18/07/2019, 03:33
—Adiós, y buena suerte— Contestó la mujer a la despedida.
Las otras dos muchachas parecían comentar algo respecto al genin en voz baja, pero entonces la mujer les vio de reojo. No fue una mirada amenazante, ni siquiera de enojo. Simplemente, bastó con posar sus iris en aquellas dos enfermeras para que estas guardasen silencio y dejasen de murmurar. Aquello era quizás lo que se le llamaba tener una presencia imponente.
Cómo fuese, Kouji para ese momento ya habría empezado a buscar la oficina de Karaga. No tardaría demasiado en llegar a su destino, pues tras caminar por los pasillos la mayoría de los cristales de las puertas tenían las luces apagadas. El cuarto que tenía un letrero con la inscripción Inuzuka Karaga era el único que se hallaba iluminado a esa hora. Además, el olor a café se escapaba desde la entreabierta puerta de la oficina.
Dentro, parecía haber dos voces platicando. Una, femenina, la otra... era difícil describirla. Sonaba cómo a un hombre, pero tenía algo rasposo y extraño en su tono.
—La administración debería darnos un anexo mucho más grande en el hospital para poder trabajar— Decía la voz de una mujer ya madura.
—¿Trabajar? Tú haces de todo menos trabajar en este sitio— Contestó alguien con un tono extraño.
Las otras dos muchachas parecían comentar algo respecto al genin en voz baja, pero entonces la mujer les vio de reojo. No fue una mirada amenazante, ni siquiera de enojo. Simplemente, bastó con posar sus iris en aquellas dos enfermeras para que estas guardasen silencio y dejasen de murmurar. Aquello era quizás lo que se le llamaba tener una presencia imponente.
Cómo fuese, Kouji para ese momento ya habría empezado a buscar la oficina de Karaga. No tardaría demasiado en llegar a su destino, pues tras caminar por los pasillos la mayoría de los cristales de las puertas tenían las luces apagadas. El cuarto que tenía un letrero con la inscripción Inuzuka Karaga era el único que se hallaba iluminado a esa hora. Además, el olor a café se escapaba desde la entreabierta puerta de la oficina.
Dentro, parecía haber dos voces platicando. Una, femenina, la otra... era difícil describirla. Sonaba cómo a un hombre, pero tenía algo rasposo y extraño en su tono.
—La administración debería darnos un anexo mucho más grande en el hospital para poder trabajar— Decía la voz de una mujer ya madura.
—¿Trabajar? Tú haces de todo menos trabajar en este sitio— Contestó alguien con un tono extraño.