10/07/2019, 22:08
(Última modificación: 12/07/2019, 21:06 por Okumura Kouji. Editado 2 veces en total.)
El rugido de un aguacero torrencial apabullaba las calles del distrito comercial desde tempranas horas de la madrugada. Aún los locales estaban cerrados, pero muchos de ellos se estaban preparando para iniciar otro día de trabajo.
Una anciana miraba por la ventana de la tercera planta de uno de esos edificios, sentada en el borde de una cama y en silencio, mientras la luz del día se abría paso lentamente aquella mañana particularmente gris de Amegakure.
—Hoy va a ser un buen día, ya verás.— Dos, tres, cuatro; las luces de neón se encendían tímidamente, una a una, a lo largo del bulevar. —¿Lo escuchas? Es el cielo que lo dice a gritos.— La mujer giro la cabeza, regalando una sonrisa de complicidad medio escondida entre sus cabellos de nieve a su nieto, que estaba detrás de ella. Él estaba de pie sobre una silla tratando de alcanzar una caja mediana guardada en una despensa alta.
—Eso espero. Aún así… — Se permitió una pausa mientras sostenía la caja y bajaba de la silla. —No tiene que ver con la misión. — Con el hecho de que ese día fuera a llevar a cabo su primera misión como shinobi, quería decir.
Con un suspiro, Kouji dejó la caja en el suelo y correspondió el gesto sin mucho ánimo.
—Me preocupa la tía Natsuho. Creo que está molesta conmigo desde que le dije que no podría ayudarla más en la tienda, además, no sé si ella pueda atender el negocio sola.— Retomo su labor, e inspeccionando su contenido, comenzó a clasificar unas piezas de mercancía que debía entregar como recado esa mañana.
—Ella debe entender que ahora eres un Genin y ahora te debes a tu aldea.— Volvió su rostro a contemplar el diluvio que acontecía fuera de su hogar. —Kouji, sabes muy bien que ellos no entienden la responsabilidad y el honor que implica ser ninja. Simplemente no lo ven.— Replicó la abuela, con un deje de aplomo. Mientras tanto, el chico de cabello oscuro ensimismado en su búsqueda.
«¡Aquí está!» El muchacho acababa de encontrar su encomienda: una complicada pieza mecánica con la forma de una lata de refresco, pesada para su tamaño.
—Ahora anda, que se te va a hacer tarde.— Se levantó de su asiento y presionó al muchacho para que partiera prontamente. Claramente notó que, a pesar sus consejos, su nieto no se desligaba del todo de sus responsabilidades anteriores. —Le pediré a tu hermana que haga ese recado cuando despierte.—
—Hmmm… pues vale.— Se incorporó para poner en su sitio la caja tan pronto como pudo y dejó el repuesto sobre un mesón. No estaba seguro de si era buena idea dejar a su hermana pequeña encargada de ese asunto, pero lo que estaba claro es que no le llevaría la contraria a la veterana ex-kunoichi.
—Ya me voy.— Tomó su portarmas, amarró la bandana con el símbolo de su aldea alrededor su cuello, y despidió a su abuela con un abrazo antes de salir a la calle.
Iba con ropa bien abrigada como de costumbre, con una gabardina encima que poca protección le brindaba contra las recias gotas de lluvia que persistían durante su camino al edificio de la Arashikage. Se abrió paso hasta salir del distrito comercial, donde recién comenzaba aparecer algo de gente transitando por las calles. Así, dio marcha hacia la parte central de la aldea donde, la imponente figura de la torre adornada con criaturas del averno se materializaba para este novato de genin luego de varios minutos.
Fue allí, dentro de ese vestíbulo amplio y acogedor, que se percató de lo empapada que estaba su ropa por el mal tiempo. Hizo como pudo para escurrir agua en la entrada antes de atravesar el salón en busca de un encargado que le otorgara su primera misión.
—Buenos días.— Saludaría a quien le atendiera en ese momento. —He venido a solicitar una misión.— Kouji no conocía demasiado ese edificio ni sabía si allí mismo recibiría lo que pedía, aun así, creía que aquella persona podía orientarle mejor.
Una anciana miraba por la ventana de la tercera planta de uno de esos edificios, sentada en el borde de una cama y en silencio, mientras la luz del día se abría paso lentamente aquella mañana particularmente gris de Amegakure.
—Hoy va a ser un buen día, ya verás.— Dos, tres, cuatro; las luces de neón se encendían tímidamente, una a una, a lo largo del bulevar. —¿Lo escuchas? Es el cielo que lo dice a gritos.— La mujer giro la cabeza, regalando una sonrisa de complicidad medio escondida entre sus cabellos de nieve a su nieto, que estaba detrás de ella. Él estaba de pie sobre una silla tratando de alcanzar una caja mediana guardada en una despensa alta.
—Eso espero. Aún así… — Se permitió una pausa mientras sostenía la caja y bajaba de la silla. —No tiene que ver con la misión. — Con el hecho de que ese día fuera a llevar a cabo su primera misión como shinobi, quería decir.
Con un suspiro, Kouji dejó la caja en el suelo y correspondió el gesto sin mucho ánimo.
—Me preocupa la tía Natsuho. Creo que está molesta conmigo desde que le dije que no podría ayudarla más en la tienda, además, no sé si ella pueda atender el negocio sola.— Retomo su labor, e inspeccionando su contenido, comenzó a clasificar unas piezas de mercancía que debía entregar como recado esa mañana.
—Ella debe entender que ahora eres un Genin y ahora te debes a tu aldea.— Volvió su rostro a contemplar el diluvio que acontecía fuera de su hogar. —Kouji, sabes muy bien que ellos no entienden la responsabilidad y el honor que implica ser ninja. Simplemente no lo ven.— Replicó la abuela, con un deje de aplomo. Mientras tanto, el chico de cabello oscuro ensimismado en su búsqueda.
«¡Aquí está!» El muchacho acababa de encontrar su encomienda: una complicada pieza mecánica con la forma de una lata de refresco, pesada para su tamaño.
—Ahora anda, que se te va a hacer tarde.— Se levantó de su asiento y presionó al muchacho para que partiera prontamente. Claramente notó que, a pesar sus consejos, su nieto no se desligaba del todo de sus responsabilidades anteriores. —Le pediré a tu hermana que haga ese recado cuando despierte.—
—Hmmm… pues vale.— Se incorporó para poner en su sitio la caja tan pronto como pudo y dejó el repuesto sobre un mesón. No estaba seguro de si era buena idea dejar a su hermana pequeña encargada de ese asunto, pero lo que estaba claro es que no le llevaría la contraria a la veterana ex-kunoichi.
—Ya me voy.— Tomó su portarmas, amarró la bandana con el símbolo de su aldea alrededor su cuello, y despidió a su abuela con un abrazo antes de salir a la calle.
Iba con ropa bien abrigada como de costumbre, con una gabardina encima que poca protección le brindaba contra las recias gotas de lluvia que persistían durante su camino al edificio de la Arashikage. Se abrió paso hasta salir del distrito comercial, donde recién comenzaba aparecer algo de gente transitando por las calles. Así, dio marcha hacia la parte central de la aldea donde, la imponente figura de la torre adornada con criaturas del averno se materializaba para este novato de genin luego de varios minutos.
Fue allí, dentro de ese vestíbulo amplio y acogedor, que se percató de lo empapada que estaba su ropa por el mal tiempo. Hizo como pudo para escurrir agua en la entrada antes de atravesar el salón en busca de un encargado que le otorgara su primera misión.
—Buenos días.— Saludaría a quien le atendiera en ese momento. —He venido a solicitar una misión.— Kouji no conocía demasiado ese edificio ni sabía si allí mismo recibiría lo que pedía, aun así, creía que aquella persona podía orientarle mejor.
— Hablo « Pienso »
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