24/04/2019, 17:29
—Va a ser mejor que no te muevas mucho, amigo —le recomendó el Kage Bunshin. Con un seco "¡chack!" sacó un kunai oculto de su manga derecha y con la misma mano se lo colocó en el cuello al infante—. Si es que no quieres que te abra un orificio nuevo para que te de el aire en el cogote.
Con la zurda, el Kage Bunshin de Akame se dispuso a "desarmar" al muchacho, arrancándole del cuerpo aquellas bolsas con petardos y asegurándose de arrojarlas a un lado —lejos del fuego, claro—; luego hizo lo mismo con el carcaj, todo sin quitarle el acero del cuello ni la rodilla del pecho al niño. «Condenado crío, ¿qué cojones pretendía, quemar vivos a los aldeanos?»
—Ya que estás, podrías darme tu nombre y tus intenciones —exigió el Uchiha—. Tienes agallas, eso no te lo voy a discutir. ¿De qué conoces a esa muchacha y por qué querías ayudarla a escapar?
El clon ni siquiera necesitaba saber lo que su verdadero yo había descubierto; era bastante evidente que la sola intención de aquel infante había sido la de provocar el suficiente caos para que la muchacha escapara, y retener a los porteadores para que nadie pudiera perseguirla. «Aunque se haya arriesgado a causar un maldito incendio por ello...» El Kage Bunshin desvió la vista un momento hacia donde se suponía que estaban Rōga y la media docena de porteadores, tratando de comprobar si estaban bien o necesitaban una mano.
«¿No lees mentes? Joder, pues se parece bastante», pensó el exjōnin, inevitablemente incómodo. Sin embargo, parecía que aquella muchacha estaba siendo honesta y que conocía bien sus poderes, de modo que el Uchiha le dio el voto de la confianza —hasta donde un ninja renegado podía, claro—.
—¿Condición? —se interesó Akame—. ¿Qué condición?
El Uchiha podía imaginarse bastantes razones por las que una persona podía ser declarada non grata en un pueblo tan cerrado como aquel —que ni salía en los mapas— y donde sus habitantes parecían vivir bajo el influjo religioso de aquellas chamanas. Sin embargo, y por esa misma razón, que un muchacho considerado paria entre los suyos juntara el suficiente arrojo como para interrumpir un rito sagrado de aquella manera le resultaba tremendamente curioso al renegado.
—Imagino que fue el único plan que se le ocurrió para ayudarte —aventuró Akame—. Claramente la persona responsable del ataque buscaba crear una distracción para que pudieras escapar. Un agresor que quisiera matarte, o matar a tus porteadores, lo habría tenido bastante fácil, y probablemente lo hubiera hecho sin toda esa parafernalia pirotécnica —aseguró el veterano shinobi—. Aunque, desde luego, no parece que tu amigo te haya hecho ningún favor. Sobretodo si hay un asesino suelto que va detrás tuya, a saber con qué intenciones.
Se encontraban, entonces, en una encrucijada. ¿Debía abandonar a Okawa a su suerte?
«No durará mucho en el bosque, si no la capturan quizás muera de hambre.»
¿Devolverla a su gente, sellando así el destino que le habían impuesto?
«No... Ni de coña. Si la entrego, me habré convertido en... En aquellos a los que odio. Estaré legitimando sus métodos.»
¿Entonces...?
—Te ofrezco algo —dijo el renegado, tras unos instantes de instrospección—. Si no te separas de mí, puedo protegerte hasta que se nos ocurra algo. Podrías... Podrías irte de aquí, buscar suerte en otra parte. Con tus habilidades, seguro que podrías ayudar a otras personas, o...
Akame apretó los puños, impotente. Él mismo era más un fantasma que una persona, todos sus amigos y conocidos le creían muerto y no tenía mucho más hogar que Okawa. ¿Cómo demonios iba a ayudarla?
Con la zurda, el Kage Bunshin de Akame se dispuso a "desarmar" al muchacho, arrancándole del cuerpo aquellas bolsas con petardos y asegurándose de arrojarlas a un lado —lejos del fuego, claro—; luego hizo lo mismo con el carcaj, todo sin quitarle el acero del cuello ni la rodilla del pecho al niño. «Condenado crío, ¿qué cojones pretendía, quemar vivos a los aldeanos?»
—Ya que estás, podrías darme tu nombre y tus intenciones —exigió el Uchiha—. Tienes agallas, eso no te lo voy a discutir. ¿De qué conoces a esa muchacha y por qué querías ayudarla a escapar?
El clon ni siquiera necesitaba saber lo que su verdadero yo había descubierto; era bastante evidente que la sola intención de aquel infante había sido la de provocar el suficiente caos para que la muchacha escapara, y retener a los porteadores para que nadie pudiera perseguirla. «Aunque se haya arriesgado a causar un maldito incendio por ello...» El Kage Bunshin desvió la vista un momento hacia donde se suponía que estaban Rōga y la media docena de porteadores, tratando de comprobar si estaban bien o necesitaban una mano.
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«¿No lees mentes? Joder, pues se parece bastante», pensó el exjōnin, inevitablemente incómodo. Sin embargo, parecía que aquella muchacha estaba siendo honesta y que conocía bien sus poderes, de modo que el Uchiha le dio el voto de la confianza —hasta donde un ninja renegado podía, claro—.
—¿Condición? —se interesó Akame—. ¿Qué condición?
El Uchiha podía imaginarse bastantes razones por las que una persona podía ser declarada non grata en un pueblo tan cerrado como aquel —que ni salía en los mapas— y donde sus habitantes parecían vivir bajo el influjo religioso de aquellas chamanas. Sin embargo, y por esa misma razón, que un muchacho considerado paria entre los suyos juntara el suficiente arrojo como para interrumpir un rito sagrado de aquella manera le resultaba tremendamente curioso al renegado.
—Imagino que fue el único plan que se le ocurrió para ayudarte —aventuró Akame—. Claramente la persona responsable del ataque buscaba crear una distracción para que pudieras escapar. Un agresor que quisiera matarte, o matar a tus porteadores, lo habría tenido bastante fácil, y probablemente lo hubiera hecho sin toda esa parafernalia pirotécnica —aseguró el veterano shinobi—. Aunque, desde luego, no parece que tu amigo te haya hecho ningún favor. Sobretodo si hay un asesino suelto que va detrás tuya, a saber con qué intenciones.
Se encontraban, entonces, en una encrucijada. ¿Debía abandonar a Okawa a su suerte?
«No durará mucho en el bosque, si no la capturan quizás muera de hambre.»
¿Devolverla a su gente, sellando así el destino que le habían impuesto?
«No... Ni de coña. Si la entrego, me habré convertido en... En aquellos a los que odio. Estaré legitimando sus métodos.»
¿Entonces...?
—Te ofrezco algo —dijo el renegado, tras unos instantes de instrospección—. Si no te separas de mí, puedo protegerte hasta que se nos ocurra algo. Podrías... Podrías irte de aquí, buscar suerte en otra parte. Con tus habilidades, seguro que podrías ayudar a otras personas, o...
Akame apretó los puños, impotente. Él mismo era más un fantasma que una persona, todos sus amigos y conocidos le creían muerto y no tenía mucho más hogar que Okawa. ¿Cómo demonios iba a ayudarla?