22/04/2019, 17:21
(Última modificación: 22/04/2019, 17:32 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
"Ay no, otra vez no." Suspiró al ver aquellos ojos rojos con tres aspas. "Bueno lobo, es hora de hacerte la vaca. Mataré más de una pasión hoy." Sonrío y rodó los ojos mientras el de la espada saltaba a la acción. ¿Qué haría en su caso? Si su teoría era cierta, el otro ya estaba más que al tanto de que era un shinobi. Le quitaba un peso de encima, pero ahora también le corroboraba su teoría de que el vendado no era un mercenario cualquiera.
La chica ciega sintió el forzado abrazo de Akame y ladeó la cabeza, confundida. Ya viéndola de cerca notaría que estaba peinada con un corte de princesa, y sus uñas pintadas de dorado. Sus facciones, aún cuando sus ojos no eran visibles, la hacían lucir cómo una fina muñeca de porcelana. Tan esbelta y bella cómo para ser de verdad.
—¿Quién eres?— Preguntó. Su voz no denotaba miedo, por extraño que parezca. Únicamente incertidumbre. —No eres Kiyoshi, no eres de Murasame, ni tampoco de ellos— Sonaba exigente, mucho más consciente de su alrededor pese a lo que pudiesen imaginar.
Las dos ancianas azotaron sus báculos contra el suelo a la vez.
—¿Quién ha osado interrumpir la sagrada ascención de la elegida?— Inquirió una de las ancianas.
—Ella se casará con un dios hoy, es un sacrilegio interferir— Apuntó la segunda.
Es ahí, dónde entraba el Yotsuki a la escena. Pegando un brinco desde la altura ya sin intención de ocultar sus habilidades y deteniéndose justo enfrente.
—Con todo el respeto que se merecen ustedes como adorables abuelitas, creo que deberían largarse pues la cosa está a punto de ponerse peliaguda— dijo burlesco.
—¡Son ustedes!— Ambas señalaron al niño con sus bastones.
A lo lejos, el sonido de pirotécnicos se repitió en lo profundo del bosque, indicando que quizás los miembros de la procesión estaban a medio encontronazo con el responsable del ataque.
—Me harías un gran favor si me sacas de aquí— susurró mientras halaba de las harapientas prendas superiores de Akame con aquellos suaves dedos de pastel que ella poseía.
—Alguien de los presentes necesita ordenar sus prioridades— vio de reojo al Uchiha, asintiendo mientras se ajustaba el kasa y luego echó a saltar con rumbo a donde parecía estarse dando la trifulca.
La chica ciega sintió el forzado abrazo de Akame y ladeó la cabeza, confundida. Ya viéndola de cerca notaría que estaba peinada con un corte de princesa, y sus uñas pintadas de dorado. Sus facciones, aún cuando sus ojos no eran visibles, la hacían lucir cómo una fina muñeca de porcelana. Tan esbelta y bella cómo para ser de verdad.
—¿Quién eres?— Preguntó. Su voz no denotaba miedo, por extraño que parezca. Únicamente incertidumbre. —No eres Kiyoshi, no eres de Murasame, ni tampoco de ellos— Sonaba exigente, mucho más consciente de su alrededor pese a lo que pudiesen imaginar.
Las dos ancianas azotaron sus báculos contra el suelo a la vez.
—¿Quién ha osado interrumpir la sagrada ascención de la elegida?— Inquirió una de las ancianas.
—Ella se casará con un dios hoy, es un sacrilegio interferir— Apuntó la segunda.
Es ahí, dónde entraba el Yotsuki a la escena. Pegando un brinco desde la altura ya sin intención de ocultar sus habilidades y deteniéndose justo enfrente.
—Con todo el respeto que se merecen ustedes como adorables abuelitas, creo que deberían largarse pues la cosa está a punto de ponerse peliaguda— dijo burlesco.
—¡Son ustedes!— Ambas señalaron al niño con sus bastones.
A lo lejos, el sonido de pirotécnicos se repitió en lo profundo del bosque, indicando que quizás los miembros de la procesión estaban a medio encontronazo con el responsable del ataque.
—Me harías un gran favor si me sacas de aquí— susurró mientras halaba de las harapientas prendas superiores de Akame con aquellos suaves dedos de pastel que ella poseía.
—Alguien de los presentes necesita ordenar sus prioridades— vio de reojo al Uchiha, asintiendo mientras se ajustaba el kasa y luego echó a saltar con rumbo a donde parecía estarse dando la trifulca.