14/05/2019, 05:05
El Yotsuki a diferencia de Daruu, no tenía demasiadas taras con la comida media vez fuese algo con mucho aceite, mantequella, manteca o cualquier grasa posible. Fue a por pescado y pescado consiguió, siendo este un filete empanizado con hierbas del cuál repitió ración dos veces porque no terminaba de satisfacerse de aquel exquisito sabor. "HAHA. Que yo no soy el único con mañas." Se dijo divertido para sus adentros al observar a Daruu hartarse la hamburguesa como si hubiese pasado años sin comer.
—Demonios, para como lo cuentas debió ser humillante— No quería sonar pesado, aunque era difícil que abandonase sus malas costumbres. —Para cuando fue ese torneo yo aún estaba en la academia, así que tengo nula idea de cómo debió ser... ¿No has pensado en volver algún día por tu revancha contra ella? Digo, después de tanto tiempo has debido mejorar como para estar al tú por tú. Además que yo me medí con Daigo y tiene técnicas muy geniales...— Aquellas palabras sonaban un poco amargas, tanto que si le mirabas a los ojos, dirías que en lugar de dorado los tenía de color amarillo envidia. —Igualar el marcador, demostrando que puedes ser igual de digno— Alzó el brazo derecho y empuñó la mano con tanta fuerza que el trocito de pan que sostenía se redujo a migajones, acordándose de que aún tenía una cuenta pendiente con el perezoso de Zōzei.
»Igual, mi papá siempre dice que los shinobis no son el centro del mundo y que toda persona tenga el oficio que tenga puede aportar su granito de arena para mejorar Ōnindo.
—Demonios, para como lo cuentas debió ser humillante— No quería sonar pesado, aunque era difícil que abandonase sus malas costumbres. —Para cuando fue ese torneo yo aún estaba en la academia, así que tengo nula idea de cómo debió ser... ¿No has pensado en volver algún día por tu revancha contra ella? Digo, después de tanto tiempo has debido mejorar como para estar al tú por tú. Además que yo me medí con Daigo y tiene técnicas muy geniales...— Aquellas palabras sonaban un poco amargas, tanto que si le mirabas a los ojos, dirías que en lugar de dorado los tenía de color amarillo envidia. —Igualar el marcador, demostrando que puedes ser igual de digno— Alzó el brazo derecho y empuñó la mano con tanta fuerza que el trocito de pan que sostenía se redujo a migajones, acordándose de que aún tenía una cuenta pendiente con el perezoso de Zōzei.
»Igual, mi papá siempre dice que los shinobis no son el centro del mundo y que toda persona tenga el oficio que tenga puede aportar su granito de arena para mejorar Ōnindo.