15/06/2019, 23:54
Para la joven kunoichi seguían aquellos encargos de su sensei para viajar y empezar a conocer un país que era mucho más grande que la aldea donde se había criado y había pasado toda su infancia. Eran los únicos momentos de esparcimiento que tenía entre los entrenamientos y aquellas misiones tan absurdas que le comían la poca paciencia que tenía, ella necesitaba algo que pusiera sus habilidades a prueba ¿Cómo iba a mejorar si no?
Sumida en sus pensamientos rechazó otra vez una invitación de otro amable y pesado chico para que entrara en otro dudoso bar de apuestas y juegos. Su delicada sonrisa cambió a una mirada tremendamente enojada en el momento que otro de aquellos publicistas insistió demasiado, una mirada suficiente para que se alejara y pudiera recuperar su agradable expresión de siempre. Aquella ciudad estaba resultando bastante desesperante, si volvían a ofrecerle un boleto de lotería prometiéndole un dinero fácil iba a quemar el bombo y al lotero empezando por su pañuelo atado a la frente.
Con alivio, salió a una calle de un mercado bastante más honesto, con sus puestos con productos de todo tipo menos aquellos que prometían una fortuna encerrada en una bola de colores. Aunque en aquella ciudad parecía que la tranquilidad no estaba bien vista, los gritos de una mujer llegaron a sus oídos con estruendo. Al levantar la vista a los tejados observó a un grupo de monos con una expresión curiosa, observando los gritos de aquella tendera.
La pelirroja se acercó al puesto paseando ajena al bullicio “¿Cómo puede ponerse alguien así por unos inocentes animales?” se preguntó pensando en que aquella mujer exageraba cuando un golpe de algo tibio y poco consistente golpeo la falda de su kimono. La sonrisa de la joven se congeló unos pasos antes de llegar al puesto, haciendo que bajara lentamente su rostro, sin querer comprobar que de verdad le había ocurrido aquello. -Los mato – susurró apenas levantando la vista hacia aquel demonio peludo que aún la miraba con aquellos ojos negros lleno de la más retorcida maldad -¡BAJA AQUÍ MALDITO DEMONIO CON PELO, VOY A DEVOLVERTE LO QUE ME HAS TIRADO DE DONDE HA SALIDO! – grita sintiendo como el creciente enfado tiñe sus mejillas del mismo color de su pelo, al menos hasta que un grito aún más grande hace que mire a la tendera con sin perder la expresión de enojo.
-¡Menos gritos y más ayudar! ¿Para esto queremos ninjas por aquí?¡Como no hagáis algo no quiero volver a veros más por esta calle Nunca! – riñe a ella y a un chaval que descubre a su lado con la misma expresión de extrañeza que tiene ella en ese momento.
Sumida en sus pensamientos rechazó otra vez una invitación de otro amable y pesado chico para que entrara en otro dudoso bar de apuestas y juegos. Su delicada sonrisa cambió a una mirada tremendamente enojada en el momento que otro de aquellos publicistas insistió demasiado, una mirada suficiente para que se alejara y pudiera recuperar su agradable expresión de siempre. Aquella ciudad estaba resultando bastante desesperante, si volvían a ofrecerle un boleto de lotería prometiéndole un dinero fácil iba a quemar el bombo y al lotero empezando por su pañuelo atado a la frente.
Con alivio, salió a una calle de un mercado bastante más honesto, con sus puestos con productos de todo tipo menos aquellos que prometían una fortuna encerrada en una bola de colores. Aunque en aquella ciudad parecía que la tranquilidad no estaba bien vista, los gritos de una mujer llegaron a sus oídos con estruendo. Al levantar la vista a los tejados observó a un grupo de monos con una expresión curiosa, observando los gritos de aquella tendera.
La pelirroja se acercó al puesto paseando ajena al bullicio “¿Cómo puede ponerse alguien así por unos inocentes animales?” se preguntó pensando en que aquella mujer exageraba cuando un golpe de algo tibio y poco consistente golpeo la falda de su kimono. La sonrisa de la joven se congeló unos pasos antes de llegar al puesto, haciendo que bajara lentamente su rostro, sin querer comprobar que de verdad le había ocurrido aquello. -Los mato – susurró apenas levantando la vista hacia aquel demonio peludo que aún la miraba con aquellos ojos negros lleno de la más retorcida maldad -¡BAJA AQUÍ MALDITO DEMONIO CON PELO, VOY A DEVOLVERTE LO QUE ME HAS TIRADO DE DONDE HA SALIDO! – grita sintiendo como el creciente enfado tiñe sus mejillas del mismo color de su pelo, al menos hasta que un grito aún más grande hace que mire a la tendera con sin perder la expresión de enojo.
-¡Menos gritos y más ayudar! ¿Para esto queremos ninjas por aquí?¡Como no hagáis algo no quiero volver a veros más por esta calle Nunca! – riñe a ella y a un chaval que descubre a su lado con la misma expresión de extrañeza que tiene ella en ese momento.