1/05/2019, 22:04
Apenas puso un primer pie en la azotea, el Inuzuka trató de no perder segundo alguno en aquella persecución. Sin embargo, su compañero de aventura no parecía ser capaz de seguirle el ritmo. En realidad tampoco sabía mucho de él, menos aún iba a saber cuán ágil era tomando carrera. Por desgracia, no demasiado... pero por suerte para ambos, el tipo de la trifulca que huía tampoco era realmente presto. Así pues, Etsu podría mantener un ritmo de carrera por los tejados suficientemente cómodo para que Geki no quedase atrás.
Poco tiempo faltó para que el chico preguntase al rastas si tenía algún plan. Etsu le devolvió la mirada, aún manteniendo por el rabillo del ojo la silueta de su objetivo. De ninguna manera podía perderlo de vista, era esencial eso si quería cumplir con lo que pretendía.
—Algo parecido... —anunció el Inuzuka —éste tipo parecía dispuesto a darlo todo por ese jefe, y de igual manera le ha traicionado. Ahora mismo debe estar confuso, sin saber qué hacer, sin saber en quién confiar... es el momento perfecto para que confiese, y traicione a los que le traicionaron. Quizás... quizás si le proponemos algún trato a su favor, delata a los tipos esos.
»Como dice mi abuelo; el enemigo de tu enemigo, es tu amigo.
Saltó por tercera vez a un edificio consecutivo. Aún mantenían a la vista al pelirrojo, a escasos metros de altura. Pero lo suficiente como para que éste no los tuviese en cuenta, por suerte el tipo solo sabía de dos persecutores; sus antiguos compañeros de oficio, sus antiguos camaradas, su antigua familia...
De pronto, Etsu alzó el brazo, deteniendo el avance. El hombre paró ante la puerta de una casa, una casa de paredes blancas y techo rojizo. Una casa que parecía estar abandonada desde hacía algún tiempo, situada en lo más profundo de la zona céntrica de la aldea, una casa de dos plantas y con alguna grieta en la pared, cuyo interior se podía vislumbrar por unos ventanales medio entablados, y alguno que otro roto. El hombre se agazapó, y miró con cautela a su alrededor. Algún transeúnte circulaba por la calle, pero nadie parecía hacerle demasiado caso. En un momento oportuno, donde nadie le miraba, abrió la puerta y entró.
—Ha entrado —comentó lo evidente, la entrada que claramente Geki habría visto.
»¿cómo deberíamos hacerlo? —pensó con palabras, en lo que frotaba su barbilla con la diestra —quizás deberíamos quedar uno fuera y otro intentar negociar. Ya sabes, por si le da por intentar huir por algún ventanal de esos. Ahora mismo debe estar alerta, seguro que espera que los otros tipos le encuentren en algún momento...
Poco tiempo faltó para que el chico preguntase al rastas si tenía algún plan. Etsu le devolvió la mirada, aún manteniendo por el rabillo del ojo la silueta de su objetivo. De ninguna manera podía perderlo de vista, era esencial eso si quería cumplir con lo que pretendía.
—Algo parecido... —anunció el Inuzuka —éste tipo parecía dispuesto a darlo todo por ese jefe, y de igual manera le ha traicionado. Ahora mismo debe estar confuso, sin saber qué hacer, sin saber en quién confiar... es el momento perfecto para que confiese, y traicione a los que le traicionaron. Quizás... quizás si le proponemos algún trato a su favor, delata a los tipos esos.
»Como dice mi abuelo; el enemigo de tu enemigo, es tu amigo.
Saltó por tercera vez a un edificio consecutivo. Aún mantenían a la vista al pelirrojo, a escasos metros de altura. Pero lo suficiente como para que éste no los tuviese en cuenta, por suerte el tipo solo sabía de dos persecutores; sus antiguos compañeros de oficio, sus antiguos camaradas, su antigua familia...
De pronto, Etsu alzó el brazo, deteniendo el avance. El hombre paró ante la puerta de una casa, una casa de paredes blancas y techo rojizo. Una casa que parecía estar abandonada desde hacía algún tiempo, situada en lo más profundo de la zona céntrica de la aldea, una casa de dos plantas y con alguna grieta en la pared, cuyo interior se podía vislumbrar por unos ventanales medio entablados, y alguno que otro roto. El hombre se agazapó, y miró con cautela a su alrededor. Algún transeúnte circulaba por la calle, pero nadie parecía hacerle demasiado caso. En un momento oportuno, donde nadie le miraba, abrió la puerta y entró.
—Ha entrado —comentó lo evidente, la entrada que claramente Geki habría visto.
»¿cómo deberíamos hacerlo? —pensó con palabras, en lo que frotaba su barbilla con la diestra —quizás deberíamos quedar uno fuera y otro intentar negociar. Ya sabes, por si le da por intentar huir por algún ventanal de esos. Ahora mismo debe estar alerta, seguro que espera que los otros tipos le encuentren en algún momento...
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~