4/06/2019, 03:29
Myu, la estrambótica kunoichi de cabellos magenta, se mostró inadvertida ante las incontables historias de Roga respecto al Valle de Unraikyo. De más está decir que se le vio ligeramente enfadada, no tanto por el hecho de que Roga conociera el lugar per se, sino por esa mujercita de otro mundo que tanto había impresionado al Yotsuki.
Oh, Myu no era para nada alta. Tampoco tenía las piernas de un conejo, ni tampoco podía catalogarse como una princesa ni mucho menos. Pero estaba segurísima de que a esa le podía patear el culo sin necesidad de despeinarse las coletas.
Y... ¿cuándo es la boda? —bromeó, tras una risilla molesta.
Ahora es turno de hablar de Zōzei, el segundo integrante. Y, desde luego, el que más contento estaba con que el equipo fuera catalogado como Tormenta ya que él, bueno... ya lo averiguaréis.
Zōzei era un muchacho alto, de quince años aproximadamente. Tenía buen físico, de piel paliducha y sus cabellos de color azul eléctrico estaban compuestos por largos mechones que caían frondosos sobre su espalda, aunque los laterales del cráneo los tenía rapados con degradados que emulaban ser sendos cometas, o una estrella fugaz, depende de quién lo viera. Los ojos los tenía de un pesado color púrpura, y ahí, bajo sus párpados, vestía profundas ojeras. Tenía cara de no dormir bien. Ah, y las cejas. Joder, esas cejas. Curvadas, como el ala de un jodido murciélago.
Llevaba un haori rasgado de tonalidades púrpura como vestimenta, y más allá de su portaobjetos y su mochila, no parecía ser de los que usaba armas, como Myu.
—Sí. Creo que tus historias me harían dormir como un bebé. Quizás, cuando tenga inconvenientes para conciliar el sueño, puedas echarme un par de cuentos, ¿qué dices?
Oh, Myu no era para nada alta. Tampoco tenía las piernas de un conejo, ni tampoco podía catalogarse como una princesa ni mucho menos. Pero estaba segurísima de que a esa le podía patear el culo sin necesidad de despeinarse las coletas.
Y... ¿cuándo es la boda? —bromeó, tras una risilla molesta.
Ahora es turno de hablar de Zōzei, el segundo integrante. Y, desde luego, el que más contento estaba con que el equipo fuera catalogado como Tormenta ya que él, bueno... ya lo averiguaréis.
Zōzei era un muchacho alto, de quince años aproximadamente. Tenía buen físico, de piel paliducha y sus cabellos de color azul eléctrico estaban compuestos por largos mechones que caían frondosos sobre su espalda, aunque los laterales del cráneo los tenía rapados con degradados que emulaban ser sendos cometas, o una estrella fugaz, depende de quién lo viera. Los ojos los tenía de un pesado color púrpura, y ahí, bajo sus párpados, vestía profundas ojeras. Tenía cara de no dormir bien. Ah, y las cejas. Joder, esas cejas. Curvadas, como el ala de un jodido murciélago.
Llevaba un haori rasgado de tonalidades púrpura como vestimenta, y más allá de su portaobjetos y su mochila, no parecía ser de los que usaba armas, como Myu.
—Sí. Creo que tus historias me harían dormir como un bebé. Quizás, cuando tenga inconvenientes para conciliar el sueño, puedas echarme un par de cuentos, ¿qué dices?