20/05/2019, 19:25
Daigo ejecutó una potente maniobra de Taijutsu que, pese a estar levemente herido —había recibido la puñalada de su compañero en los riñones, aunque la hoja no penetró en demasía la carne del joven kusajin—, terminó por impactar de lleno contra la mandíbula del sicario. El golpe fue brutal, tan fuerte que cualquiera de los presentes hubiera podido jurar que derribaría a un árbol. Mucho menos grande y resistente que un árbol, aquel matón fue derribado y lanzado por los aires para caer de nuevo sobre los adoquines a un par de metros de su posición original... Incapaz de levantarse. Su cuerpo temblaba y tenía la vista en blanco, fruto del tremendo golpetazo.
Yota, por su parte, había esquivado la maniobra del otro sicario con un hábil ardid, intercambiándose por su propio kunai usando el Kawarimi no Jutsu. Sin embargo, la llave de inmovilización sobre Ashi no le salió como esperaba; pese a que el jefe de los matones no era shinobi, sí que tenía un cuerpo curtido en la pelea. Con un movimiento casi líquido, el Junco se deshizo del abrazo de Yota antes de que éste pudiera terminar su llave y le propinó un empujón, tirándole de espaldas. No obstante, no se sobrevino ningún ataque más. Para Ashi estaba claro, llegados a semejante punto, que esa batalla no iban a poder ganarla.
—Putos ninjas... —masculló entre dientes. Luego se volvió a sus hombres, a los que quedaban en pie, y vociferó—. ¡Larguémonos de aquí! ¡Ya nos encargaremos de estos mierdas en otro momento, joder! ¡Todo el mundo a tomar por culo!
Como si fuera una señal que habían esperado durante unos largos minutos, los sicarios que aún podían correr enfundaron sus armas e hicieron lo propio, dispersándose en varias direcciones. Eran bastante rápidos —al menos para Daigo, Yota quizá tendría una oportunidad de alcanzar a los más lentos si se lo proponía— y conocían mejor el entramado de callejuelas circundantes, de modo que tal vez era una persecución que los shinobi no podrían ganar.
En el callejón quedaba con vida únicamente el tipo al que Daigo le había propinado su Ryu. Estaba tumbado boca arriba, con los ojos idos y la cara desencajada —literalmente—. Temblaba con violencia y echaba espuma blanca por la boca, probablemente producto de la agresión del de Kusa.
Yota, por su parte, había esquivado la maniobra del otro sicario con un hábil ardid, intercambiándose por su propio kunai usando el Kawarimi no Jutsu. Sin embargo, la llave de inmovilización sobre Ashi no le salió como esperaba; pese a que el jefe de los matones no era shinobi, sí que tenía un cuerpo curtido en la pelea. Con un movimiento casi líquido, el Junco se deshizo del abrazo de Yota antes de que éste pudiera terminar su llave y le propinó un empujón, tirándole de espaldas. No obstante, no se sobrevino ningún ataque más. Para Ashi estaba claro, llegados a semejante punto, que esa batalla no iban a poder ganarla.
—Putos ninjas... —masculló entre dientes. Luego se volvió a sus hombres, a los que quedaban en pie, y vociferó—. ¡Larguémonos de aquí! ¡Ya nos encargaremos de estos mierdas en otro momento, joder! ¡Todo el mundo a tomar por culo!
Como si fuera una señal que habían esperado durante unos largos minutos, los sicarios que aún podían correr enfundaron sus armas e hicieron lo propio, dispersándose en varias direcciones. Eran bastante rápidos —al menos para Daigo, Yota quizá tendría una oportunidad de alcanzar a los más lentos si se lo proponía— y conocían mejor el entramado de callejuelas circundantes, de modo que tal vez era una persecución que los shinobi no podrían ganar.
En el callejón quedaba con vida únicamente el tipo al que Daigo le había propinado su Ryu. Estaba tumbado boca arriba, con los ojos idos y la cara desencajada —literalmente—. Temblaba con violencia y echaba espuma blanca por la boca, probablemente producto de la agresión del de Kusa.