13/05/2019, 17:51
Yota notó cómo el interior de aquel hombre era vulnerado sin problemas por la afilada hoja de su katana, que atravesó piel, músculo, hueso y órganos con un crujido de lo más desagradable. Su víctima emitió un gemido sordo de puro dolor, y cuando Yota extrajo su letal arma para volver a retroceder entre sus clones ilusorios, el cuerpo inerte de aquel gorila cayó pesadamente al suelo mientras la sangre fluía a raudales de su horrible herida abierta. El otro lo observaba con horror la grotesca imagen que le había caído en los pies.
Daigo, por su parte, ejecutó un par de jutsus bien localizados para inclinar definitivamente la balanza de la batalla del lado de los ninjas. Pese a encontrarse en inferioridad de condiciones, el hábil uso que hacían de su mayor ventaja —las técnicas ninja— les estaba dando una victoria abrumadora frente a los sicarios, que eran rateros comunes.
El peliverde arrojó sus esposas supresoras de chakra con gran violencia contra el veterano restante, que se encontraba peleando. El tipo recibió aquel proyectil improvisado con el dolor y la confusión que se esperaban, retrocediendo un par de pasos pero sin llegar a trastabillar. Sujetaba todavía su katana con la mano diestra, pero parecía aturdido por el golpe y la sorpresa. No le dio tiempo ni de ver a Daigo antes de que el kusajin le estampara su puño en la boca del estómago, derribándolo un par de metros por el aire hasta hacerle caer de espaldas, comiendo suelo con la nuca.
—¡Hijos de puta!
Ashi el Junco lo veía negro. Muy negro. Pero tenía algo a su favor; había recibido el ataque de una de las sombras de Yota por la espalda, quedando indemne; y su aguzado intelecto de la calle le había permitido deducir que aquello era un "truco ninja" y que no eran realmente enemigos de carne y hueso. El sicario jefe aprovechó al coyuntura para tomar a uno de sus subordinados —de los que quedaban en pie— del brazo y lanzarlo directamente contra Yota, mientras espoleaba al otro.
—¡Ve ahí y pelea, puta rata de los cojones! ¡Si me fallas te juro que voy a decorar el suelo con tus tripas!
El miedo que le tenían aquellos tipos a Ashi —que era una amenaza mucho más conocida y real— fue suficiente para que el matón restante acatara órdenes. Blandiendo su daga, trató de pillar a Daigo por la espalda para apuñalarle en los riñones. El otro sicario había caído sobre Yota, cargando contra él y provocando que ambos cayeran al suelo. Una vez allí, trató de agitar su cachiporra para reventarle la cabeza al kusajin con ella.
Daigo, por su parte, ejecutó un par de jutsus bien localizados para inclinar definitivamente la balanza de la batalla del lado de los ninjas. Pese a encontrarse en inferioridad de condiciones, el hábil uso que hacían de su mayor ventaja —las técnicas ninja— les estaba dando una victoria abrumadora frente a los sicarios, que eran rateros comunes.
El peliverde arrojó sus esposas supresoras de chakra con gran violencia contra el veterano restante, que se encontraba peleando. El tipo recibió aquel proyectil improvisado con el dolor y la confusión que se esperaban, retrocediendo un par de pasos pero sin llegar a trastabillar. Sujetaba todavía su katana con la mano diestra, pero parecía aturdido por el golpe y la sorpresa. No le dio tiempo ni de ver a Daigo antes de que el kusajin le estampara su puño en la boca del estómago, derribándolo un par de metros por el aire hasta hacerle caer de espaldas, comiendo suelo con la nuca.
—¡Hijos de puta!
Ashi el Junco lo veía negro. Muy negro. Pero tenía algo a su favor; había recibido el ataque de una de las sombras de Yota por la espalda, quedando indemne; y su aguzado intelecto de la calle le había permitido deducir que aquello era un "truco ninja" y que no eran realmente enemigos de carne y hueso. El sicario jefe aprovechó al coyuntura para tomar a uno de sus subordinados —de los que quedaban en pie— del brazo y lanzarlo directamente contra Yota, mientras espoleaba al otro.
—¡Ve ahí y pelea, puta rata de los cojones! ¡Si me fallas te juro que voy a decorar el suelo con tus tripas!
El miedo que le tenían aquellos tipos a Ashi —que era una amenaza mucho más conocida y real— fue suficiente para que el matón restante acatara órdenes. Blandiendo su daga, trató de pillar a Daigo por la espalda para apuñalarle en los riñones. El otro sicario había caído sobre Yota, cargando contra él y provocando que ambos cayeran al suelo. Una vez allí, trató de agitar su cachiporra para reventarle la cabeza al kusajin con ella.