6/05/2019, 23:21
«¡Epa! ¿Qué, esta muchachita no es algo joven para estar trabajando en la cocina?»
Akame recorría la figura de aquella niña, curioso, mientras ella y Rōga intercambiaban mordaces reproches acerca de la cantidad de comida que los dos viajeros habían pedido. Su atención se detuvo en los ojos de la cocinera, extrañamente vidriosos, como cristales que reflejaran la luz del mar. «¿Significará algo? Ya me ha quedado claro de sobra que en este pueblo perdido de la mano de los dioses, pocas cosas son lo que aparentan», se dijo el Uchiha. Sin embargo, no verbalizó sus pensamientos. En su lugar, se limitó a dar otra calada al tabaco y luego echarle el humo en la cara a Rōga —con poco disimulo, pero el suficiente para que pudiera pensarse que aquello era un mero despiste—, tan sólo por picar al amejin.
—¿Tenéis algún sake o licor típico de aquí? —quiso saber—. Un buen sake puede ser más digestivo que cualquier otra bebida, muchachita.
En caso afirmativo, el viajero pediría...
—Una botella pequeña. Y dos vasos —añadió, sin preguntar ni mirar siquiera a Rōga. «Veamos si tienes tantas pelotas para beber como un hombre, ya que fardas como tal», pensó con cierta guasa y malicia el viajero. Él mismo era joven aún para beber, pero su vida en la indigencia en Tanzaku Gai le había curtido. Ya antes, cuando era un shinobi del Remolino, gustaba de beber cerveza con su antiguo Hermano.
Con una sonrisa zorruna, Akame fumó otra calada del cigarro y expulsó el humo por la nariz como un horno.
El Kage Bunshin de Akame se cruzó de brazos, tan inflexible como su original; y de pensamiento igual de racional y metódico. A sus ojos, una fobia como la de Kiyoshi no era más que una pamplina superflua cuando se trataba de sobrevivir. Los que se adaptaban vivían, los que no, morían. Bufó, contrariado.
—¿Y es que acaso alguno de ustedes dos piensa que van a poder sobrevivir ahí fuera cargando con semejantes taras? —preguntó, brutalmente honesto—. Te diré algo, Okawa. Oonindo es muy grande más allá de los matorrales y los bambúes, pero no hay en toda su extensión un lugar apropiado para los pusilánimes. Si queréis salir de esta y lograr una vida mejor, ambos vais a tener que hacer esfuerzos; Kiyoshi el primero. Así que os recomiendo que vayáis abandonando esa forma tan pueril de ver el mundo porque allí afuera a nadie le va a importar una mierda si tu amigo tiene complejo.
El Kage Bunshin cruzó de brazos y quedó apoyado en la pared de la roca, junto al inconsciente Kiyoshi. Bajó la mirada, como si buscara algo entre sus propios pies.
—Por los aldeanos no te preocupes. Como dije, mientras yo esté con vosotros, nada malo os va a pasar —luego añadió—. Eso sí, me gustaría que no os expusiérais a campo abierto y llamando la atención todo lo posible cada vez que me doy la vuelta. Sería todo un detalle si pudiérais tener algo de discreción. Ahí fuera no abundan los tipos como yo, sino más bien lo contrario —de tanto que empatizaba con Okawa y de la misión personal de ponerla a salvo, que Akame había hecho suya, el Uchiha estaba empezando a ser tan duro con ella como acostumbraba a serlo consigo mismo—. ¿Has pensado en ir a Yugakure no Sato? Es un lugar bastante turístico y al mismo tiempo alejado de las tensiones entre los grandes países...
Akame recorría la figura de aquella niña, curioso, mientras ella y Rōga intercambiaban mordaces reproches acerca de la cantidad de comida que los dos viajeros habían pedido. Su atención se detuvo en los ojos de la cocinera, extrañamente vidriosos, como cristales que reflejaran la luz del mar. «¿Significará algo? Ya me ha quedado claro de sobra que en este pueblo perdido de la mano de los dioses, pocas cosas son lo que aparentan», se dijo el Uchiha. Sin embargo, no verbalizó sus pensamientos. En su lugar, se limitó a dar otra calada al tabaco y luego echarle el humo en la cara a Rōga —con poco disimulo, pero el suficiente para que pudiera pensarse que aquello era un mero despiste—, tan sólo por picar al amejin.
—¿Tenéis algún sake o licor típico de aquí? —quiso saber—. Un buen sake puede ser más digestivo que cualquier otra bebida, muchachita.
En caso afirmativo, el viajero pediría...
—Una botella pequeña. Y dos vasos —añadió, sin preguntar ni mirar siquiera a Rōga. «Veamos si tienes tantas pelotas para beber como un hombre, ya que fardas como tal», pensó con cierta guasa y malicia el viajero. Él mismo era joven aún para beber, pero su vida en la indigencia en Tanzaku Gai le había curtido. Ya antes, cuando era un shinobi del Remolino, gustaba de beber cerveza con su antiguo Hermano.
Con una sonrisa zorruna, Akame fumó otra calada del cigarro y expulsó el humo por la nariz como un horno.
—
El Kage Bunshin de Akame se cruzó de brazos, tan inflexible como su original; y de pensamiento igual de racional y metódico. A sus ojos, una fobia como la de Kiyoshi no era más que una pamplina superflua cuando se trataba de sobrevivir. Los que se adaptaban vivían, los que no, morían. Bufó, contrariado.
—¿Y es que acaso alguno de ustedes dos piensa que van a poder sobrevivir ahí fuera cargando con semejantes taras? —preguntó, brutalmente honesto—. Te diré algo, Okawa. Oonindo es muy grande más allá de los matorrales y los bambúes, pero no hay en toda su extensión un lugar apropiado para los pusilánimes. Si queréis salir de esta y lograr una vida mejor, ambos vais a tener que hacer esfuerzos; Kiyoshi el primero. Así que os recomiendo que vayáis abandonando esa forma tan pueril de ver el mundo porque allí afuera a nadie le va a importar una mierda si tu amigo tiene complejo.
El Kage Bunshin cruzó de brazos y quedó apoyado en la pared de la roca, junto al inconsciente Kiyoshi. Bajó la mirada, como si buscara algo entre sus propios pies.
—Por los aldeanos no te preocupes. Como dije, mientras yo esté con vosotros, nada malo os va a pasar —luego añadió—. Eso sí, me gustaría que no os expusiérais a campo abierto y llamando la atención todo lo posible cada vez que me doy la vuelta. Sería todo un detalle si pudiérais tener algo de discreción. Ahí fuera no abundan los tipos como yo, sino más bien lo contrario —de tanto que empatizaba con Okawa y de la misión personal de ponerla a salvo, que Akame había hecho suya, el Uchiha estaba empezando a ser tan duro con ella como acostumbraba a serlo consigo mismo—. ¿Has pensado en ir a Yugakure no Sato? Es un lugar bastante turístico y al mismo tiempo alejado de las tensiones entre los grandes países...