9/05/2019, 20:38
Akame soltó un "¡hum!" y le restó importancia al asunto con un gesto de su mano. En vida pasada nunca hubiera sido propio de él mostrarse ni siquiera mínimamente descortés, salvo que la situación lo ameritase, pero ahora... Ahora se sentía mucho más libre. «¿Y qué mejor forma de celebrar la libertad que haciendo un poco de uso de ella?» se dijo el Uchiha, travieso. Así era él: después de sus encorsetados modales de ninja, ahora simplemente apurar a la mesera o beber sake antes de la comida eran auténticas aventuras. Triste o genial.
—¡Bah! Ella me ha hecho apagar mi cigarrillo y amenazó con no servirme sake, creo que estoy en mi derecho de tomarme una pequeña venganza —contestó sin mudar aquella sonrisa "malvada" que todavía no le salía demasiado bien—. Además, que no por nada a esta comida convida el pueblo, y esa no es forma de tratar a los invitados.
Cuando poco después la prematura mesera volvió con el pedido, Akame se incorporó en su asiento, frotándose las manos y con cara de anticipación. Tomó sus platos y los colocó frente a él, luego agarró la botella de sake y sirvió dos vasos. Uno lo aferró con la mano diestra, y el otro se lo puso a Rōga delante de las narices.
—¡Es de mala educación no brindar cuando te invitan! —exclamó, jocoso, y luego agregó con una risotada—. Además, ¿a qué demonios te preocupas tanto de ser "un guaro de mierda"? ¿No nos ves? ¡Ya lo parecemos!
Le acompañara aquel muchacho o no, Akame alzaría su vaso y se lo bebería de un sólo trago. Notó cómo el líquido le ardía al pasar por la garganta, y soltó un sonoro suspiro de alivio y gusto al mismo tiempo cuando por fin llegó a su estómago. Un calor reconfortante le subió del mismo hasta el rostro. Sin perder momento, tomó los palillos y empezó a devorar con gran ansia su almuerzo tardío.
El Kage Bunshin centró su atención en el joven mendigo cuando éste volvió en sí. Se agachó junto a Kiyoshi, examinándole con ojo veterano. «Bah, no tiene ninguna herida, o al menos eso parece. Quizás sí es verdad que se desmayó del trauma», concluyó el Uchiha. Luego volvió a incorporarse, esperando que la escena se sucediera entre ambos niños. «Coño, ¿no son muy jóvenes todavía? ¿O es que yo me he vuelto un viejo?»
Sea como fuere, cuando Okawa formuló su petición, el Kage Bunshin asintió.
—Tienes razón —concedió, y luego se giró para ver a Kiyoshi—. Kiyoshi-san, ¿hay algún sastre en el pueblo?
—¡Bah! Ella me ha hecho apagar mi cigarrillo y amenazó con no servirme sake, creo que estoy en mi derecho de tomarme una pequeña venganza —contestó sin mudar aquella sonrisa "malvada" que todavía no le salía demasiado bien—. Además, que no por nada a esta comida convida el pueblo, y esa no es forma de tratar a los invitados.
Cuando poco después la prematura mesera volvió con el pedido, Akame se incorporó en su asiento, frotándose las manos y con cara de anticipación. Tomó sus platos y los colocó frente a él, luego agarró la botella de sake y sirvió dos vasos. Uno lo aferró con la mano diestra, y el otro se lo puso a Rōga delante de las narices.
—¡Es de mala educación no brindar cuando te invitan! —exclamó, jocoso, y luego agregó con una risotada—. Además, ¿a qué demonios te preocupas tanto de ser "un guaro de mierda"? ¿No nos ves? ¡Ya lo parecemos!
Le acompañara aquel muchacho o no, Akame alzaría su vaso y se lo bebería de un sólo trago. Notó cómo el líquido le ardía al pasar por la garganta, y soltó un sonoro suspiro de alivio y gusto al mismo tiempo cuando por fin llegó a su estómago. Un calor reconfortante le subió del mismo hasta el rostro. Sin perder momento, tomó los palillos y empezó a devorar con gran ansia su almuerzo tardío.
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El Kage Bunshin centró su atención en el joven mendigo cuando éste volvió en sí. Se agachó junto a Kiyoshi, examinándole con ojo veterano. «Bah, no tiene ninguna herida, o al menos eso parece. Quizás sí es verdad que se desmayó del trauma», concluyó el Uchiha. Luego volvió a incorporarse, esperando que la escena se sucediera entre ambos niños. «Coño, ¿no son muy jóvenes todavía? ¿O es que yo me he vuelto un viejo?»
Sea como fuere, cuando Okawa formuló su petición, el Kage Bunshin asintió.
—Tienes razón —concedió, y luego se giró para ver a Kiyoshi—. Kiyoshi-san, ¿hay algún sastre en el pueblo?