27/05/2019, 19:19
(Última modificación: 27/05/2019, 19:23 por King Roga. Editado 1 vez en total.
Razón: Mi celular adora comerse letras (?)
)
"¿Y eso? Estaba sorprendido ante aquella técnica. En la academia le enseñaron que era posible usar una manta como camuflaje, pero le parecía una técnica un tanto tonta por lo fácil que era desbaratarla. Nunca se esmeró en intentarla, pero lo que Akame mismo ejecutó en ese sitio era otro nivel. "Eso si me interesa." Pensó para sí. Cada vez le fascinaba más y más el mundo del ninjutsu... Las utilidades poco a poco le atraían más que la idea de sólo romper cosas.
Un par de horas más tarde, a eso de las once cuando la oscuridad estaba en su punto más álgido y el cielo de verano sin nubes dejaba desfilar a la luna y su séquito de estrellas, dos figuras de paso silente se aproximaban al sector.
No emitían sonido al andar, y ambas eran un reflejo de la otra. Botas, pantalones cortos pegados, blusas escotadas sin mangas. Ambas de cabello por sobre el hombro y fleco en la frente. La diferencia es que una parecía una fotografía en sepia, y la otra su fotocopia en blanco y negro. Identicas y distintas a la vez, acechaban a paso lento la casa.
Esa era la última casa por revisar, que peinando toda la zona nunca encontraron nada. Su presa, debía estar ahí. Aún así, eran cautelosas. Observaron los alrededores de la casa, optando por entrar por una ventana sin cristal y así no causar ruido por abrir la puerta.
En la guarida, los dos chiquillos estaban dormidos luego de cenar. Una en la hamaca y el otro con una camilla improvisada en el suelo. Podían darse el lujo, creyendo que Akame iba a salvaguardarlos. Pero, el clon que se quedó con la gana de probar cena pronto también tendría problemas.
Escucharía un ruido extraño, semejante a un bastón golpeando. O mejor dicho. Tres.
Las mismas dos ancianas que custodiaban la entrada de la montaña habían tomado iniciativa de subir el escarpado terreno. Esta vez acompañadas por una tercera fémina un tanto más joven.
Era una dama de cabellos negros ondulados, peinada con dos trenzas que caían a los laterales de su rostro. Tenía aproximadamente unos cuarenta años y los ojos vendados. Lo que más destacaba era su ropaje vívido en rojo y dorado brillante, siendo este un kimono más elegante que el de las otras itako. Incluso su báculo era metálico y no de madera, contrastando a las otras.
Parecía dirigirse hacia su posición, con paso inéquivoco. ¿Como era posible?
Un par de horas más tarde, a eso de las once cuando la oscuridad estaba en su punto más álgido y el cielo de verano sin nubes dejaba desfilar a la luna y su séquito de estrellas, dos figuras de paso silente se aproximaban al sector.
No emitían sonido al andar, y ambas eran un reflejo de la otra. Botas, pantalones cortos pegados, blusas escotadas sin mangas. Ambas de cabello por sobre el hombro y fleco en la frente. La diferencia es que una parecía una fotografía en sepia, y la otra su fotocopia en blanco y negro. Identicas y distintas a la vez, acechaban a paso lento la casa.
Esa era la última casa por revisar, que peinando toda la zona nunca encontraron nada. Su presa, debía estar ahí. Aún así, eran cautelosas. Observaron los alrededores de la casa, optando por entrar por una ventana sin cristal y así no causar ruido por abrir la puerta.
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En la guarida, los dos chiquillos estaban dormidos luego de cenar. Una en la hamaca y el otro con una camilla improvisada en el suelo. Podían darse el lujo, creyendo que Akame iba a salvaguardarlos. Pero, el clon que se quedó con la gana de probar cena pronto también tendría problemas.
Escucharía un ruido extraño, semejante a un bastón golpeando. O mejor dicho. Tres.
Las mismas dos ancianas que custodiaban la entrada de la montaña habían tomado iniciativa de subir el escarpado terreno. Esta vez acompañadas por una tercera fémina un tanto más joven.
Era una dama de cabellos negros ondulados, peinada con dos trenzas que caían a los laterales de su rostro. Tenía aproximadamente unos cuarenta años y los ojos vendados. Lo que más destacaba era su ropaje vívido en rojo y dorado brillante, siendo este un kimono más elegante que el de las otras itako. Incluso su báculo era metálico y no de madera, contrastando a las otras.
Parecía dirigirse hacia su posición, con paso inéquivoco. ¿Como era posible?