3/05/2019, 00:00
Nunca antes había pisado terreno del País de la Espiral, siendo que se rehusaba a tocarlo siquiera de lejitos con un palo. Pero los tiempos cambian.
Ya no existía tensión internacional y los ánimos entre Uzushiogakure y Amegakure estaban más calmados, o al menos sosegados por la nueva alianza formada entre las tres grandes. Nadie podría decir que meses atrás ambas aldeas estaban deseosas de sacarse los ojos, pero era mejor evitar tocar el tema cuando algunas personas mantenían los ánimos caldeados.
El Yotsuki no era uno de ellos.
Su única preocupación es que la paz se esfumase tan fácil como vino. Pero los temas de la politica eran ajenos a sus capacidades, así que se permitía el lujo de ignorarlos cuando podía.
Portaba aún su indumentaria de verano y no la clásica que usaba en su país natal. Yukata gris doblado y recogido, kote, sandalias que se sujetaban a sus tobillos y su clásico sombrero kasa. Y sin embargo, en vista de los acontecimientos recientes en sus ayeres, hizo un par de cambios.
Seguía luciendo como un niño criminal hijo de la yakuza antigua, pero tomó sus gafas de sol y las llevaba al cuello para tenerlas a mano. Además, su bandana ahora se hallaba colgando del obi de la cintura. Con ella o sin ella se metía en problemas.
Se sentó en el extremo del puente, sacando su guitarra para afinarla mientras el resto de sus cosad reposaban en la mochila de al lado. Simplemente, daba toques a las cuerdad de forma intermitente mientras movía las clavijas.