8/05/2019, 13:51
Reiji confirmó mis suposiciones, era el hijo de tan reconocida persona, ahora podía comprender porqué estaba tan cansado de las formalidades, y el comentario de sus empleados...
«Deben tener mucha plata» fue lo primero que vino a mi mente.
—Pero yo no soy famoso, solo él — manifestó con un deje de incomodidad.
—Oh... Seguramente tendrás mucha presión sobre tus hombros— ser hijo de alguien famoso, ¿sería bueno o malo? Seguramente sería el centro de atención de muchas personas, los amigos buscarían hacerlo sobresalir, los demás verían hasta el más mínimo detalle para juzgarle.
Caminé hasta él para volverlo a cubrir con la sombrilla —. La heladería no está muy lejos, será mejor que no bajemos el paso— aunque había sido yo quien me detuve, volví a avanzar.
El trayecto venidero pasaría en silencio, a menos de que Reiji quisiera seguir la conversación, por mi parte no quise seguir realizando preguntas y averiguaciones que pudieran incomodarle a él; por lo menos hasta que estuviéramos más cómodos, quizá cambiar el rumbo de la conversación.
Finalmente estuvimos frente a la Heladería 007, una puertas de cristal nos recibirían y tras pasarlas encontraríamos un interior no muy grande, aproximadamente siete mesitas con asientos para dos personas y al final de todo una pequeña. El mostrador estaba cerca de la entrada y desde ahí se podría ver la lista de sabores que tenían, ofrecían barquillas, tinitas, banana split y demás; pero, a pesar de todo lo que ofrecían el lugar estaba vacío, solo una pareja estaba en ocupando una de las mesas.
—¿Como ha estado Rin-san?— saludé a la mujer detrás del mostrador. Una señora de aproximadamente cuarenta años, cabellera corta y castaña clara, delgada, ojos avellana y con una horrible verruga en su nariz, parecía buena persona pero su cara de malhumorada no se la quitaba nadie.
—Ah... Eres tú, pensé que no volverías después de lo que ocurrió la última vez— respondió con seriedad.
—¿La última vez?— pregunté, no lograba recordar, hice un breve esfuerzo y entonces mis mejillas se encendieron —. Jejeje— una sonrisa cargada de vergüenza surgió de la nada —. Ya me disculpé por ello, sabe que no era mi intención, incluso no fue mi culpa, bueno no todo fue mi culpa.
—¿Qué vas a querer esta vez?— preguntó directamente, asumiendo que cuanto antes me atendiera antes me marcharía.
—Para mi una barquilla con una bola de mantecado y la otra de torta suiza— pedí para luego desviar mi atención a Reiji —. ¿Y tú?
«Deben tener mucha plata» fue lo primero que vino a mi mente.
—Pero yo no soy famoso, solo él — manifestó con un deje de incomodidad.
—Oh... Seguramente tendrás mucha presión sobre tus hombros— ser hijo de alguien famoso, ¿sería bueno o malo? Seguramente sería el centro de atención de muchas personas, los amigos buscarían hacerlo sobresalir, los demás verían hasta el más mínimo detalle para juzgarle.
Caminé hasta él para volverlo a cubrir con la sombrilla —. La heladería no está muy lejos, será mejor que no bajemos el paso— aunque había sido yo quien me detuve, volví a avanzar.
El trayecto venidero pasaría en silencio, a menos de que Reiji quisiera seguir la conversación, por mi parte no quise seguir realizando preguntas y averiguaciones que pudieran incomodarle a él; por lo menos hasta que estuviéramos más cómodos, quizá cambiar el rumbo de la conversación.
Finalmente estuvimos frente a la Heladería 007, una puertas de cristal nos recibirían y tras pasarlas encontraríamos un interior no muy grande, aproximadamente siete mesitas con asientos para dos personas y al final de todo una pequeña. El mostrador estaba cerca de la entrada y desde ahí se podría ver la lista de sabores que tenían, ofrecían barquillas, tinitas, banana split y demás; pero, a pesar de todo lo que ofrecían el lugar estaba vacío, solo una pareja estaba en ocupando una de las mesas.
—¿Como ha estado Rin-san?— saludé a la mujer detrás del mostrador. Una señora de aproximadamente cuarenta años, cabellera corta y castaña clara, delgada, ojos avellana y con una horrible verruga en su nariz, parecía buena persona pero su cara de malhumorada no se la quitaba nadie.
—Ah... Eres tú, pensé que no volverías después de lo que ocurrió la última vez— respondió con seriedad.
—¿La última vez?— pregunté, no lograba recordar, hice un breve esfuerzo y entonces mis mejillas se encendieron —. Jejeje— una sonrisa cargada de vergüenza surgió de la nada —. Ya me disculpé por ello, sabe que no era mi intención, incluso no fue mi culpa, bueno no todo fue mi culpa.
—¿Qué vas a querer esta vez?— preguntó directamente, asumiendo que cuanto antes me atendiera antes me marcharía.
—Para mi una barquilla con una bola de mantecado y la otra de torta suiza— pedí para luego desviar mi atención a Reiji —. ¿Y tú?
Hablo (Aquamarine)
«Pienso»
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