22/05/2019, 21:09
Las preguntas de manual de Akame chirriaron en sus oídos, odiaba aquellos procedimientos protocolarios con nomenclatura y todo incluído. Podía enumerar sus encuentros ante otros shinobi, y sinceramente, la balanza se inclinaba más a las constantes derrotas. Pero aquellos fueron otros tiempos, que pese a no ser demasiado lejanos, él aprendió de ellos.
—Sería muy circunstancial— Se le miraba pensativo. —Sólo diré que aquellos que tienen técnicas de gran área de efecto me suelen volverme la existencia cuadritos...— Sonrió y levantó la mirada en gesto de extrema soberbia. —Si te preocupa que yo vaya a morirme peleando como un imbécil, vete descuidando—. Se cruzó de brazos. —Le debo mi vida a alguien, y no voy a perderla luego de que él me dio otra oportunidad de seguir respirando— Aunque a decir verdad, siempre se terminaba arriesgando de todas formas.
»Pueden ponerme a un dios enfrente, que voy a trapear el suelo con él.
Aquella frase, pese a sonar con infinita arrogancia, era honesta a partes iguales. Oh, porque él, no hablaba en vano.
Luego, volvieron nuevamente al tema de población envejecida de Murasame, la cuál se le antojaba muy misterioso. "Un segundo. Si ella fue traída desde afuera, ¿de dónde eran los padres de Kiyoshi?" Era raro que el único infante que habían visto, era justamente un huérfano. "Esta sensación..." Creyó sentir de nuevo aquella mala espina. Iba a responder la duda de Akame, cuando la pequeña niña traía las cosas, cargando con la charola con una superficie enorme por sobre su cabeza con extremo esfuerzo.
—Ce-cena, especial...— Casi parecía que iba a caerse.
El Yotsuki se adelantó a tomar la charola para evitar un desastre alimenticio, y con parsimonia la colocó en la mesa. Era un medio banquete improvisado. Carne no de ave, sino de cerdo, un par de bistecs horneados. Algo de ensalada, aunque la niña pareció utilizar aceite de oliva para sazonarla en su intento de mantener sanidad. Una salsa tradicional con muchos condimentos, y de acompañamiento un arroz frito. Lo que si destacaba era una única botella de ron, cuya etiqueta estaba medianamente dañada por lo añeja. Quién sabe cuantas décadas estuvo juntando polvo en una bodega, pero al menos se molestó en limpiarla.
—¿Es lo mejor que pudiste conseguir?
—¿Tienes idea de lo que tardé en preparar esto?— aparentemente el servicio al cliente no era parte de las virtudes de la niña, quién parecía querer tirarles aquel plato tan poco sano en la cara. —Que lo disfruten— Se llevó la bandeja y se fue pisando fuerte de enojo.
—Ni mi abuelo me corrige así...— Una gota de sudor cayó por su sien izquierda. —¿Es suficiente?
—Sería muy circunstancial— Se le miraba pensativo. —Sólo diré que aquellos que tienen técnicas de gran área de efecto me suelen volverme la existencia cuadritos...— Sonrió y levantó la mirada en gesto de extrema soberbia. —Si te preocupa que yo vaya a morirme peleando como un imbécil, vete descuidando—. Se cruzó de brazos. —Le debo mi vida a alguien, y no voy a perderla luego de que él me dio otra oportunidad de seguir respirando— Aunque a decir verdad, siempre se terminaba arriesgando de todas formas.
»Pueden ponerme a un dios enfrente, que voy a trapear el suelo con él.
Aquella frase, pese a sonar con infinita arrogancia, era honesta a partes iguales. Oh, porque él, no hablaba en vano.
Luego, volvieron nuevamente al tema de población envejecida de Murasame, la cuál se le antojaba muy misterioso. "Un segundo. Si ella fue traída desde afuera, ¿de dónde eran los padres de Kiyoshi?" Era raro que el único infante que habían visto, era justamente un huérfano. "Esta sensación..." Creyó sentir de nuevo aquella mala espina. Iba a responder la duda de Akame, cuando la pequeña niña traía las cosas, cargando con la charola con una superficie enorme por sobre su cabeza con extremo esfuerzo.
—Ce-cena, especial...— Casi parecía que iba a caerse.
El Yotsuki se adelantó a tomar la charola para evitar un desastre alimenticio, y con parsimonia la colocó en la mesa. Era un medio banquete improvisado. Carne no de ave, sino de cerdo, un par de bistecs horneados. Algo de ensalada, aunque la niña pareció utilizar aceite de oliva para sazonarla en su intento de mantener sanidad. Una salsa tradicional con muchos condimentos, y de acompañamiento un arroz frito. Lo que si destacaba era una única botella de ron, cuya etiqueta estaba medianamente dañada por lo añeja. Quién sabe cuantas décadas estuvo juntando polvo en una bodega, pero al menos se molestó en limpiarla.
—¿Es lo mejor que pudiste conseguir?
—¿Tienes idea de lo que tardé en preparar esto?— aparentemente el servicio al cliente no era parte de las virtudes de la niña, quién parecía querer tirarles aquel plato tan poco sano en la cara. —Que lo disfruten— Se llevó la bandeja y se fue pisando fuerte de enojo.
—Ni mi abuelo me corrige así...— Una gota de sudor cayó por su sien izquierda. —¿Es suficiente?