25/06/2019, 16:12
¿Que si la había subestimado? Podía estar segura de que sí. En defensa de Akame había que decir que, en los últimos meses, su mundo había dado un vuelco y la gente con la que se había acostumbrado a tratar era, en su mayoría, capaz de vender a su madre por tres huevos duros. De modo que cuando aquella kunoichi trató de suicidarse antes de que el Uchiha pudiera sacarle nada de información, éste abrió los ojos con gran sorpresa. «De modo que todavía quedan ninjas con las agallas suficientes para hacer lo que es correcto.» Un borboteo de sangre empezó a escurrirse entre los labios de la mujer. «Tengo que actuar, y ya.»
El renegado se volteó hacia Rōga.
—¡Ayúdame a abrirle la boca, rápido!
Con la mano izquierda trató de separarle las mandíbulas a la mujer, mientras en la derecha una canica ígnea surgía en el dedo índice. Oh, sí, Akame había subestimado la voluntad de aquella ninja, pero aun así era un tipo con recursos. No iba a dejarla morirse tal que así. No iba a perder a su principal hilo del que tirar de una forma tan estúpida... O, al menos, no sin antes haberlo intentado todo. Si con la ayuda de Rōga —o sin ella— conseguía mantenerle la boca abierta a la mujer, el Uchiha procedería a intentar cauterizarle la herida abierta en su lengua para impedir que consiguiera desangrarse.
El Kage Bunshin dejó hablar a la anciana itako, al fin y al cabo, tiempo era todo lo que él debía conseguir. El fin último de su efímera existencia. Si algo no tenía ganas de hacer era discutir filosofía con una fanática religiosa en mitad de la noche, pero acaso, ¿tenía otra cosa que hacer? ¿Otro motivo para existir? No, y sabiendo esto, la sombra se dispuso a darle cuanta coba pudiera a aquella vieja. Akame lo sabía bien; de quien profesaba un fanatismo religioso tal no se podía esperar una conversación razonada, pues la lógica y la argumentación válida quedaban fuera de semejante terreno. Así pues, su estrategia iría por otro lado; el de estancar a las ancianas.
—¿No lo ves? ¿No entiendes por qué no puedo permitir que Okawa se quede con vosotras? Vuestro fanatismo os ciega, ancianas, hasta tal punto que estáis dispuesta a hacer pasar a una niña por todo tipo de calamidades, tan sólo porque "vosotras tenéis la verdad". No existe tal cosa, vieja. A tu edad ya deberías darte cuenta —escupió, despectivo. Mas pronto su tono cambió a otro más calmado y educado—. Nadie debería ser privado de su libertad sólo por haber nacido con un don. Entiende que no sois distintas de esa gente que quiere usar a Okawa para sus propios fines, ¿no perseguís vosotras eso mismo? ¿Utilizarla? Vuestro parloteo sólo esconde la realidad; la niña os importa tan poco como a sus otros perseguidores. Nunca podréis verla como una persona, porque vuestros ojos están fijos en su don.
El Uchiha se cruzó de brazos. Suspiró con resignación.
—¿Y qué sendero es ese, si se puede saber?
El renegado se volteó hacia Rōga.
—¡Ayúdame a abrirle la boca, rápido!
Con la mano izquierda trató de separarle las mandíbulas a la mujer, mientras en la derecha una canica ígnea surgía en el dedo índice. Oh, sí, Akame había subestimado la voluntad de aquella ninja, pero aun así era un tipo con recursos. No iba a dejarla morirse tal que así. No iba a perder a su principal hilo del que tirar de una forma tan estúpida... O, al menos, no sin antes haberlo intentado todo. Si con la ayuda de Rōga —o sin ella— conseguía mantenerle la boca abierta a la mujer, el Uchiha procedería a intentar cauterizarle la herida abierta en su lengua para impedir que consiguiera desangrarse.
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El Kage Bunshin dejó hablar a la anciana itako, al fin y al cabo, tiempo era todo lo que él debía conseguir. El fin último de su efímera existencia. Si algo no tenía ganas de hacer era discutir filosofía con una fanática religiosa en mitad de la noche, pero acaso, ¿tenía otra cosa que hacer? ¿Otro motivo para existir? No, y sabiendo esto, la sombra se dispuso a darle cuanta coba pudiera a aquella vieja. Akame lo sabía bien; de quien profesaba un fanatismo religioso tal no se podía esperar una conversación razonada, pues la lógica y la argumentación válida quedaban fuera de semejante terreno. Así pues, su estrategia iría por otro lado; el de estancar a las ancianas.
—¿No lo ves? ¿No entiendes por qué no puedo permitir que Okawa se quede con vosotras? Vuestro fanatismo os ciega, ancianas, hasta tal punto que estáis dispuesta a hacer pasar a una niña por todo tipo de calamidades, tan sólo porque "vosotras tenéis la verdad". No existe tal cosa, vieja. A tu edad ya deberías darte cuenta —escupió, despectivo. Mas pronto su tono cambió a otro más calmado y educado—. Nadie debería ser privado de su libertad sólo por haber nacido con un don. Entiende que no sois distintas de esa gente que quiere usar a Okawa para sus propios fines, ¿no perseguís vosotras eso mismo? ¿Utilizarla? Vuestro parloteo sólo esconde la realidad; la niña os importa tan poco como a sus otros perseguidores. Nunca podréis verla como una persona, porque vuestros ojos están fijos en su don.
El Uchiha se cruzó de brazos. Suspiró con resignación.
—¿Y qué sendero es ese, si se puede saber?