26/04/2019, 16:12
—Oh, por todos los dioses. Qué cruz —masculló el Uchiha cuando aquel muchacho echó a llorar. «Es sólo un niño, ¿por qué demonios se arriesgaría de esta manera? Meh, no puedo entregarle a los lugareños sin saber la verdad primero. Por las apariencias, este rito es algo sagrado o muy importante para ellos», reflexionaba Akame. No le hacía falta mucha imaginación para concluir lo que unos paletos eran capaces de hacerle a alguien que interfería en sus celebraciones religiosas.
—Ya para, coño. Sé un maldito hombre y para la llorera —le cominó el Kage Bunshin, molesto. Luego se volteó, buscando a Rōga con la vista. Dubitativo.
Finalmente, le quitó el cuchillo al muchacho del cuello, mas sin soltarle el brazo.
—Si quieres vivir, por ahora, ven conmigo. No voy a dejar que esos porteadores te linchen sin haber exprimido primero la verdad de esta sesera —comentó.
Luego tiró del muchacho para tratar de alejarle de allí, de vuelta al cobijo de los bambúes, en dirección a donde debía estar el verdadero Akame.
El renegado no contestó, sino que se guardó aquellas palabras para sí; en cierto modo, le reconfortaban. «Supongo que es cierto que esta chica tiene un don», se dijo. En silencio, Akame se alejó de la muchacha unos cuantos pasos y luego retrajo el brazo derecho, envolviendo la empuñadura negra de su ninjatō con dedos firmes y veteranos. Con un ¡clack!, la hoja se desprendió de su vaina, y el Uchiha la agitó frente a sí dos veces.
¡Chas, chas!
Una caña de bambú no muy gruesa y de más o menos metro y medio de largo se desprendió, limpiamente cortada, para caer a los pies del Uchiha mientras él devolvía el acero a su funda. Luego la tomó y se la colocó en las manos a Okawa.
—Deberíamos buscar a tu amigo. Si está acostumbrado a vivir en el bosque, seguro que conoce algún recoveco donde puedas ocultarte.
Si la muchacha aceptaba, Akame emprendería una sigilosa bajada por la linde del sendero; sin saberlo, en dirección idéntica y sentido opuesto al camino que estaba recorriendo su Kage Bunshin con el pobre Kiyoshi.
—Ya para, coño. Sé un maldito hombre y para la llorera —le cominó el Kage Bunshin, molesto. Luego se volteó, buscando a Rōga con la vista. Dubitativo.
Finalmente, le quitó el cuchillo al muchacho del cuello, mas sin soltarle el brazo.
—Si quieres vivir, por ahora, ven conmigo. No voy a dejar que esos porteadores te linchen sin haber exprimido primero la verdad de esta sesera —comentó.
Luego tiró del muchacho para tratar de alejarle de allí, de vuelta al cobijo de los bambúes, en dirección a donde debía estar el verdadero Akame.
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El renegado no contestó, sino que se guardó aquellas palabras para sí; en cierto modo, le reconfortaban. «Supongo que es cierto que esta chica tiene un don», se dijo. En silencio, Akame se alejó de la muchacha unos cuantos pasos y luego retrajo el brazo derecho, envolviendo la empuñadura negra de su ninjatō con dedos firmes y veteranos. Con un ¡clack!, la hoja se desprendió de su vaina, y el Uchiha la agitó frente a sí dos veces.
¡Chas, chas!
Una caña de bambú no muy gruesa y de más o menos metro y medio de largo se desprendió, limpiamente cortada, para caer a los pies del Uchiha mientras él devolvía el acero a su funda. Luego la tomó y se la colocó en las manos a Okawa.
—Deberíamos buscar a tu amigo. Si está acostumbrado a vivir en el bosque, seguro que conoce algún recoveco donde puedas ocultarte.
Si la muchacha aceptaba, Akame emprendería una sigilosa bajada por la linde del sendero; sin saberlo, en dirección idéntica y sentido opuesto al camino que estaba recorriendo su Kage Bunshin con el pobre Kiyoshi.