20/05/2019, 16:59
Kiyoshi se enrojeció y enmudeció nuevamente al ver entrar a Akame. «¡Maldición! ¿Tanto cuesta tocar la puerta antes de entrar?» Quiso decirle, pero todos sabemos que no tenía absolutamente nada de valor para ello. Simplemente agachó la mirada y movió la boca con nerviosismo. Su fobia no iba a superarse de aquí a tres días. En su lugar, escuchó los regaños del vendado y juntó las manos, jugando con sus dedos en una demostración de neurosis. Independientemente de quién fuese, siempre se mostraba así.
—Muchísimas gracias— Hizo una fina reverencia.
Kiyoshi tomó algunos panes dulces y abrió la bolsa, extendiéndole uno a la muchacha, la cuál lo tomó y empezó a dar mordiscos pequeños cómo los de un ratoncitito. Incluso para comer, se mostraba educada, aunque, tanto Kiyoshi como Akame notarían que se había tensado, cómo con ansiedad.
—Creo que podría probar suerte cómo dices. Lo peor que podría pasar es no encontrar, pero debo perseverar y seguir buscando un lugar donde por fin pueda establecerme. Mi lugar— Recalcó, como si escondiese otro significado tras esas palabras.
Seguía mascando con parsimonia, dejando un incómodo silencio durante unos instantes. Kiyoshi la vio, preocupado. Ella, se dio cuenta. Dejó de morder y agachó la cabeza, dejando que el fleco ensombreciera su cara. El chico entonces, puso su mano en su hombro.
La dulce y educada niña empezó a soltar lágrimas, agarró el pan y empezó a darle de bocados y a mascar con rapidez. Hacía ya muchos años que no había comido algo tan suave y delicioso. El vago casi se pone a llorar ahí con ella, pero simplemente se restregó una furtiva gotita. Ni siquiera él que vivía de mendigar o de conseguir comida en el bosque pasó tanta hambruna como a la que sometían a aquella chica.
—L-lo, lo siento...— Siguió sollozando, apenada por perder los modales.
—Muchísimas gracias— Hizo una fina reverencia.
Kiyoshi tomó algunos panes dulces y abrió la bolsa, extendiéndole uno a la muchacha, la cuál lo tomó y empezó a dar mordiscos pequeños cómo los de un ratoncitito. Incluso para comer, se mostraba educada, aunque, tanto Kiyoshi como Akame notarían que se había tensado, cómo con ansiedad.
—Creo que podría probar suerte cómo dices. Lo peor que podría pasar es no encontrar, pero debo perseverar y seguir buscando un lugar donde por fin pueda establecerme. Mi lugar— Recalcó, como si escondiese otro significado tras esas palabras.
Seguía mascando con parsimonia, dejando un incómodo silencio durante unos instantes. Kiyoshi la vio, preocupado. Ella, se dio cuenta. Dejó de morder y agachó la cabeza, dejando que el fleco ensombreciera su cara. El chico entonces, puso su mano en su hombro.
La dulce y educada niña empezó a soltar lágrimas, agarró el pan y empezó a darle de bocados y a mascar con rapidez. Hacía ya muchos años que no había comido algo tan suave y delicioso. El vago casi se pone a llorar ahí con ella, pero simplemente se restregó una furtiva gotita. Ni siquiera él que vivía de mendigar o de conseguir comida en el bosque pasó tanta hambruna como a la que sometían a aquella chica.
—L-lo, lo siento...— Siguió sollozando, apenada por perder los modales.