7/11/2015, 03:20
Tras su improvisada propuesta, la joven ladeó la cabeza para mirarle. Casi se le corta la respiración cuando los ojos verdes de Noemi se posaron en los suyos, a tan corta distancia.
“¿Por qué tiene que ser tan endemoniadamente guapa?”
- ¿Eres un shinobi...? Siquiera he visto tu bandana. - Sentenció la chica con cierta severidad a la espera de una respuesta negativa.
De haber sido otra, se hubiese tomado a mal aquella respuesta tan seca, quizá hasta arrogante. Pero era Noemi, y su belleza disimulaba cualquier otro defecto que pudiese tener. Así que en vez de fruncir el ceño y cabrearse, sonrió.
—Eso es porque no la tengo a simple vista —respondió mientras sus dedos seguían afanados en el masaje—. Sólo algunos privilegiados pueden verla, al igual que pueden ver mis verdaderos ojos —agregó, y un destello rojizo iluminó su mirada. Durante un segundo, Noemi pudo ver el sharingan reflejado en los ojos del Uchiha—. Pero no tienes por qué responderme ahora. Piénsatelo. Me voy de viaje a Shinogi-to, podremos hablar de esa misión a mi vuelta, si quieres. Ahora relájate.
Cuando Noemi volvió a enderezar la cabeza, Datsue dedicó, ahora sí, todo su empeño en hacer el mejor masaje posible. Volvió a ascender por el cuello, centró sus dos manos en el hombro izquierdo y, tras un breve tiempo, se pasó al derecho. Finalmente, sus dedos volvieron a deslizarse por ambos hombros a la vez.
Inspiró hondo, consciente de que el masaje llegaba a su fin, y la fragancia de Noemi embriagó su olfato.
—Me encanta cómo hueles —dijo sin pensar—. ¿Qué perfume usas?
Luego se mordió la lengua, temeroso de haber metido la pata. Decir las cosas sin pensarlas previamente no solía ser una buena idea. Al menos seguro que no con las chicas.
“¿Por qué tiene que ser tan endemoniadamente guapa?”
- ¿Eres un shinobi...? Siquiera he visto tu bandana. - Sentenció la chica con cierta severidad a la espera de una respuesta negativa.
De haber sido otra, se hubiese tomado a mal aquella respuesta tan seca, quizá hasta arrogante. Pero era Noemi, y su belleza disimulaba cualquier otro defecto que pudiese tener. Así que en vez de fruncir el ceño y cabrearse, sonrió.
—Eso es porque no la tengo a simple vista —respondió mientras sus dedos seguían afanados en el masaje—. Sólo algunos privilegiados pueden verla, al igual que pueden ver mis verdaderos ojos —agregó, y un destello rojizo iluminó su mirada. Durante un segundo, Noemi pudo ver el sharingan reflejado en los ojos del Uchiha—. Pero no tienes por qué responderme ahora. Piénsatelo. Me voy de viaje a Shinogi-to, podremos hablar de esa misión a mi vuelta, si quieres. Ahora relájate.
Cuando Noemi volvió a enderezar la cabeza, Datsue dedicó, ahora sí, todo su empeño en hacer el mejor masaje posible. Volvió a ascender por el cuello, centró sus dos manos en el hombro izquierdo y, tras un breve tiempo, se pasó al derecho. Finalmente, sus dedos volvieron a deslizarse por ambos hombros a la vez.
Inspiró hondo, consciente de que el masaje llegaba a su fin, y la fragancia de Noemi embriagó su olfato.
—Me encanta cómo hueles —dijo sin pensar—. ¿Qué perfume usas?
Luego se mordió la lengua, temeroso de haber metido la pata. Decir las cosas sin pensarlas previamente no solía ser una buena idea. Al menos seguro que no con las chicas.