14/05/2019, 20:11
Con una leve inclinación de cabeza, Akame se despidió del sastre extendiéndole la cortesía que podría esperarse de alguien bien educado para con una persona mucho mayor —en edad— que él. Cerró la puerta tras de sí y lanzó un vistazo a su alrededor, con una extraña sensación de satisfacción; el primer paso de su plan estaba hecho. Antes de poder echar mano a la pitillera y encenderse otro cigarro, la voz de Rōga le sobresaltó. Akame se volteó hacia su compañero, que le lanzaba una simple pregunta. Él la respondió con sencillez.
—Todavía tenemos cosas que hacer. Tenemos la ropa, o al menos deberíamos, pero aun nos faltan algunas provisiones. Seguro que Okawa está hambrienta, me contó que la obligaban a ayunar y mierdas así —explicó, incluso aunque no fuese que literalmente la aspirante a chamán había estado pasando los últimos días sin comer, por su aspecto se podía deducir que no había tenido una alimentación muy rica—. Deberíamos llevarles algo. Seguramente habrá alguna tienda de comestibles o parecido en este pueblo, demos una vuelta.
Y así el renegado echó a andar, buscando un establecimiento de esas características. Mientras caminaba, miraba de reojo a Rōga. Dos ideas se debatían cruentamente en su cabeza; «¿puedo confiar realmente en él para esto?» Al final, acabó por soltarlo.
—Rōga-san —llamó la atención del amejin—. Si realmente queremos poner a salvo a Okawa, tenemos que averiguar quién la buscaba. No pudo tratarse de ninguna de las monjas del templo, ni tampoco de Kiyoshi. Quizá fuese alguien de Murasame, o quizás un completo extraño. Pero sea como sea, nunca podremos cerciorarnos de que Okawa está a salvo si no hemos atrapado a esta persona.
Akame xplicaba todo de forma argumentada y con detalle, como era propio en él.
—Por esa razón... Creo que la mejor opción es tenderle una trampa. Forzarle a que se descubra, y entonces...
Dejó las palabras en el aire. Sus ojos decían mucho más de lo que sus labios callaban.
—Todavía tenemos cosas que hacer. Tenemos la ropa, o al menos deberíamos, pero aun nos faltan algunas provisiones. Seguro que Okawa está hambrienta, me contó que la obligaban a ayunar y mierdas así —explicó, incluso aunque no fuese que literalmente la aspirante a chamán había estado pasando los últimos días sin comer, por su aspecto se podía deducir que no había tenido una alimentación muy rica—. Deberíamos llevarles algo. Seguramente habrá alguna tienda de comestibles o parecido en este pueblo, demos una vuelta.
Y así el renegado echó a andar, buscando un establecimiento de esas características. Mientras caminaba, miraba de reojo a Rōga. Dos ideas se debatían cruentamente en su cabeza; «¿puedo confiar realmente en él para esto?» Al final, acabó por soltarlo.
—Rōga-san —llamó la atención del amejin—. Si realmente queremos poner a salvo a Okawa, tenemos que averiguar quién la buscaba. No pudo tratarse de ninguna de las monjas del templo, ni tampoco de Kiyoshi. Quizá fuese alguien de Murasame, o quizás un completo extraño. Pero sea como sea, nunca podremos cerciorarnos de que Okawa está a salvo si no hemos atrapado a esta persona.
Akame xplicaba todo de forma argumentada y con detalle, como era propio en él.
—Por esa razón... Creo que la mejor opción es tenderle una trampa. Forzarle a que se descubra, y entonces...
Dejó las palabras en el aire. Sus ojos decían mucho más de lo que sus labios callaban.