desde su escondite junto al músico, Akame se cruzó de brazos, reflexivo.
—Esto no tiene sentido —dijo, al cabo de unos momentos—. El ritual parece ser sumamente importante para los lugareños, no había más que ver cómo los aldeanos le profesaban sus respetos a la comitiva. Y sin embargo, toda esta parafernalia "galliaria" parece a punto de caerse a pedazos. ¿No temen la ira de los dioses por tener su lugar de culto en tan lamentable estado? Claramente ese arco necesita algo de mantenimiento.
Cuando, en un momento dado, Rōga sugirió seguir a la comitiva escondidos entre los bambúes —Akame supuso, por la actitud de los lugareños, que sería mal visto el andar husmeando cerca de aquel palanquín y sus porteadores—, el Uchiha se limitó a asentir e imitar al muchacho. «Vaya vaya, Rōga-san, eres bastante diestro para ser un simple artista», pensó con malicia el renegado al advertir la forma de caminar sigilosamente de su acompañante, nada propia de un civil no instruído.
Luego, tras un rato, la comitiva pareció llegar a uno de los puntos claves del camino. Akame observó la escena, curioso, especialmente interesado por las dos ancianas invidentes; «deben ser monjas o sacerdotisas, tal vez parte de este curioso cortejo matrimonial. ¿Y qué con los gallos?» Desde su escondite junto al músico, Akame se cruzó de brazos, reflexivo.
—Esto no tiene sentido —dijo, al cabo de unos momentos—. El ritual parece ser sumamente importante para los lugareños, no había más que ver cómo los aldeanos le profesaban sus respetos a la comitiva. Y sin embargo, toda esta parafernalia "galliaria" parece a punto de caerse a pedazos. ¿No temen la ira de los dioses por tener su lugar de culto en tan lamentable estado? Claramente ese arco necesita algo de mantenimiento.