22/05/2019, 17:35
El boxeador se mantuvo firme y confiado frente al Inuzuka, hasta que éste lanzó la bandera al suelo. El chico que tenía la cabellera mas verde que la escasa vegetación que les rodeaba, tomó las palabras del rastas como el pistoletazo de salida, y con ello cargó a toda velocidad contra Etsu. Sin demora, recortó las distancias para con el Inuzuka, y lanzó su puño diestro hacia el estómago del mismo. Un golpe directo y sin titubeos, rápido y eficaz. Al menos esa sería su pretensión, pero Etsu no tenía en mente dejarle ganar. Era su don y a la misma vez su perdición, un espíritu de competitividad asquerosamente grande.
«¡Vamos!»
Etsu lanzó su zurda con un puñetazo que lejos de buscar el mentón del chico, buscaba adelantarse al puñetazo de su antagonista de manera transversal, bloqueando el golpe con un impulso hacia el flanco y hacia abajo. Pero ese no fue el único gesto de Daigo, pues sabía que claramente el rastas sabría defenderse de algo tan sencillo. Seguido de ese golpe inicial, lanzó un segundo con su zurda, mucho mas potente y que buscaba sin dilación una zona mucho mas jugosa, el mentón del rastas.
De seguro habría podido ser un golpe decisivo, pero ni las energías le faltaban, ni la destreza para poder enfrentarlo. El Inuzuka, mostró una sonrisa a su cada vez mas cercano oponente, y con las mismas avanzó un paso que continuó anteponiendo su hombro, en un placaje que haría peligrar sin duda alguna el equilibrio de Daigo. Un choque rápido y sencillo, pero con el cuál podría zafarse del segundo puñetazo debido a la intromisión en la zona de confort de su adversario. De igual modo, la diestra del rastas se elevó hasta casi el mentón, por si acaso Daigo buscaba las maneras de golpearlo aún y con esas. Nunca se debe subestimar a una persona, por mucho que la situación se ponga a favor.
Si lograba tumbar de nuevo al chico, o alejarlo, daría de nuevo un paso hacia detrás, y volvería a adoptar la posición de guardia enseñada en el dojo familiar. El puño de hierro no podía sucumbir, jamás lo haría.
«¡Vamos!»
Etsu lanzó su zurda con un puñetazo que lejos de buscar el mentón del chico, buscaba adelantarse al puñetazo de su antagonista de manera transversal, bloqueando el golpe con un impulso hacia el flanco y hacia abajo. Pero ese no fue el único gesto de Daigo, pues sabía que claramente el rastas sabría defenderse de algo tan sencillo. Seguido de ese golpe inicial, lanzó un segundo con su zurda, mucho mas potente y que buscaba sin dilación una zona mucho mas jugosa, el mentón del rastas.
De seguro habría podido ser un golpe decisivo, pero ni las energías le faltaban, ni la destreza para poder enfrentarlo. El Inuzuka, mostró una sonrisa a su cada vez mas cercano oponente, y con las mismas avanzó un paso que continuó anteponiendo su hombro, en un placaje que haría peligrar sin duda alguna el equilibrio de Daigo. Un choque rápido y sencillo, pero con el cuál podría zafarse del segundo puñetazo debido a la intromisión en la zona de confort de su adversario. De igual modo, la diestra del rastas se elevó hasta casi el mentón, por si acaso Daigo buscaba las maneras de golpearlo aún y con esas. Nunca se debe subestimar a una persona, por mucho que la situación se ponga a favor.
Si lograba tumbar de nuevo al chico, o alejarlo, daría de nuevo un paso hacia detrás, y volvería a adoptar la posición de guardia enseñada en el dojo familiar. El puño de hierro no podía sucumbir, jamás lo haría.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~