18/05/2019, 21:57
El matón se cruza de brazos y yergue la espalda para imponerse físicamente al encapuchado. Con sutileza, éste retira la capucha que le cubre y revela su palidez a los encargados de la seguridad. Ahora están protegidos por el techo de la entrada, por lo que abre el chubasquero y muestra la bandana que lo acredita como Gennin; la viste en el cinturón.
— Buenas tardes. Soy Kori no Galen, de Yukio — saluda con educación y dirige la diestra hacia su cabeza. Se sacude el cabello – corto - con energía y el agua sale disparada en todas direcciones. Mantiene la mano en la nuca. Sus cejas retienen el agua que cae por su frente y se acumula en sus ojos. Brillan con intensidad.
— Verán... no me entrometería si no supiera que un ladrón acaba de entrar en su establecimiento — acompaña las palabras con una tímida sonrisa que viste involuntariamente — Estoy aquí en... asunto oficial – titubea unos instantes.
Él sabe que lo que dice no es cierto, pero siente sinceramente que atrapar al ladrón para él, ahora, es crucial. Es un mentiroso terrible, pero los matones no parecen el tipo de hombres que da importancia a las palabras.
— La ley es la ley, shinobi~~ — apesta a desaprobación, Galen lo percibe con claridad. El tipo tiene una media melena y una cicatriz en el ojo izquierdo, tiene la misma altura que el Gennin pero es más corpulento.
El otro es calvo y mide aproximadamente metro noventa. Con el cigarrillo en la boca, mira desde arriba al shinobi.
— No se admiten críos, así que largo.
El compañero se da media vuelta y se coloca la chaqueta con suficiencia; se detiene en el cuello y lo sube ligeramente. El más alto ríe y se deja caer en la pared. Tira el cigarrillo a la calle y la lluvia lo consume en un instante. Ambos están en mejor condición física que él y el que está en la pared sigue mirando fijamente. En la calle no hay mucha gente, pero si la suficiente para saber que no tiene que armar jaleo si no quiere perjudicarse.
Galen respira profundamente y se aleja varios metros de la entrada. La lluvia cae sobre él y se cubre con la capucha. La bolsa está completamente empapada y se resguarda en un pequeño puesto de ramen que hay delante del establecimiento. No presta atención al dueño, que reclama su atención y le ofrece el menú.
«¿Debo dejarlo aquí?»
La bolsa pesa mucho y no encuentra un lugar donde dejarla sin arriesgarse a un hurto; la lluvia y la niebla perjudican mucho la labor. El dueño de la parada de ramen continúa hablando, pero no hay respuesta.
Los ojos de Galen están fijos en los dos matones de la puerta.
— Buenas tardes. Soy Kori no Galen, de Yukio — saluda con educación y dirige la diestra hacia su cabeza. Se sacude el cabello – corto - con energía y el agua sale disparada en todas direcciones. Mantiene la mano en la nuca. Sus cejas retienen el agua que cae por su frente y se acumula en sus ojos. Brillan con intensidad.
— Verán... no me entrometería si no supiera que un ladrón acaba de entrar en su establecimiento — acompaña las palabras con una tímida sonrisa que viste involuntariamente — Estoy aquí en... asunto oficial – titubea unos instantes.
Él sabe que lo que dice no es cierto, pero siente sinceramente que atrapar al ladrón para él, ahora, es crucial. Es un mentiroso terrible, pero los matones no parecen el tipo de hombres que da importancia a las palabras.
— La ley es la ley, shinobi~~ — apesta a desaprobación, Galen lo percibe con claridad. El tipo tiene una media melena y una cicatriz en el ojo izquierdo, tiene la misma altura que el Gennin pero es más corpulento.
El otro es calvo y mide aproximadamente metro noventa. Con el cigarrillo en la boca, mira desde arriba al shinobi.
— No se admiten críos, así que largo.
El compañero se da media vuelta y se coloca la chaqueta con suficiencia; se detiene en el cuello y lo sube ligeramente. El más alto ríe y se deja caer en la pared. Tira el cigarrillo a la calle y la lluvia lo consume en un instante. Ambos están en mejor condición física que él y el que está en la pared sigue mirando fijamente. En la calle no hay mucha gente, pero si la suficiente para saber que no tiene que armar jaleo si no quiere perjudicarse.
Galen respira profundamente y se aleja varios metros de la entrada. La lluvia cae sobre él y se cubre con la capucha. La bolsa está completamente empapada y se resguarda en un pequeño puesto de ramen que hay delante del establecimiento. No presta atención al dueño, que reclama su atención y le ofrece el menú.
«¿Debo dejarlo aquí?»
La bolsa pesa mucho y no encuentra un lugar donde dejarla sin arriesgarse a un hurto; la lluvia y la niebla perjudican mucho la labor. El dueño de la parada de ramen continúa hablando, pero no hay respuesta.
Los ojos de Galen están fijos en los dos matones de la puerta.