25/06/2019, 17:20
(Última modificación: 25/06/2019, 17:26 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
No hubo necesidad siquiera de esperar a la señal de Akame, porque para cuando este terminó su frase Rōga ya se había agachado para intentar contener a la mujer, quién intento zangolotearse para liberarse del agarre. El genin se vio forzado a ceñirse a la muchacha, inmovilizando su cabeza con ambos brazos mientras intentaba abrirle la boca con dificultad. "¿Tan difícil es lograr que un interrogatorio salga bien? Chasqueó la lengua.
—¡QUÉDATE QUIETA MALDICIÓN!— ordenó, aunque estaba noventa y nueve por ciento seguro de que ella no iba a obedecerle. Simplemente necesitaba sacar su frustración de algún modo.
Un violento espasmo que el de cabellos tricolor apenas pudo contener, un olor a carne quemada, un grito que no parecía de este mundo. La escena era aberrante por sí sóla, ya que los captores estaban tratando de salvar a su rehén más por su valor táctico que por su vida en sí. Todo su estratagema se estaba complicando de más, sin saber que el tiempo que les quedaba era mucho menor al que creían.
La mujer lloró ante la quemadura dentro de su boca, además que aunque la hemorragia no alcanzó a ser demasiado severa, si que le causó un leve mareo que le impidió seguir resistiéndose. Si bien ya estaba fuera de peligro, el Yotsuki no estaba demasiado convencido de que las cosas fuesen a prosperar. Una vez la mujer se quedó sollozando, el cachorro de lobo apretó los dientes al ver la sangre que le salpicó en las manos.
—¿No podía ser un trabajo limpio?— Hizo una mueca. —Qué asco— se quejó.
Aquello sobrepasaba sus estándares regulares de trabajo.
—No es fanatismo, es disciplina. Una virtud que tarda años en perfeccionarse e inculcarse. Aquellos que tienen el poder de cambiar el mundo deben hacerse responsables de sus actos, porque los Ocho Yama juzgarán nuestras acciones al partir al más allá— Colocó su mano derecha como si rezara.
»La senda que pocos se atreven a tomar, porque no tienen fuerza en su corazón. La senda del mártir, la senda del perdón.
—¡QUÉDATE QUIETA MALDICIÓN!— ordenó, aunque estaba noventa y nueve por ciento seguro de que ella no iba a obedecerle. Simplemente necesitaba sacar su frustración de algún modo.
Un violento espasmo que el de cabellos tricolor apenas pudo contener, un olor a carne quemada, un grito que no parecía de este mundo. La escena era aberrante por sí sóla, ya que los captores estaban tratando de salvar a su rehén más por su valor táctico que por su vida en sí. Todo su estratagema se estaba complicando de más, sin saber que el tiempo que les quedaba era mucho menor al que creían.
La mujer lloró ante la quemadura dentro de su boca, además que aunque la hemorragia no alcanzó a ser demasiado severa, si que le causó un leve mareo que le impidió seguir resistiéndose. Si bien ya estaba fuera de peligro, el Yotsuki no estaba demasiado convencido de que las cosas fuesen a prosperar. Una vez la mujer se quedó sollozando, el cachorro de lobo apretó los dientes al ver la sangre que le salpicó en las manos.
—¿No podía ser un trabajo limpio?— Hizo una mueca. —Qué asco— se quejó.
Aquello sobrepasaba sus estándares regulares de trabajo.
***
—No es fanatismo, es disciplina. Una virtud que tarda años en perfeccionarse e inculcarse. Aquellos que tienen el poder de cambiar el mundo deben hacerse responsables de sus actos, porque los Ocho Yama juzgarán nuestras acciones al partir al más allá— Colocó su mano derecha como si rezara.
»La senda que pocos se atreven a tomar, porque no tienen fuerza en su corazón. La senda del mártir, la senda del perdón.