10/05/2019, 15:20
Akame se sonrió a medias cuando el joven King empezó a hablar de su abuelo. «Vaya, me recuerda a alguien...» No dijo nada aún así, sino que se guardó aquel pensamiento para él. Sin embargo, cuando luego el chico trató de rebatirle, el Uchiha no pudo sino volver a encogerse de hombros y dejarle —de nuevo— despacharse a gusto. Mientras Akame devoraba trozos de su pavo en tiras y de tanto en tanto daba tragos al sake, el ninja de Amegakure hablaba maravillas de... Nada más y nada menos que su padre. Aquello le causó un ligero escozor al Uchiha; si él había tenido alguna vez alguien a quien admirar de tal forma, ya era todo agua pasada. Apretó los dientes un momento, pero trató de disimularlo tomando otro trozo de pavo.
—Estoy seguro de que sí —comentó, disfrazando su molestia de ofensiva condescendencia, como si Rōga fuese un niño de tres años—. ¿"Lo justo no siempre es lo correcto así que tú debes decidir qué lo es"? Vaya, es una filosofía muy cómoda para justificar cualquier pendejada que se te ocurra y nunca hacerte responsable de las consecuencias de tus actos. Sí que es listo tu viejo, sí —apostilló, ácido.
Ni siquiera la muerte había podido cambiar eso. Akame creía, por encima de todo, que la cualidad definitoria de los grandes —en cualquier época, rubro o país— era, primero que nada, la de apechugar con las consecuencias de sus decisiones. Con lo que viniera después de mover la mano. Por eso no podía evitar sentir sino desprecio por una idea que de forma tentadora jugueteaba con echar todo aquello a la basura; «si la justicia emana de uno mismo, ¿entonces quién puede cuestionar sus actos, aparte de él?»
—Como sea —dijo al poco, terminando su almuerzo. Estaba sorprendentemente satisfecho—. Ya sé a dónde debemos ir ahora. O más bien, hacia quién. Fujimoto Ayura, parece ser el sastre del pueblo... —en ese momento bajó la voz para que sólo Rōga pudiera oírle, inclinándose hacia delante en la mesa—. Tenemos que conseguir algo de ropa para Okawa. Vestida como va, cualquiera la reconocerá al instante.
—Estoy seguro de que sí —comentó, disfrazando su molestia de ofensiva condescendencia, como si Rōga fuese un niño de tres años—. ¿"Lo justo no siempre es lo correcto así que tú debes decidir qué lo es"? Vaya, es una filosofía muy cómoda para justificar cualquier pendejada que se te ocurra y nunca hacerte responsable de las consecuencias de tus actos. Sí que es listo tu viejo, sí —apostilló, ácido.
Ni siquiera la muerte había podido cambiar eso. Akame creía, por encima de todo, que la cualidad definitoria de los grandes —en cualquier época, rubro o país— era, primero que nada, la de apechugar con las consecuencias de sus decisiones. Con lo que viniera después de mover la mano. Por eso no podía evitar sentir sino desprecio por una idea que de forma tentadora jugueteaba con echar todo aquello a la basura; «si la justicia emana de uno mismo, ¿entonces quién puede cuestionar sus actos, aparte de él?»
—Como sea —dijo al poco, terminando su almuerzo. Estaba sorprendentemente satisfecho—. Ya sé a dónde debemos ir ahora. O más bien, hacia quién. Fujimoto Ayura, parece ser el sastre del pueblo... —en ese momento bajó la voz para que sólo Rōga pudiera oírle, inclinándose hacia delante en la mesa—. Tenemos que conseguir algo de ropa para Okawa. Vestida como va, cualquiera la reconocerá al instante.