27/05/2019, 10:21
Y así, los dos genin fueron dejados en solitario. Ellos dos y el otro sicario eran los únicos que quedaban vivos en el callejón, donde además había algún que otro cadáver —por ejemplo, el del tipo al que Yota había apuñalado con su espada—, y estaba por ver si el maleante moribundo se uniría a los inertes pronto. Cuando Daigo se agachó junto a él pudo ver que el tipo estaba convulsionando violentamente mientras expulsaba saliva espesa y blanca por la boca. Tenía la cara deformada por el tremendo golpetazo, con la mandíbula torcida en una posición que, definitivamente, no podía ser natural. Sus ojos se mantenían entrecerrados, fijos en nada, como si ya estuviese muerto. Sólo el temblor generalizado y el bamboleo de su pecho arriba y abajo parecían sugerir que seguía con vida... De momento.
Si Yota echaba un vistazo a los callejones aledaños, vería que no quedaba un alma. Era como si los sonidos de la refriega hubieran espantado a cualquiera que estuviese pasando por allí; y probablemente así había sido. Ni siquiera Ushi, que se había comido la explosión del sello que le colocara Yota, estaba donde lo habían dejado. En su lugar se encontraba únicamente un surco negro producto del estallido de la pólvora, allí en la pared donde hacía un rato estaba preso el Toro.
De Calabaza, ni rastro, por supuesto. El ratero probablemente había huído y ya estaría lejos de allí, a saber dónde. Tanzaku Gai era una ciudad enorme y a aquellas horas de la noche, todos los gatos parecían pardos.
Si Yota echaba un vistazo a los callejones aledaños, vería que no quedaba un alma. Era como si los sonidos de la refriega hubieran espantado a cualquiera que estuviese pasando por allí; y probablemente así había sido. Ni siquiera Ushi, que se había comido la explosión del sello que le colocara Yota, estaba donde lo habían dejado. En su lugar se encontraba únicamente un surco negro producto del estallido de la pólvora, allí en la pared donde hacía un rato estaba preso el Toro.
De Calabaza, ni rastro, por supuesto. El ratero probablemente había huído y ya estaría lejos de allí, a saber dónde. Tanzaku Gai era una ciudad enorme y a aquellas horas de la noche, todos los gatos parecían pardos.