4/11/2015, 15:24
“¿Viene hacia mí? No, seguro que pasa de largo. Seguro… ¡HOSTIA! ¡Que sí que viene hacia mí!”
Datsue se quedó sin respiración. Jamás le había pasado cosa igual. Nunca había sido el más dicharachero ni extrovertido de la clase, pero aquello rozaba lo ridículo. ¿Por qué demonios tenía tanto miedo de una mujer?
La kunoichi le saludó y, probablemente al ver su semblante de tonto, miró hacia atrás como pensando que la razón de su expresión estaba a sus espaldas.
“Por los Dioses, ¡esto es ridículo!” se dijo Datsue, apelando a su orgullo. Si no reaccionaba pronto, dejaría de parecer imbécil para directamente demostrarlo. Tenía que decir algo, y cuanto más ocurrente fuese, mejor. Claro que ahora tampoco iba a pedirle peras al olmo.
—¡H-hola! —se obligó a decir Datsue, mientras se rascaba la nuca con la diestra y sonreía, algo avergonzado—. Perdona, es que… —“Piensa, piensa, piensa…”—. Me he asustado, ¿sabes? —improvisó de pronto—. Jamás había visto a un ángel caerse del cielo.
“¡Eso es, joder, eso es! Ahora sonríe un poco, con mucho cuidado de no parecer un pervertido. Eso la espantaría. Tiene que ser una sonrisa divertida, como si te hiciese gracia tu propio chiste. Bien… Y ahora la estocada final.”
—¿Duele mucho? —preguntó, fingiendo una exagerada preocupación—. Caerse del cielo, digo.
“Joder, ¡PERO QUÉ GRANDE SOY! ¡Un genio, eso es lo que soy! Ni el propio Genji lo hubiese hecho mejor”
Datsue se quedó sin respiración. Jamás le había pasado cosa igual. Nunca había sido el más dicharachero ni extrovertido de la clase, pero aquello rozaba lo ridículo. ¿Por qué demonios tenía tanto miedo de una mujer?
La kunoichi le saludó y, probablemente al ver su semblante de tonto, miró hacia atrás como pensando que la razón de su expresión estaba a sus espaldas.
“Por los Dioses, ¡esto es ridículo!” se dijo Datsue, apelando a su orgullo. Si no reaccionaba pronto, dejaría de parecer imbécil para directamente demostrarlo. Tenía que decir algo, y cuanto más ocurrente fuese, mejor. Claro que ahora tampoco iba a pedirle peras al olmo.
—¡H-hola! —se obligó a decir Datsue, mientras se rascaba la nuca con la diestra y sonreía, algo avergonzado—. Perdona, es que… —“Piensa, piensa, piensa…”—. Me he asustado, ¿sabes? —improvisó de pronto—. Jamás había visto a un ángel caerse del cielo.
“¡Eso es, joder, eso es! Ahora sonríe un poco, con mucho cuidado de no parecer un pervertido. Eso la espantaría. Tiene que ser una sonrisa divertida, como si te hiciese gracia tu propio chiste. Bien… Y ahora la estocada final.”
—¿Duele mucho? —preguntó, fingiendo una exagerada preocupación—. Caerse del cielo, digo.
“Joder, ¡PERO QUÉ GRANDE SOY! ¡Un genio, eso es lo que soy! Ni el propio Genji lo hubiese hecho mejor”