9/05/2019, 17:35
—Una historia suficientemente curiosa para mi gusto —replicó el Uchiha—. No todos los días me encuentro con un músico-ninja, aunque cosas más raras se han visto, supongo.
Parte de su antiguo orgullo profesional como shinobi no podía evitar escocerle al ver a Rōga hablar del oficio con tanto despecho, como si fuese una cosa menor. «¡Bah! ¿Y qué mierda importa? Ese ya no soy yo.» Pese a la contradicción, Akame tuvo que reprimir un bufido de molestia, y se sintió inevitablemente incomodado por las palabras del joven King. Los viejos hábitos son duros de matar.
—Por cómo cantaste antes, imagino que podrías llegar a ser un conocido artista. Eso si vives lo suficiente, claro. Ya sabrás que tu trabajo no tiene precisamente la esperanza de vida más larga del mundo —agregó, con una sonrisa maliciosa. La muerte le era bien conocida. Luego se volteó hacia donde se había marchado la mesera—. ¡Como sea! ¿Viene ese sake o qué?
Akame se encogió de hombros con total indiferencia ante la réplica de Okawa, en un gesto que parecía querer deletrear "lo que tú digas". Pese a la sabiduría que encerraban las palabras de aquella misteriosa niña, y a la imagen que Akame gustaba de tener sobre sí mismo, el Uchiha era todavía demasiado joven e ignorante como para entenderlas. El saber como ese era difícil de enseñar, sino que más bien tenía que ser aprendido con la experiencia y los años; algo de lo que el joven exninja, pese a su tortuosa vida, todavía no había alcanzado en plenitud. Sin saber que él mismo entendería aquellas palabras mucho tiempo después, Akame sí recogió el segundo guante.
—Ni yo soy un rufián ni tú eres tan vieja, pero sí, servirá —se carcajeó brevemente—. Te sacaré de este bosque.
El Uchiha notó una extraña calidez en el pecho, tan reconfortante como una buena lumbre en una noche fría. Hacía mucho, muchísimo tiempo que nadie le reconocía sus propios méritos o demostraba depositar en él la más mínima gratitud o confianza. Como ninja, Akame había sido educado para ser extremadamente diligente y eficiente en sus tareas, y el esperar algo a cambio —como valoración o agradecimiento— jamás había sido parte del juego. Los cimientos que sentara su antigua maestra mediante condicionamiento e instrucción todavía le pesaban como una losa de piedra. Y sin embargo, aquellas simples palabras por parte de la muchacha supieron a bálsamo refrescante. Akame —incluso aunque fuese a través de su Kage Bunshin— no pudo evitar sonreír; aunque trató de disimularlo con un fingido ataque de tos.
«¿Yo puedo marcar la diferencia?»
Parte de su antiguo orgullo profesional como shinobi no podía evitar escocerle al ver a Rōga hablar del oficio con tanto despecho, como si fuese una cosa menor. «¡Bah! ¿Y qué mierda importa? Ese ya no soy yo.» Pese a la contradicción, Akame tuvo que reprimir un bufido de molestia, y se sintió inevitablemente incomodado por las palabras del joven King. Los viejos hábitos son duros de matar.
—Por cómo cantaste antes, imagino que podrías llegar a ser un conocido artista. Eso si vives lo suficiente, claro. Ya sabrás que tu trabajo no tiene precisamente la esperanza de vida más larga del mundo —agregó, con una sonrisa maliciosa. La muerte le era bien conocida. Luego se volteó hacia donde se había marchado la mesera—. ¡Como sea! ¿Viene ese sake o qué?
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Akame se encogió de hombros con total indiferencia ante la réplica de Okawa, en un gesto que parecía querer deletrear "lo que tú digas". Pese a la sabiduría que encerraban las palabras de aquella misteriosa niña, y a la imagen que Akame gustaba de tener sobre sí mismo, el Uchiha era todavía demasiado joven e ignorante como para entenderlas. El saber como ese era difícil de enseñar, sino que más bien tenía que ser aprendido con la experiencia y los años; algo de lo que el joven exninja, pese a su tortuosa vida, todavía no había alcanzado en plenitud. Sin saber que él mismo entendería aquellas palabras mucho tiempo después, Akame sí recogió el segundo guante.
—Ni yo soy un rufián ni tú eres tan vieja, pero sí, servirá —se carcajeó brevemente—. Te sacaré de este bosque.
El Uchiha notó una extraña calidez en el pecho, tan reconfortante como una buena lumbre en una noche fría. Hacía mucho, muchísimo tiempo que nadie le reconocía sus propios méritos o demostraba depositar en él la más mínima gratitud o confianza. Como ninja, Akame había sido educado para ser extremadamente diligente y eficiente en sus tareas, y el esperar algo a cambio —como valoración o agradecimiento— jamás había sido parte del juego. Los cimientos que sentara su antigua maestra mediante condicionamiento e instrucción todavía le pesaban como una losa de piedra. Y sin embargo, aquellas simples palabras por parte de la muchacha supieron a bálsamo refrescante. Akame —incluso aunque fuese a través de su Kage Bunshin— no pudo evitar sonreír; aunque trató de disimularlo con un fingido ataque de tos.
«¿Yo puedo marcar la diferencia?»