5/06/2019, 01:04
La joven pelirroja llevaba rebosante de energía todo el día, más aún de lo que era común en ella al menos. Incapaz de concentrarse en sus estudios había decidido salir a ayudar a sus padres al campo, aunque ellos insistían en que ya no era necesario y que tenía muchas cosas que hacer, para la kunoichi no servía de nada pretender mejorar el mundo con su nueva profesión si no podía empezar a aliviar la carga de sus padres.
Tal vez ni siquiera la joven estuviera más enérgica de la cuenta, sino que la aldea parecía siempre ir un poco más lento cuando las chicharras empezaban a trinar y el sol parecía querer abrazar a cada uno de los habitantes de la aldea. Sin embargo para la joven, con una sangre tan incendiada como su cabello nunca parecía estar afectada por el calor, y tras sus primeros estudios en el arte del ninjutsu empezaba a tener claro el por qué, pensaba contenta obnubilada en sus clases.
Bajo los ojos a las nubes sobresaltándose al escuchar como llamaban a la puerta, haciendo que el cubo con el que pretendía sacar agua del pozo hacía unos pocos minutos cayera con estrépito de nuevo hasta el fondo. Su dulce mirada cambió en un instante a un gesto de evidente enojo mientras atravesaba la casa con la misma rapidez y suavidad que un tifón de primavera hasta alcanzar la puerta. -¡Daichi te he dicho ya que no tengo tiempo para salir a jugar! – gritó enojada a nadie en especial abriendo la puerta de golpe, pues tras ella no se encontraba su amigo, ni ninguna persona de su edad. Mirando hacia arriba para corregir la evidente diferencia de altura miró levemente perpleja al chūnin que se encontraba en la puerta de su casa. Sus mofletes se relajaron a la vez que formaban una inocente sonrisa. -Si… soy yo. – respondió extendiendo las manos para alcanzar el pergamino que le tendían, sintiendo como una ligera capa de sudor le mojaba las manos en ese instante cuando hace unos instantes trabajando, apenas había sentido calor.
¿Su primera misión?¿Y acababa de gritarle al mensajero?¿Se habrían dado cuenta en la academia de sus capacidades y ahora le encargaban una misión?¿Había olvidado lavarse las manos del trabajo en el campo antes de agarrar el pergamino?¿Cuál sería su primera misión?¿Infiltración?¿Combate?¿Cuidar una mascota?
Sus ojos se dirigieron un solo instante a los de su cortés acompañante -Muchas gracias señor– contestó con su habitual sonrisa un segundo antes de abrir el pergamino de un solo movimiento de muñeca antes de disponerse a leerlo.
Tal vez ni siquiera la joven estuviera más enérgica de la cuenta, sino que la aldea parecía siempre ir un poco más lento cuando las chicharras empezaban a trinar y el sol parecía querer abrazar a cada uno de los habitantes de la aldea. Sin embargo para la joven, con una sangre tan incendiada como su cabello nunca parecía estar afectada por el calor, y tras sus primeros estudios en el arte del ninjutsu empezaba a tener claro el por qué, pensaba contenta obnubilada en sus clases.
Bajo los ojos a las nubes sobresaltándose al escuchar como llamaban a la puerta, haciendo que el cubo con el que pretendía sacar agua del pozo hacía unos pocos minutos cayera con estrépito de nuevo hasta el fondo. Su dulce mirada cambió en un instante a un gesto de evidente enojo mientras atravesaba la casa con la misma rapidez y suavidad que un tifón de primavera hasta alcanzar la puerta. -¡Daichi te he dicho ya que no tengo tiempo para salir a jugar! – gritó enojada a nadie en especial abriendo la puerta de golpe, pues tras ella no se encontraba su amigo, ni ninguna persona de su edad. Mirando hacia arriba para corregir la evidente diferencia de altura miró levemente perpleja al chūnin que se encontraba en la puerta de su casa. Sus mofletes se relajaron a la vez que formaban una inocente sonrisa. -Si… soy yo. – respondió extendiendo las manos para alcanzar el pergamino que le tendían, sintiendo como una ligera capa de sudor le mojaba las manos en ese instante cuando hace unos instantes trabajando, apenas había sentido calor.
¿Su primera misión?¿Y acababa de gritarle al mensajero?¿Se habrían dado cuenta en la academia de sus capacidades y ahora le encargaban una misión?¿Había olvidado lavarse las manos del trabajo en el campo antes de agarrar el pergamino?¿Cuál sería su primera misión?¿Infiltración?¿Combate?¿Cuidar una mascota?
Sus ojos se dirigieron un solo instante a los de su cortés acompañante -Muchas gracias señor– contestó con su habitual sonrisa un segundo antes de abrir el pergamino de un solo movimiento de muñeca antes de disponerse a leerlo.