14/07/2019, 18:20
A pesar de que los ojos de Ranko parecían grifos abiertos, su boca no soltaba más que quejidos muy bajos. Se mordió el labio para obligarse a no soltar chillido alguno. A pesar de que su cuerpo estaba cálido por la ducha, sintió que la mano de Mei en su hombro era bastante reconfortante. Sin embargo, su comentario le punzó el corazón.
"Kuumi… ¿Me falló? ¿Es aquella que acabo de ver la verdadera Kuumi? ¿Será así a partir de ahora? ¿Ya no tendré más a Kuu-chan? ¿Tendré que desconfiar de ella? ¿Ella desconfiará siempre de mí? ¿Ya no…?"
Pero la mano de Mei en su mentón interrumpió su pensar. Sus palabras fueron sencillas y directas, pero su toque y su voz eran lo suficientemente relajantes. Ranko asintió después de que la Uzujin le limpiara las lágrimas, aunque no pudo evitar que siguieran saliendo.
—L-l-lo siento —Fue lo primero que salió de sus labios, ahogando su llanto —. L-lamen… Lamento q-que hayas… v-visto eso. L-lo siento.
Ranko recogió la toalla y enjugó el resto de sus lágrimas. Su cabello caía sobre sus hombros y espaldas, muy diferente a su aspecto habitual, con su típica trenza. La chica se sentó en la cama, jugueteando distraídamente con la toalla. Pensó por un momento que podría contarle a Mei cuán cercana era a Kuumi. Podría decirle lo mucho que disfrutaba estar con ella porque, a pesar de sus diferencias en personalidad, solían entenderse mucho muy bien. Le podría contar su historia, las veces que habían luchado juntas, y triunfado juntas, y las veces que ella había perdido ante Kuumi. Podría mencionar qué tan superior era su hermana en casi todos los aspectos, y cómo casi nunca le había molestado eso. Casi.
Pero no lo hizo. No quería molestar de más a la chica, y sentía que no debía compartir eso, a pesar de la situación que acababan de vivir. Ranko se limpió la cara y esbozó una sonrisa frágil, muy torcida, como si en cualquier momento fuese a estallar en lágrimas de nuevo.
—G-Gra… Gracias, M-Mei-san. P-p-por tus ánimos.
"Kuumi… ¿Me falló? ¿Es aquella que acabo de ver la verdadera Kuumi? ¿Será así a partir de ahora? ¿Ya no tendré más a Kuu-chan? ¿Tendré que desconfiar de ella? ¿Ella desconfiará siempre de mí? ¿Ya no…?"
Pero la mano de Mei en su mentón interrumpió su pensar. Sus palabras fueron sencillas y directas, pero su toque y su voz eran lo suficientemente relajantes. Ranko asintió después de que la Uzujin le limpiara las lágrimas, aunque no pudo evitar que siguieran saliendo.
—L-l-lo siento —Fue lo primero que salió de sus labios, ahogando su llanto —. L-lamen… Lamento q-que hayas… v-visto eso. L-lo siento.
Ranko recogió la toalla y enjugó el resto de sus lágrimas. Su cabello caía sobre sus hombros y espaldas, muy diferente a su aspecto habitual, con su típica trenza. La chica se sentó en la cama, jugueteando distraídamente con la toalla. Pensó por un momento que podría contarle a Mei cuán cercana era a Kuumi. Podría decirle lo mucho que disfrutaba estar con ella porque, a pesar de sus diferencias en personalidad, solían entenderse mucho muy bien. Le podría contar su historia, las veces que habían luchado juntas, y triunfado juntas, y las veces que ella había perdido ante Kuumi. Podría mencionar qué tan superior era su hermana en casi todos los aspectos, y cómo casi nunca le había molestado eso. Casi.
Pero no lo hizo. No quería molestar de más a la chica, y sentía que no debía compartir eso, a pesar de la situación que acababan de vivir. Ranko se limpió la cara y esbozó una sonrisa frágil, muy torcida, como si en cualquier momento fuese a estallar en lágrimas de nuevo.
—G-Gra… Gracias, M-Mei-san. P-p-por tus ánimos.
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