7/11/2015, 04:57
(Última modificación: 7/11/2015, 05:01 por Uchiha Datsue.)
- Creo que fue jazmín... ¿O la de lavanda...? - Balbuceaba sin lograr recordar cuál perfume había usado ese día y como era el aroma que llevaba encima su olfato ya se había acostumbrado al mismo por lo que no lograba distinguirlo realmente.
—Jazmín, seguro... —dijo sin estar muy convencido.
Y es que algo había reclamado su atención. Había venido de golpe, una ráfaga de inspiración que le había invadido por sorpresa. Se trataba de una idea, una loca pero divertida idea para una de sus historias.
No se lo podía creer. Allí estaba él, dando un masaje a una de las mujeres más bonitas de la villa y, en vez de disfrutar de un sueño hecho realidad, su cabeza se dejaba llevar por otras cosas.
Pero si algo había aprendido es que uno no elegía los momentos de iluminación divina y, lo que era más importante, sabía que debía anotar cada una de esas ideas antes de que se le olvidasen. Había sufrido demasiadas frustraciones por no apuntarlas en su momento como para permitirse no hacerlo, incluso en aquel instante.
—Pues creo que el masaje ya se terminó —dijo, mientras se daba la vuelta y se quitaba la mochila. Abrió uno de los bolsillos pequeños y extrajo una libretita, que contenía un lápiz entre las anillas de ésta—. Sabes, se me acaba de ocurrir una idea genial para una historia. No sé si te lo dije, pero aparte de ninja soy escritor —confesó Datsue, que abrió la libreta y empezó a garabatear palabras sueltas—. ¿Te molestaría si uno de los personajes está basado en ti? Creo que será para un relato corto —decidió, cuya historia ya estaba tomando forma en su cabeza. Luego cerró la libreta y la volvió a dejar en la mochila—. Por cierto, me encantaría seguir aquí charlando contigo, pero… Me tengo que ir. Ya sabes, lo de Shinogi-to. Iba camino de salir de la aldea cuando me crucé contigo. Te acompaño a casa, si quieres —añadió al final. Después de todo, quizá recibiese algún tipo de recompensa después del masaje, aunque sólo fuera un beso en la mejilla. No perdía nada por ser caballeroso.
—Jazmín, seguro... —dijo sin estar muy convencido.
Y es que algo había reclamado su atención. Había venido de golpe, una ráfaga de inspiración que le había invadido por sorpresa. Se trataba de una idea, una loca pero divertida idea para una de sus historias.
No se lo podía creer. Allí estaba él, dando un masaje a una de las mujeres más bonitas de la villa y, en vez de disfrutar de un sueño hecho realidad, su cabeza se dejaba llevar por otras cosas.
Pero si algo había aprendido es que uno no elegía los momentos de iluminación divina y, lo que era más importante, sabía que debía anotar cada una de esas ideas antes de que se le olvidasen. Había sufrido demasiadas frustraciones por no apuntarlas en su momento como para permitirse no hacerlo, incluso en aquel instante.
—Pues creo que el masaje ya se terminó —dijo, mientras se daba la vuelta y se quitaba la mochila. Abrió uno de los bolsillos pequeños y extrajo una libretita, que contenía un lápiz entre las anillas de ésta—. Sabes, se me acaba de ocurrir una idea genial para una historia. No sé si te lo dije, pero aparte de ninja soy escritor —confesó Datsue, que abrió la libreta y empezó a garabatear palabras sueltas—. ¿Te molestaría si uno de los personajes está basado en ti? Creo que será para un relato corto —decidió, cuya historia ya estaba tomando forma en su cabeza. Luego cerró la libreta y la volvió a dejar en la mochila—. Por cierto, me encantaría seguir aquí charlando contigo, pero… Me tengo que ir. Ya sabes, lo de Shinogi-to. Iba camino de salir de la aldea cuando me crucé contigo. Te acompaño a casa, si quieres —añadió al final. Después de todo, quizá recibiese algún tipo de recompensa después del masaje, aunque sólo fuera un beso en la mejilla. No perdía nada por ser caballeroso.