23/04/2019, 21:22
El Uchiha no hizo el menor caso a los sarcasmos de Rōga; él mismo no disponía de ninguna técnica de Agua ni algún otro jutsu que pudiera ser inmediatamente útil en esa situación, de modo que la opción más eficiente era tratar de ponerle freno al incendiario rápidamente. Y eso sí que podía hacerlo.
—Tú te encargas de los porteadores, yo del pirómano —le dijo al de la Tormenta, y sin darle mucha opción a protestar, el Kage Bunshin se lanzó a la persecución del tipo del carcaj.
Su velocidad era claramente superior a la del tirador, de modo que Akame confiaba en poder llegar hasta él rápidamente si tenía el camino despejado. El humo era un problema, en efecto, pero nada que un ex jōnin no pudiera solventar. Su mano zurda formó el sello del Carnero, y el Kage Bunshin pegó un gran soplido que se llevó por delante la cortina de humo que aquel pirómano estaba usando a su favor. Con el campo clareado, el Uchiha trató de usar su velocidad superior para llegar hasta el enemigo y enfrentarle.
Por su parte, el verdadero Akame escuchaba pacientemente —ignorando los desmanes autoritarios de la muchacha— la historia de aquella que había sido exiliada de su propia familia por aquel defecto de nacimiento, y entregada a la gente de Murasame bajo la premisa de ser la elegida de un dios. «Pobre muchacha, unos la echan a escobazos de la casa y otros sólo la quieren para a saber qué tipo de extraño rito... Lo de las itako suena a secta de manual», pensaba el renegado. Sin embargo, no dijo nada, y simplemente siguió escuchando el relato.
Cuando Okawa empezó a enumerar las distintas penurias por las que le habían hecho pasar durante su "adiestramiento chamánico", Akame no pudo evitar sentir un punto de empatía por ella. Apenas era una niña y aquellos condicionamientos sonaban realmente duros, equiparables a los de un entrenamiento ninja o incluso peores en ciertos aspectos. «¿Acaba de decir que estuvo cien jodidos días sin dormir?» El Uchiha no daba crédito. «¿Y todo esto por qué, para qué? ¿Qué mierda es eso de "rito chamánico"?»
Akame entendía que algunas personas hacían pasar por todas aquellas cosas a los niños. Y, desde que su visión del mundo ninja había sufrido un vuelco y sido puesta del revés, no podía evitar sentir un profundo rechazo. «Los niños... Los niños deberían ser niños, maldita sea.» Aquellos pensamientos no hicieron sino que el renegado empatizarar más con aquella chiquilla. Y, aun así, ¿qué podía hacer él?
—Por los cuernos de Susano'o, chica. Estás realmente jodida —Akame verbalizó lo evidente—. Supongo que no tienes idea de quiénes son esos que intentan secuestrarte, ¿me equivoco?
—Tú te encargas de los porteadores, yo del pirómano —le dijo al de la Tormenta, y sin darle mucha opción a protestar, el Kage Bunshin se lanzó a la persecución del tipo del carcaj.
Su velocidad era claramente superior a la del tirador, de modo que Akame confiaba en poder llegar hasta él rápidamente si tenía el camino despejado. El humo era un problema, en efecto, pero nada que un ex jōnin no pudiera solventar. Su mano zurda formó el sello del Carnero, y el Kage Bunshin pegó un gran soplido que se llevó por delante la cortina de humo que aquel pirómano estaba usando a su favor. Con el campo clareado, el Uchiha trató de usar su velocidad superior para llegar hasta el enemigo y enfrentarle.
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Por su parte, el verdadero Akame escuchaba pacientemente —ignorando los desmanes autoritarios de la muchacha— la historia de aquella que había sido exiliada de su propia familia por aquel defecto de nacimiento, y entregada a la gente de Murasame bajo la premisa de ser la elegida de un dios. «Pobre muchacha, unos la echan a escobazos de la casa y otros sólo la quieren para a saber qué tipo de extraño rito... Lo de las itako suena a secta de manual», pensaba el renegado. Sin embargo, no dijo nada, y simplemente siguió escuchando el relato.
Cuando Okawa empezó a enumerar las distintas penurias por las que le habían hecho pasar durante su "adiestramiento chamánico", Akame no pudo evitar sentir un punto de empatía por ella. Apenas era una niña y aquellos condicionamientos sonaban realmente duros, equiparables a los de un entrenamiento ninja o incluso peores en ciertos aspectos. «¿Acaba de decir que estuvo cien jodidos días sin dormir?» El Uchiha no daba crédito. «¿Y todo esto por qué, para qué? ¿Qué mierda es eso de "rito chamánico"?»
Akame entendía que algunas personas hacían pasar por todas aquellas cosas a los niños. Y, desde que su visión del mundo ninja había sufrido un vuelco y sido puesta del revés, no podía evitar sentir un profundo rechazo. «Los niños... Los niños deberían ser niños, maldita sea.» Aquellos pensamientos no hicieron sino que el renegado empatizarar más con aquella chiquilla. Y, aun así, ¿qué podía hacer él?
—Por los cuernos de Susano'o, chica. Estás realmente jodida —Akame verbalizó lo evidente—. Supongo que no tienes idea de quiénes son esos que intentan secuestrarte, ¿me equivoco?