19/06/2019, 12:24
Geki pudo observar con tremendo miedo cómo se disponía el gordo a hacer de su cuerpo un adhesivo, uno como el típico de un bollo relleno de chocolate. Al igual, Etsu quedó estremecido viéndose sin la capacidad de ayudarlo, impedido por el otro rufián que lejos de ser un oponente a su altura, jugaba sucio. Por suerte para ambos, la intervención del chunin paralizó el asunto, y sendos maleantes quedaron casi petrificados. Eran capaces de hacer frente a un par de genin, pero enfrentarse a un chunin experimentado a la par que a los genin... eso eran palabras mayores.
El menos experimentado de los shinobis reaccionó rápido, tan rápido como pudo al menos. Al tomar un poco de aire, se apresuró a escabullirse hasta topar con su espalda con la pared más próxima, y desde ésta intentó recuperar una posición bípeda. Apenas lo lograba, pero al menos ya no estaba sumiso bajo el gigantesco puño del gordo, lo cuál era seguramente un alivio. Podía respirar tranquilo, dentro de lo que cabe.
El chunin avanzó un par de pasos más, aún en silencio. Etsu había informado a su superior sobre la situación, y quizás éste estaba analizando cómo proceder. Fuere como fuere, la tensión en ese preciso instante se podía palpar.
—Entiendo —escupió al fin una palabra —éstos dos tipos, y el que está dentro deben ser parte del grupillo de rateros culpables de la reciente oleada de robos en nuestras calles.
Para ese momento, el pelirrojo había sacado sigilosamente otro cuchillo con su diestra, y lo lanzó con desprecio y malas intenciones al Inuzuka. Éste, que había estado atento al proceder del chunin, apenas tuvo tiempo para reaccionar ante tan malintencionado lanzamiento. Tuvo apenas tiempo para hacer un aspa con los brazos, para proteger al menos el rostro y el core, la zonas mas vitales. El pequeño cuchillo se clavó en su hombro derecho, haciendo que un reguero de liquido color carmín anunciase el acierto por parte del ratero. Etsu no pudo evitar un quejido.
—¡JODER! ¡SERÁ....!
Aprovechando la distracción tanto el pelirrojo como el gordo intentaron huir. El primero, el dueño del cuchillo, salió corriendo directo hacia la casa donde se escondía el otro pelirrojo, y saltó sin dilaciones por la ventana. Apenas hubo pasado el umbral de la misma, un virote salió disparado desde el interior. Con las mismas, el pelirrojo cayó sobre la ventana con medio cuerpo por fuera, y con un agujero entre ceja y ceja.
El chunin, que vio claramente la situación, no perdió tiempo con el cadáver. Realizó una leve secuencia de sellos, y un millar de estacas de hielo se abalanzaron desde todas direcciones hacia el gordo, clavándose la mayoría en sus piernas. El ladrón no podría moverse, estaba realmente jodido, aunque no fue hasta que vio el rostro del pelirrojo que realmente se estremeció. De hecho, fue tanto el impacto que provocó en él, que se desmayó.
Etsu hincó una rodilla, el dolor era realmente intenso. Trató de sacar el cuchillo del hombro, y aunque le costó bastante, lo logró a al segundo intento. Al ver al tipo, el dueño del cuchillo, apostado contra la ventana y sin vida en sus ojos, las lágrimas sucumbieron por el precipicio que eran sus mejillas.
—¡MIERDA! —vociferó en lo que asestaba un puñetazo al suelo, impotente.
El menos experimentado de los shinobis reaccionó rápido, tan rápido como pudo al menos. Al tomar un poco de aire, se apresuró a escabullirse hasta topar con su espalda con la pared más próxima, y desde ésta intentó recuperar una posición bípeda. Apenas lo lograba, pero al menos ya no estaba sumiso bajo el gigantesco puño del gordo, lo cuál era seguramente un alivio. Podía respirar tranquilo, dentro de lo que cabe.
El chunin avanzó un par de pasos más, aún en silencio. Etsu había informado a su superior sobre la situación, y quizás éste estaba analizando cómo proceder. Fuere como fuere, la tensión en ese preciso instante se podía palpar.
—Entiendo —escupió al fin una palabra —éstos dos tipos, y el que está dentro deben ser parte del grupillo de rateros culpables de la reciente oleada de robos en nuestras calles.
Para ese momento, el pelirrojo había sacado sigilosamente otro cuchillo con su diestra, y lo lanzó con desprecio y malas intenciones al Inuzuka. Éste, que había estado atento al proceder del chunin, apenas tuvo tiempo para reaccionar ante tan malintencionado lanzamiento. Tuvo apenas tiempo para hacer un aspa con los brazos, para proteger al menos el rostro y el core, la zonas mas vitales. El pequeño cuchillo se clavó en su hombro derecho, haciendo que un reguero de liquido color carmín anunciase el acierto por parte del ratero. Etsu no pudo evitar un quejido.
—¡JODER! ¡SERÁ....!
Aprovechando la distracción tanto el pelirrojo como el gordo intentaron huir. El primero, el dueño del cuchillo, salió corriendo directo hacia la casa donde se escondía el otro pelirrojo, y saltó sin dilaciones por la ventana. Apenas hubo pasado el umbral de la misma, un virote salió disparado desde el interior. Con las mismas, el pelirrojo cayó sobre la ventana con medio cuerpo por fuera, y con un agujero entre ceja y ceja.
El chunin, que vio claramente la situación, no perdió tiempo con el cadáver. Realizó una leve secuencia de sellos, y un millar de estacas de hielo se abalanzaron desde todas direcciones hacia el gordo, clavándose la mayoría en sus piernas. El ladrón no podría moverse, estaba realmente jodido, aunque no fue hasta que vio el rostro del pelirrojo que realmente se estremeció. De hecho, fue tanto el impacto que provocó en él, que se desmayó.
Etsu hincó una rodilla, el dolor era realmente intenso. Trató de sacar el cuchillo del hombro, y aunque le costó bastante, lo logró a al segundo intento. Al ver al tipo, el dueño del cuchillo, apostado contra la ventana y sin vida en sus ojos, las lágrimas sucumbieron por el precipicio que eran sus mejillas.
—¡MIERDA! —vociferó en lo que asestaba un puñetazo al suelo, impotente.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~