14/06/2019, 07:25
En cuanto Akame rompió su camuflaje para lanzar la bomba de luz, ambas mujeres cometieron el instintivo error de voltear a ver para ponerse a la defensiva, recibiendo de lleno la cegadora luz. Pese a todas las precauciones tomadas, bajaron la guardia y cayeron de lleno en la trampa montada por el Yotsuki y el Uchiha.
—¿¡Cómo!?
—¡AH!
Rōga por su lado, no se vio afectado en lo absoluto, pues aún con las consideraciones que Akame había tomado el genin de la lluvia tenía sus propios artilugios para lidiar con aquello. "Joder, de saber que haría algo cómo eso podríamos habernos coordinado mejor." Siendo él único que podía ver en aquella situación, no iba a desperdiciar la oportunidad y reaccionó rápidamente para saltar desde la cama buscando tomar el brazo derecho de la pelinegra empleando su propia zurda, tirando de ella para acercarla levemente mientras su diestra cargada de electricidad impactaba su pecho.
—¡Lariat!— diría, aunque la transformación le quitaría algo de epicidad el momento.
Ejercería la presión del movimiento hacia abajo mientras halaba su extremidad, buscando tumbarla al suelo sin llegar a reventarle el pecho, que tampoco quería dejar sin habla a la futura rehén. Cuando se lo proponía, llegaba a superar muchas expectativas.
Al mismo tiempo, una espectral garra terminó por atravesar violentamente el pecho de la castaña, quién ni siquiera fue capaz de soltar un grito ante ello. Sufrió una única convulsión, antes de que sus brazos quedasen colgando y Akame sintiese que el peso de ella caída vencido.
El genin ladeó la vista un sólo segundo y fue testigo de ello, ante lo cuál no pudo sino chasquear la lengua un tanto molesto. No era la primera vez que veía gente ser asesinada delante de él, pero le resultaba incómodo la grotesca forma en la que el renegado arrancó aquella vida. Más, no tenía tiempo para ponerse escrupuloso, pues aún tenía que lidiar con la pelinegra que yacía sin aliento en el piso. Un poco más y casi le daba lástima, aunque eso no impidió usar su pie para moverle la cabeza y luego poner su zapato sobre su sien mientras seguía sujetándola de la muñeca mientras estiraba su extremidad.
—Podría aplastarle el cráneo ahora mismo— La figura de la chamana despareció detrás de la nube de humo para dejar a la vista ahora al niño rockero. —Pero sinceramente no quiero hacerlo— Observaría a Akame de forma furtiva. —¿Conoces alguna técnica de interrogación? Puedo noquearla si quieres— Recordaba por experiencia pasada que existían métodos para sacarle información a alguien inconsciente, además que los prefería por sobre torturarla para obligarla a hablar.
La muchacha apenas si pudo toser en un intento de respuesta.
Detestaba admitirlo, pero aún con su su rudeza superficial, pecaba de piadoso en ciertos momentos. Aún sabiendo que ellas causaron daño a algunas de las mujeres del templo y que también estaban tras la niña ciega, no era parte de su naturaleza el ser verdugo. No lo exteriorizaba, pero aunque por fuera luciese calmo, en el fondo la historia era muy distinta.
Kiyoshi cómo siempre, no respondió. Claro que tenía más sitios para escabullirse, pero en su caso sabía moverse por el terreno de las montañas a diferencia de su amada discapacitada. Llevarla a ella era el principal inconveniente, pero debía arriesgarse.
En el caso de la muchacha, tuvo que negar con la cabeza.
—No, lo lamento. Mi habilidad no funciona así— Arqueó las cejas. —Puedo detectar emociones, pero aún estando en mi perímetro no puedo ni siquiera calcular la distancia, pero no importa, debemos salir de aquí— Se puso en pie.
Kiyoshi le extendió su bastón y la tomó de la mano, ayudándola a dirigirse hasta la puerta y emprender la huída.
Por suerte, las abuelas aún no habían llegado hasta su posición. Sospechaban sobre la ubicación de la guarida al ser una de las zonas de más difícil acceso y dónde nadie más se hubiese atrevido a buscar. Sin embargo, ellas tampoco tenían la certeza y al precisión para darles alcance tan pronto.
Jugar a tener el control, a sentirse poderoso. Los adultos también juegan al igual que los niños, pero los primeros no son conscientes de ello. Creen que es real, por que si no, no serían capaces de mantener la cordura. Los ninjas juegan a ser jueces y verdugos, confundiendo la experiencia con la sabiduría. Tan simple cómo el letrado que ignora las palabras del analfabeto, no aprenden del árbol anciano y vigilante. Lo justo no existe, porque la injusticia es lo que no nos gusta. No hay certeza de lo correcto, así que todo es un error. Soy la encarnación de lo erróneo, pero ni siquiera las deidades son capaces de castigarme. Los dioses son espejos de imperfección, que por ello los humanos se reflejan en ellos y adoran su propia impureza.
Ōkawa. Tan tonta. No has aprendido a esconder tu verdad de los demás. La guía empieza cerrando las puertas del conocimiento, porque cada ser humano es equiparable al infinito.
«¿Debería dejarlos jugar más tiempo?»
La niña del sombrero salió por la puerta del hotel, dirigiendo una reverencia al conserje que trapeaba el suelo luego de la cena, aunque cuando desde hace horas no recibían un sólo comensal.
—¿A dónde vas a estas horas de la noche?— dijo el hombre, confuso.
—Pocas veces el cielo está tan despejado, así que quiero aprovechar esta noche de verano— sonrió dulce, dando saltitos mientras salía por la puerta.
Caminó, adentrándose entre los bambúes. La luna estaba en plenitud y su luz se desdibujaba a través de las hojas y cañas, mientras la niña se dejaba perder en el bosque.
—¿¡Cómo!?
—¡AH!
Rōga por su lado, no se vio afectado en lo absoluto, pues aún con las consideraciones que Akame había tomado el genin de la lluvia tenía sus propios artilugios para lidiar con aquello. "Joder, de saber que haría algo cómo eso podríamos habernos coordinado mejor." Siendo él único que podía ver en aquella situación, no iba a desperdiciar la oportunidad y reaccionó rápidamente para saltar desde la cama buscando tomar el brazo derecho de la pelinegra empleando su propia zurda, tirando de ella para acercarla levemente mientras su diestra cargada de electricidad impactaba su pecho.
—¡Lariat!— diría, aunque la transformación le quitaría algo de epicidad el momento.
Ejercería la presión del movimiento hacia abajo mientras halaba su extremidad, buscando tumbarla al suelo sin llegar a reventarle el pecho, que tampoco quería dejar sin habla a la futura rehén. Cuando se lo proponía, llegaba a superar muchas expectativas.
Al mismo tiempo, una espectral garra terminó por atravesar violentamente el pecho de la castaña, quién ni siquiera fue capaz de soltar un grito ante ello. Sufrió una única convulsión, antes de que sus brazos quedasen colgando y Akame sintiese que el peso de ella caída vencido.
El genin ladeó la vista un sólo segundo y fue testigo de ello, ante lo cuál no pudo sino chasquear la lengua un tanto molesto. No era la primera vez que veía gente ser asesinada delante de él, pero le resultaba incómodo la grotesca forma en la que el renegado arrancó aquella vida. Más, no tenía tiempo para ponerse escrupuloso, pues aún tenía que lidiar con la pelinegra que yacía sin aliento en el piso. Un poco más y casi le daba lástima, aunque eso no impidió usar su pie para moverle la cabeza y luego poner su zapato sobre su sien mientras seguía sujetándola de la muñeca mientras estiraba su extremidad.
—Podría aplastarle el cráneo ahora mismo— La figura de la chamana despareció detrás de la nube de humo para dejar a la vista ahora al niño rockero. —Pero sinceramente no quiero hacerlo— Observaría a Akame de forma furtiva. —¿Conoces alguna técnica de interrogación? Puedo noquearla si quieres— Recordaba por experiencia pasada que existían métodos para sacarle información a alguien inconsciente, además que los prefería por sobre torturarla para obligarla a hablar.
La muchacha apenas si pudo toser en un intento de respuesta.
Detestaba admitirlo, pero aún con su su rudeza superficial, pecaba de piadoso en ciertos momentos. Aún sabiendo que ellas causaron daño a algunas de las mujeres del templo y que también estaban tras la niña ciega, no era parte de su naturaleza el ser verdugo. No lo exteriorizaba, pero aunque por fuera luciese calmo, en el fondo la historia era muy distinta.
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Kiyoshi cómo siempre, no respondió. Claro que tenía más sitios para escabullirse, pero en su caso sabía moverse por el terreno de las montañas a diferencia de su amada discapacitada. Llevarla a ella era el principal inconveniente, pero debía arriesgarse.
En el caso de la muchacha, tuvo que negar con la cabeza.
—No, lo lamento. Mi habilidad no funciona así— Arqueó las cejas. —Puedo detectar emociones, pero aún estando en mi perímetro no puedo ni siquiera calcular la distancia, pero no importa, debemos salir de aquí— Se puso en pie.
Kiyoshi le extendió su bastón y la tomó de la mano, ayudándola a dirigirse hasta la puerta y emprender la huída.
Por suerte, las abuelas aún no habían llegado hasta su posición. Sospechaban sobre la ubicación de la guarida al ser una de las zonas de más difícil acceso y dónde nadie más se hubiese atrevido a buscar. Sin embargo, ellas tampoco tenían la certeza y al precisión para darles alcance tan pronto.
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Jugar a tener el control, a sentirse poderoso. Los adultos también juegan al igual que los niños, pero los primeros no son conscientes de ello. Creen que es real, por que si no, no serían capaces de mantener la cordura. Los ninjas juegan a ser jueces y verdugos, confundiendo la experiencia con la sabiduría. Tan simple cómo el letrado que ignora las palabras del analfabeto, no aprenden del árbol anciano y vigilante. Lo justo no existe, porque la injusticia es lo que no nos gusta. No hay certeza de lo correcto, así que todo es un error. Soy la encarnación de lo erróneo, pero ni siquiera las deidades son capaces de castigarme. Los dioses son espejos de imperfección, que por ello los humanos se reflejan en ellos y adoran su propia impureza.
Ōkawa. Tan tonta. No has aprendido a esconder tu verdad de los demás. La guía empieza cerrando las puertas del conocimiento, porque cada ser humano es equiparable al infinito.
«¿Debería dejarlos jugar más tiempo?»
La niña del sombrero salió por la puerta del hotel, dirigiendo una reverencia al conserje que trapeaba el suelo luego de la cena, aunque cuando desde hace horas no recibían un sólo comensal.
—¿A dónde vas a estas horas de la noche?— dijo el hombre, confuso.
—Pocas veces el cielo está tan despejado, así que quiero aprovechar esta noche de verano— sonrió dulce, dando saltitos mientras salía por la puerta.
Caminó, adentrándose entre los bambúes. La luna estaba en plenitud y su luz se desdibujaba a través de las hojas y cañas, mientras la niña se dejaba perder en el bosque.