31/05/2019, 22:56
¡¡¡ZASS!!! ¡¡¡ZASS!!! ¡¡¡ZASS!!! ¡¡¡ZASS!!!
Cuatro agujas dieron con el cuerpo del shinobi de Kusagakure, que fue incapaz de apartarse a tiempo de la trayectoria de la trampa: su pie y su mano izquierdas fueron ensartados sin compasión, y las dos últimas agujas arañaron la parte interna de sus piernas, a unos amenazadores y escasos milímetros de una zona terriblemente peligrosa el sexo masculino.
—¡¡YOTA!! —gritó Ayame, que se había olvidado momentáneamente del dolor de su propia herida para ir a socorrerle. Cogiéndole por debajo de los hombros, la kunoichi le apartó de la trampa y le dejó con cuidado en el suelo, apoyado en la pared—. ¿Estás bien? Estás... ¡Estás herido!