24/04/2019, 05:01
—¡Lobo al rescate!— se dirigió hacia los aldeanos encerrados entre las llamas. —Escuchen, que no podemos dejar que el fuego se siga propagando. Vamos a salir de aquí y a detener el incendio a la vez. ¿Están de acuerdo? Ya que estamos, ¿alguno de ustedes tiene algo filoso?— Preguntaría sin dar tiempo a que los otros pudiesen preguntar.
Los hombres se miraron los unos a los otros, asustados. Fue entonces cuando uno, le extendió una Kodachi que llevaba escondida en la parte trasera de sus ropajes. ¿Porqué llevaba un arma? Esa pregunta era para después.
Lo importante, es que el Yotsuki se la arrebató de las manos mientras oteaba la zona en busca de espacios donde las cajas no hubiesen detonado. Algunas cañas caían y el grupo de civiles se mantenía con miedo, pero el genin se mantenía estoico tratando de encontrar la forma de salir.
—Síganme— Indicó.
Ellos le siguieron, porque no tenían más opción. Bueno, si podían achicharrarse, pero no era agradable.
Él podía sortear con facilidad lo caído, no así los sujetos. Sin embargo, trataba de no dejarlos atrás. El arma sería envuelta en una capa de rayos, cortando el bambú cómo el cuchillo caliente a la mantequilla. Tenía en claro que debía abrir paso a la vez que cortar el combustible de las llamas.
—Salgan por aquí, pero deben volver con machetes o lo que sea para que el bosque entero no se queme. ¡Rápido!— Ordenó con toda la autoridad posible.
Entre tanto, Akame dispersaría la humareda, dejando finalmente al descubierto a aquel mugriento agresor, literalmente.
Era un muchacho que rondaba los catorce años, con el pelo tieso a falta de peine, pero no sucio como tal. Sus ropas de color verdoso opaco estaban extremadamente gastadas, llenas de parches, costuras y algún agujero que no pudo ser encubierto por una de esas dos opciones. Le decoraba una capa hecha con pieles de macacos y tenía la cara pintada con extraños diseños de líneas en negro, intentando servir de camuflaje. Abrió los ojos como platos al sentirse descubierto.
No tenía intención de darle la espalda a su perseguidor, por lo que se detuvo mientras intentaba llevarse la mano derecha hacia una de las dos bolsas que colgaban de su cadera. Temblaba de miedo cómo un ratón en un agujero, sabiendo que un gato le estaba esperando afuera. No contempló que le descubriesen y poco le faltaba para ponerse a llorar ahí mismo. Incluso el humo del incienso en su zurda era errático por el tembleque. ¿Como es que el culpable tenía más miedo que las víctimas?
La ciega alzó las cejas durante el momento de silencio de Akame, aunque al estar dándole la espalda, no se daría cuenta de ello.
Se dio la vuelta lentamente, sonriendo con curiosidad mientras el vendado hablaba.
—No sé quienes son, pero creo saber que buscan en mí— admitió con tono imponente, aunque no iba dirigido a Akame. —Parte de todo esto, es porque se supone que debo ser una guía para los demás. Las itako deben suplir los vacíos emocionales y espirituales de las personas, pero para ello yo debía madurar. Aunque, crecer a marchas forzadas me abrió un poco los ojos— que ironía en aquellas palabras. —¿Sabes? Aparte de Kiyoshi, eres el único que se ha compadecido de mi— afirmó mientras alineaba su mirada perdida justo hacia el Uchiha.
»No puedo ver, pero tengo el don de percibir las emociones de los demás a mi alrededor, cómo si fuesen mías. Es por ello que intenté subir de aquel lado de la colina, porque la curiosidad tuya y de tu amiguito al seguir la procesión era impropia de nadie que conociese la situación de Murasame. Nadie puede esconder su corazón de mí.
No creía necesario dar más detalles o explicar sus deducciones, pues si era un chico listo, daba por sentando que podría entender todas las implicaciones de sus palabras.
Los hombres se miraron los unos a los otros, asustados. Fue entonces cuando uno, le extendió una Kodachi que llevaba escondida en la parte trasera de sus ropajes. ¿Porqué llevaba un arma? Esa pregunta era para después.
Lo importante, es que el Yotsuki se la arrebató de las manos mientras oteaba la zona en busca de espacios donde las cajas no hubiesen detonado. Algunas cañas caían y el grupo de civiles se mantenía con miedo, pero el genin se mantenía estoico tratando de encontrar la forma de salir.
—Síganme— Indicó.
Ellos le siguieron, porque no tenían más opción. Bueno, si podían achicharrarse, pero no era agradable.
Él podía sortear con facilidad lo caído, no así los sujetos. Sin embargo, trataba de no dejarlos atrás. El arma sería envuelta en una capa de rayos, cortando el bambú cómo el cuchillo caliente a la mantequilla. Tenía en claro que debía abrir paso a la vez que cortar el combustible de las llamas.
—Salgan por aquí, pero deben volver con machetes o lo que sea para que el bosque entero no se queme. ¡Rápido!— Ordenó con toda la autoridad posible.
Entre tanto, Akame dispersaría la humareda, dejando finalmente al descubierto a aquel mugriento agresor, literalmente.
Era un muchacho que rondaba los catorce años, con el pelo tieso a falta de peine, pero no sucio como tal. Sus ropas de color verdoso opaco estaban extremadamente gastadas, llenas de parches, costuras y algún agujero que no pudo ser encubierto por una de esas dos opciones. Le decoraba una capa hecha con pieles de macacos y tenía la cara pintada con extraños diseños de líneas en negro, intentando servir de camuflaje. Abrió los ojos como platos al sentirse descubierto.
No tenía intención de darle la espalda a su perseguidor, por lo que se detuvo mientras intentaba llevarse la mano derecha hacia una de las dos bolsas que colgaban de su cadera. Temblaba de miedo cómo un ratón en un agujero, sabiendo que un gato le estaba esperando afuera. No contempló que le descubriesen y poco le faltaba para ponerse a llorar ahí mismo. Incluso el humo del incienso en su zurda era errático por el tembleque. ¿Como es que el culpable tenía más miedo que las víctimas?
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La ciega alzó las cejas durante el momento de silencio de Akame, aunque al estar dándole la espalda, no se daría cuenta de ello.
Se dio la vuelta lentamente, sonriendo con curiosidad mientras el vendado hablaba.
—No sé quienes son, pero creo saber que buscan en mí— admitió con tono imponente, aunque no iba dirigido a Akame. —Parte de todo esto, es porque se supone que debo ser una guía para los demás. Las itako deben suplir los vacíos emocionales y espirituales de las personas, pero para ello yo debía madurar. Aunque, crecer a marchas forzadas me abrió un poco los ojos— que ironía en aquellas palabras. —¿Sabes? Aparte de Kiyoshi, eres el único que se ha compadecido de mi— afirmó mientras alineaba su mirada perdida justo hacia el Uchiha.
»No puedo ver, pero tengo el don de percibir las emociones de los demás a mi alrededor, cómo si fuesen mías. Es por ello que intenté subir de aquel lado de la colina, porque la curiosidad tuya y de tu amiguito al seguir la procesión era impropia de nadie que conociese la situación de Murasame. Nadie puede esconder su corazón de mí.
No creía necesario dar más detalles o explicar sus deducciones, pues si era un chico listo, daba por sentando que podría entender todas las implicaciones de sus palabras.