23/05/2019, 18:56
Ay, ay, ay...
Akame se podría haber esperado cualquier tipo de historia. Rōga incluso podría haberle causado bastantes problemas si le pedía que le hablase sobre el origen de las vendas que cubrían su rostro, o de su pasado como ninja, dada la incapacidad del joven Uchiha para mentir. Pero no fue así, no. Le preguntó sobre la única y singular cosa sobre la que Akame jamás de los jamases habría esperado que nadie preguntara. Sobre la pluma de color azul vivo que llevaba en la oreja izquierda, sujeta de las vendas que le cubrían las quemaduras de la traición. La ironía le causó un nudo en el pecho que tuvo que desatarse empinándose un copazo de ron a palo seco, sin respirar y tragando todo de una. Cuando volvió a mirar a Rōga, había en sus ojos una tristeza indescriptible. Se sentía como si aquel chico fuese la persona más miserable del mundo.
—Pues hay... Dolor —atinó a decir, finalmente—. Antes hubo más cosas, sí, pero todas las perdí. Había.. Había una chica. Era... Uf, —Akame se cubrió la boca con la mano diestra, volteó la cabeza y tosió. O fingió toser—. Era increíble. Electrizante, ¡como un rayo! Y alegre, y cariñosa, e inteligente. Y un poco arrogante, como tú, Rōga-san. Pero sobre todas las cosas era buena, demasiado buena para este mundo.
El Uchiha se echó otro vaso de ron, pero esa vez, se lo quedó mirando. Absorto.
—A esta chica le encantaba pasear, y la música, y los árboles en flor. También los chistes, y viajar, y comer —una sonrisa apareció en su rostro, pero no socarrona ni taimada, sino nostálgica—. Joder, le encantaba comer, podría comerse toda esta cena ella sola. Le sacaban de quicio las personas que siempre lo enredan todo y las que no paran de hablar con segundas intenciones, ¡ja! Ella era pura y directa, como un bolazo de nieve a la cara. Supongo que habrás visto la nieve alguna vez.
Tragó saliva y se empinó el segundo vaso, carraspeando al terminar.
—Pero la perdí. La cagué y la perdí. Lo perdí todo, pero por sobre todas las cosas, la perdí. Ahora esto —se tocó la pluma con la mano zurda—, es lo que me queda. Este dolor es todo lo que me queda de ella.
Akame se podría haber esperado cualquier tipo de historia. Rōga incluso podría haberle causado bastantes problemas si le pedía que le hablase sobre el origen de las vendas que cubrían su rostro, o de su pasado como ninja, dada la incapacidad del joven Uchiha para mentir. Pero no fue así, no. Le preguntó sobre la única y singular cosa sobre la que Akame jamás de los jamases habría esperado que nadie preguntara. Sobre la pluma de color azul vivo que llevaba en la oreja izquierda, sujeta de las vendas que le cubrían las quemaduras de la traición. La ironía le causó un nudo en el pecho que tuvo que desatarse empinándose un copazo de ron a palo seco, sin respirar y tragando todo de una. Cuando volvió a mirar a Rōga, había en sus ojos una tristeza indescriptible. Se sentía como si aquel chico fuese la persona más miserable del mundo.
—Pues hay... Dolor —atinó a decir, finalmente—. Antes hubo más cosas, sí, pero todas las perdí. Había.. Había una chica. Era... Uf, —Akame se cubrió la boca con la mano diestra, volteó la cabeza y tosió. O fingió toser—. Era increíble. Electrizante, ¡como un rayo! Y alegre, y cariñosa, e inteligente. Y un poco arrogante, como tú, Rōga-san. Pero sobre todas las cosas era buena, demasiado buena para este mundo.
El Uchiha se echó otro vaso de ron, pero esa vez, se lo quedó mirando. Absorto.
—A esta chica le encantaba pasear, y la música, y los árboles en flor. También los chistes, y viajar, y comer —una sonrisa apareció en su rostro, pero no socarrona ni taimada, sino nostálgica—. Joder, le encantaba comer, podría comerse toda esta cena ella sola. Le sacaban de quicio las personas que siempre lo enredan todo y las que no paran de hablar con segundas intenciones, ¡ja! Ella era pura y directa, como un bolazo de nieve a la cara. Supongo que habrás visto la nieve alguna vez.
Tragó saliva y se empinó el segundo vaso, carraspeando al terminar.
—Pero la perdí. La cagué y la perdí. Lo perdí todo, pero por sobre todas las cosas, la perdí. Ahora esto —se tocó la pluma con la mano zurda—, es lo que me queda. Este dolor es todo lo que me queda de ella.