11/05/2019, 05:24
—Ohhhh~ Se quedó pensativo ante la respuesta de Akame, para luego sonreír de oreja a oreja. —¡Tengo que aprender de una vez por todas esa técnica!— En todas las veces que la había visto, nunca pensó que fuera de esa manera. Si todos eran réplicas exactas de él mismo... —¿¡Te imaginas a cinco de mí trabajando en equipo!?— Dio saltitos en el sitio. —Que digo equipo, ¡una banda! ¡Mi propia agrupación musical de un sólo hombre! O niño, bueno, tu me entiendes, ¿verdad? Algo tan épico...— Aunque luego mientras ingresaba de nuevo al interior del hotel junto a Akame se detuvo a pensar. —Aunque si todos son como yo, creo que terminaríamos peleando por ver quién sería el vocalista principal—. Se llevó la mano al mentón, pensativo.
Su mente se desvió de sus divagaciones en cuanto Akame le sugirió recurrir a la mesera para buscar al hombre, seguidamente diciendo que se trataba del anciano que barría la calle.
—Joder, que si es el mismo viejo no necesitamos a esa niñata— Resopló. —Vamos de regreso a la casita donde lo vimos, ya si eso preguntamos— Se dio la vuelta sobre sus talones y emprendió la marcha.
No estaba demasiado lejos, pues bastaba con zigzaguear sobre el sendero para regresar sobre sus pasos y llegar a la pequeña y humilde vivienda. Inmediatamente, el Yotsuki se adelantaría para tocar de forma rítmica a la puerta. El tal Ayura abrió al poco tiempo, asomándose tímidamente sin abrir en su totalidad la puerta.
—¡U-us-tedes los viajeros!— Se sobresaltó. —¿En qué puedo ayudarles?— Parpadeó.
Era un hombre casi calvo en su totalidad, salvo por unos pelos remanentes en sus sienes y la nuca, blanquecinos como la luna, Sus ojitos eran rasgados y su cara la representación más fiel de una pasa. Vestía con colores grieses y celestes apagados, con un yukata en color liso sin ningún detalle de estampado.
Su mente se desvió de sus divagaciones en cuanto Akame le sugirió recurrir a la mesera para buscar al hombre, seguidamente diciendo que se trataba del anciano que barría la calle.
—Joder, que si es el mismo viejo no necesitamos a esa niñata— Resopló. —Vamos de regreso a la casita donde lo vimos, ya si eso preguntamos— Se dio la vuelta sobre sus talones y emprendió la marcha.
No estaba demasiado lejos, pues bastaba con zigzaguear sobre el sendero para regresar sobre sus pasos y llegar a la pequeña y humilde vivienda. Inmediatamente, el Yotsuki se adelantaría para tocar de forma rítmica a la puerta. El tal Ayura abrió al poco tiempo, asomándose tímidamente sin abrir en su totalidad la puerta.
—¡U-us-tedes los viajeros!— Se sobresaltó. —¿En qué puedo ayudarles?— Parpadeó.
Era un hombre casi calvo en su totalidad, salvo por unos pelos remanentes en sus sienes y la nuca, blanquecinos como la luna, Sus ojitos eran rasgados y su cara la representación más fiel de una pasa. Vestía con colores grieses y celestes apagados, con un yukata en color liso sin ningún detalle de estampado.