30/04/2019, 21:15
La chica comenzó a comer de su plato, disfrutando lentamente de sus alimentos. En el silencio sólo roto por el comer de Mei, Ranko alzó la mirada. Por la manera en la que había llegado a la mesa (y por haber mantenido los ojos anclados hacia abajo casi todo el rato), Ranko no había reparado tanto en la apariencia de su interlocutora.
Era una chica bastante guapa, de cabellos negros y azules, y cuerpo bien formado. No lo sabía con certeza, pero estimaba que, de pararse, tendrían la misma estatura. Su rostro mostró una enorme sonrisa al saborear el yakisoba, tomando una expresión que, por un momento, hizo olvidar a la kusajin la pena que sentía.
De repente, Mei abrió los ojos, pues los había cerrado para extasiarse del gusto de los tallarines. Sus orbes esmeraldas le robaron sin querer un suspiro a Ranko.
”¿Cómo puede tener ojos tan lindos?” pensó, sin siquiera evitar la mirada de la chica.
El comentario de Mei acerca de que ella también buscaba quedarse le hicieron volver en sí y bajar rápidamente sus ojos a su vaso medio vacío de té. Lo que le dijo, sin embargo, le hizo caer en cuenta de algo apocalipticamente horrible.
”Es… ¡es cierto! ¡Son termas muy famosas y estarán llenas de gente! ¡Moriré!”
—¿E-e-es en… es en serio? —Ranko se había puesto roja a más no poder, y su respiración se aceleró —. Oh, no. OH NO.
Se imaginó dentro de las aguas, rodeada de un montón de señoras viejas y rechonchas, alegres, pero queriendo contarle sus épocas de oro hasta con el más mínimo detalle.
“Señorita, me recuerda a mi nieta, le cuento que una vez…”
“Señorita, ¿trabajas aquí? Quisiera otra bebida...”
“Señorita, tállame la espalda.”
“Señorita, ¿vienes de lejos? ¿vienes sola? ¿quieres que te cuente de dónde vengo yo? ¿quieres que te cuente sobre mis nueve hermanos y mis doce hijos? Bueno, ponte cómoda porque esto va pa’ largo…”
”¡NOOOOOOOO!”
Su grito fue mental, claro, pues en la realidad parecía echar humo de las orejas. Parecía una alarma a punto de timbrar, o una bomba a punto de estallar. Quien le devolvió un poco a la realidad fue la mesera, quien le traía un calientito plato de sopa udon con camarones con tempura en su superficie. Ranko enfocó sus ojos en ellos como quien mira un oasis después de días de vagar sin rumbo. De repente, su mente rebobinó aquello que Mei había dicho, y lo repasó lentamente.
”Espera, Ranko… Dice que o son costosas, o están llenas. Significa que… ¡las más costosas no están llenas! Aunque no es garantía de que estén vacías… ¡Pero es mejor que estar rodeada de gente tan bulliciosa! El costo no será un problema, padre y madre nos dieron bastante efectivo. ¡Ay, qué dilema! ¿No podíamos habernos ido a una solitaria y calmadita montaña? ¡No! ¡Tenía que ser el lugar superturístico! ¿No, Kuumi? ¡Jum!”
Una cucharada del udon y un poco de su pasta le hizo pensar con mucha más calma. Tal vez era porque Kuumi tenía un cuerpo más pequeño y requería menos alimento, pero parecía que a Ranko le daba el doble de hambre que a su hermana. Una comida deliciosa siempre era una óptima medicina, y vaya que aquel udon estaba delicioso.
—Yo… Di-disculpe, Mei-san… Yo también… Bueno, nosotras… buscamos dónde quedarnos y… Yo… realmente no… quisiera estar en… Disculpe mi pregunta, pero… ¿sa-sabe cuáles son las más… ahm… las termas más vacías? Tal… Tal vez podríamos bu-buscar ju… juntas.
Normalmente nunca le pediría a un desconocido que le acompañase de tal manera, pero Mei parecía conocer más de las aguas termales que ella. Y no le daba aires de villana. Bueno, a excepción de las manos esqueléticas que tenía a modo de horquillas. Y la calavera de adorno.
”Uhm… Bueno, sí lo parece un poco. ¡Pero no suena a villana!”
Era una chica bastante guapa, de cabellos negros y azules, y cuerpo bien formado. No lo sabía con certeza, pero estimaba que, de pararse, tendrían la misma estatura. Su rostro mostró una enorme sonrisa al saborear el yakisoba, tomando una expresión que, por un momento, hizo olvidar a la kusajin la pena que sentía.
De repente, Mei abrió los ojos, pues los había cerrado para extasiarse del gusto de los tallarines. Sus orbes esmeraldas le robaron sin querer un suspiro a Ranko.
”¿Cómo puede tener ojos tan lindos?” pensó, sin siquiera evitar la mirada de la chica.
El comentario de Mei acerca de que ella también buscaba quedarse le hicieron volver en sí y bajar rápidamente sus ojos a su vaso medio vacío de té. Lo que le dijo, sin embargo, le hizo caer en cuenta de algo apocalipticamente horrible.
”Es… ¡es cierto! ¡Son termas muy famosas y estarán llenas de gente! ¡Moriré!”
—¿E-e-es en… es en serio? —Ranko se había puesto roja a más no poder, y su respiración se aceleró —. Oh, no. OH NO.
Se imaginó dentro de las aguas, rodeada de un montón de señoras viejas y rechonchas, alegres, pero queriendo contarle sus épocas de oro hasta con el más mínimo detalle.
“Señorita, me recuerda a mi nieta, le cuento que una vez…”
“Señorita, ¿trabajas aquí? Quisiera otra bebida...”
“Señorita, tállame la espalda.”
“Señorita, ¿vienes de lejos? ¿vienes sola? ¿quieres que te cuente de dónde vengo yo? ¿quieres que te cuente sobre mis nueve hermanos y mis doce hijos? Bueno, ponte cómoda porque esto va pa’ largo…”
”¡NOOOOOOOO!”
Su grito fue mental, claro, pues en la realidad parecía echar humo de las orejas. Parecía una alarma a punto de timbrar, o una bomba a punto de estallar. Quien le devolvió un poco a la realidad fue la mesera, quien le traía un calientito plato de sopa udon con camarones con tempura en su superficie. Ranko enfocó sus ojos en ellos como quien mira un oasis después de días de vagar sin rumbo. De repente, su mente rebobinó aquello que Mei había dicho, y lo repasó lentamente.
”Espera, Ranko… Dice que o son costosas, o están llenas. Significa que… ¡las más costosas no están llenas! Aunque no es garantía de que estén vacías… ¡Pero es mejor que estar rodeada de gente tan bulliciosa! El costo no será un problema, padre y madre nos dieron bastante efectivo. ¡Ay, qué dilema! ¿No podíamos habernos ido a una solitaria y calmadita montaña? ¡No! ¡Tenía que ser el lugar superturístico! ¿No, Kuumi? ¡Jum!”
Una cucharada del udon y un poco de su pasta le hizo pensar con mucha más calma. Tal vez era porque Kuumi tenía un cuerpo más pequeño y requería menos alimento, pero parecía que a Ranko le daba el doble de hambre que a su hermana. Una comida deliciosa siempre era una óptima medicina, y vaya que aquel udon estaba delicioso.
—Yo… Di-disculpe, Mei-san… Yo también… Bueno, nosotras… buscamos dónde quedarnos y… Yo… realmente no… quisiera estar en… Disculpe mi pregunta, pero… ¿sa-sabe cuáles son las más… ahm… las termas más vacías? Tal… Tal vez podríamos bu-buscar ju… juntas.
Normalmente nunca le pediría a un desconocido que le acompañase de tal manera, pero Mei parecía conocer más de las aguas termales que ella. Y no le daba aires de villana. Bueno, a excepción de las manos esqueléticas que tenía a modo de horquillas. Y la calavera de adorno.
”Uhm… Bueno, sí lo parece un poco. ¡Pero no suena a villana!”
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