20/05/2019, 06:30
Enlatados, empaques con pan o galletas, agua potable, alguna carne seca y demás cosas que no eran perecederas a corto plazo. Incluso la anciana se atrevió a darle un par de sopas instantáneas no muy buenas para la salud, aunque con un descuento por compra mayoritaria. Cómo fuese, Akame logró conseguir lo suficiente para un viaje mediano. Ni muy corto ni muy largo, considerando que eran básicamente para dos personas. Igual, la muchacha de todas formas estaba acostumbrada a comer poco, ¿no? Con aquello no le solucionaba la vida, pero al menos saciaría su hambre por un corto periodo.
El camino de regreso, era tan silente como siempre. Aunque, notaría que algunos aldeanos rebuscaban entre la zona incendiada del bosque, como si quisieran encontrar pistas del paradero de Kiyoshi. Y sin embargo, ninguno parecía lo suficientemente inteligente para subir por la ladera escarpada. Quizás era por la dificultad del terreno, que nunca se les ocurrió indagar en una zona de tan difícil acceso al creer que nadie sería tan tonto de habitar en ese lugar.
Cuando regresase a la guarida, notaría que los niños si se portaron bien esta vez, manteniéndose ocultos en el interior. Lo que no cambiaría, es que a Kiyoshi le daría por soltar lengua. Poco antes de abrir la puerta, se escucharía una conversación detrás de esta, apenas audible.
—...Entonces, de verdad planeas irte y vas a dejarme aquí...
—¡Nononono! No quise decir eso. Cuando encontremos un lugar, podemos, no sé... Bueno, algo se nos ocurrirá. Pero tú vendrás conmigo.
—¿Y qué se supone que puedo hacer yo? Acá, puedo pescar, cazar aves. Pero en la ciudad, no hay lugar para mí... Sólo soy un mendigo. Tú, eres de buena familia, ¿que puedo ofrecerte para que me quieras a tu lado?
—De una familia que me dejó vendida a esta suerte de vida cultista. Ni Tane-Shigai es mi hogar ya, ni Murasame lo será más. Sea cuál sea el destino que me depare, al menos quiero que la única persona que me trata de forma normal esté conmigo.
El camino de regreso, era tan silente como siempre. Aunque, notaría que algunos aldeanos rebuscaban entre la zona incendiada del bosque, como si quisieran encontrar pistas del paradero de Kiyoshi. Y sin embargo, ninguno parecía lo suficientemente inteligente para subir por la ladera escarpada. Quizás era por la dificultad del terreno, que nunca se les ocurrió indagar en una zona de tan difícil acceso al creer que nadie sería tan tonto de habitar en ese lugar.
Cuando regresase a la guarida, notaría que los niños si se portaron bien esta vez, manteniéndose ocultos en el interior. Lo que no cambiaría, es que a Kiyoshi le daría por soltar lengua. Poco antes de abrir la puerta, se escucharía una conversación detrás de esta, apenas audible.
—...Entonces, de verdad planeas irte y vas a dejarme aquí...
—¡Nononono! No quise decir eso. Cuando encontremos un lugar, podemos, no sé... Bueno, algo se nos ocurrirá. Pero tú vendrás conmigo.
—¿Y qué se supone que puedo hacer yo? Acá, puedo pescar, cazar aves. Pero en la ciudad, no hay lugar para mí... Sólo soy un mendigo. Tú, eres de buena familia, ¿que puedo ofrecerte para que me quieras a tu lado?
—De una familia que me dejó vendida a esta suerte de vida cultista. Ni Tane-Shigai es mi hogar ya, ni Murasame lo será más. Sea cuál sea el destino que me depare, al menos quiero que la única persona que me trata de forma normal esté conmigo.