27/05/2019, 16:07
Akame se inclinó sobre la mesa para no perder detalle del parco croquis de Murasame que Rōga le mostraba. Atendía también a su historia, asintiendo de tanto en tanto, mientras pensaba en sus propias ideas acerca del asunto. Cuando el King le pidió consejo sobre qué casa tomar para escenificar todo lo que serviría en la caza del perseguidor desconocido, Akame frunció el ceño. Pasó la vista por el mapa una vez más y acabó por señalar una de las viviendas abandonadas que estaban más solitarias, y más lejos del pueblo. «Cuanto más cerca, más posibilidades hay de que algún lugareño intervenga o aparezca por allí, especialmente si la cosa se desmadra. Debemos procurar que nadie en Murasame, excepto el enemigo, sepa de lo que estamos haciendo», reflexionó Akame.
—Esa. Está aislada y es fácil de vigilar. Lo prioritario es capturar al objetivo con vida, no podemos asegurar que no trabaje para alguien o tenga colaboradores, así que interrogarlo después será vital —susurró el renegado. Un ninja debía contemplar todas las posibilidades—. Vamos.
Al Uchiha no le haría falta mucho más para levantarse, tomando sus posesiones y colocándose ya un cigarrillo en la boca —aun sin encenderlo—; el de después de comer era el que mejor le sentaba. No se puso el kasa, sino que lo dejó colgando en su espalda del filo hilo que se ataba bajo la nuez. Aseguró su fiel ninjatō en la funda bandolera y salió del hostal, esperando que Rōga le siguiera.
—Última oportunidad para echarte atrás, Rōga-san —le dijo Akame con una sonrisa socarrona en los labios cortados. Sabía que el amejin no iba a acobardarse, y mucho menos en ese momento, pero aun así quiso lanzarle aquella puyita.
—Esa. Está aislada y es fácil de vigilar. Lo prioritario es capturar al objetivo con vida, no podemos asegurar que no trabaje para alguien o tenga colaboradores, así que interrogarlo después será vital —susurró el renegado. Un ninja debía contemplar todas las posibilidades—. Vamos.
Al Uchiha no le haría falta mucho más para levantarse, tomando sus posesiones y colocándose ya un cigarrillo en la boca —aun sin encenderlo—; el de después de comer era el que mejor le sentaba. No se puso el kasa, sino que lo dejó colgando en su espalda del filo hilo que se ataba bajo la nuez. Aseguró su fiel ninjatō en la funda bandolera y salió del hostal, esperando que Rōga le siguiera.
—Última oportunidad para echarte atrás, Rōga-san —le dijo Akame con una sonrisa socarrona en los labios cortados. Sabía que el amejin no iba a acobardarse, y mucho menos en ese momento, pero aun así quiso lanzarle aquella puyita.